Los defensores de la monarquía constitucional solemos pecar de un exceso de prudencia cuando del Rey se trata. Es evidente que Felipe VI no lo tiene fácil con Sánchez y un gobierno apoyado por bilduetarras, comunistas y golpistas lazis. Ante el desbarajuste que estamos viviendo, ante pasarse por el forro la Constitución y el respeto a las decisiones judiciales que representa amnistiar a Puigdemont, uno no puede más que formularse la siguiente hipótesis.
Imaginen que Feijoó, encargado por el monarca de formar gobierno en tanto que ganador de las elecciones, no consigue suficientes apoyos para ser investido. Imaginen que su Majestad, intentando evitar elecciones en diciembre – que, no siendo la solución ideal, acaso sería la más razonable, especialmente si el PP se acaba de dar cuenta de lo que tiene delante – llama a Sánchez y este le dice que él si cuenta con los apoyos para salir elegido. Cuando Don Felipe le pregunte cuáles son, Sánchez forzosamente tendrá que nombrar a Puigdemont. Puigdemont, que protagonizó el intento de golpe de estado que hizo que el Rey apareciese en todas las televisiones condenándolo y haciendo un enérgico llamamiento a la calma y al respeto de nuestra Constitución. Puigdemont, delincuente, prófugo, instigador de la ruina política de Cataluña y de toda España, Puigdemont, que se ríe del Rey, de nuestra patria, de nuestras instituciones, de la generalidad y del parlamento catalán. Puigdemont, de turbias mantenencias y relaciones oscuras con rusos y demás ralea ultra derechista europea. Puigdemont, que sólo sabe azuzar odio entre catalanes. Puigdemont, vinculado con todos los disturbios, algaradas y violencias, el emperador del contenedor incendiado, de la barricada, del lanzamiento de adoquines contra la policía.
Es evidente que Felipe VI no lo tiene fácil con Sánchez y un gobierno apoyado por bilduetarras, comunistas y golpistas lazis
Ante ese aliado de Sánchez, ¿Qué debe hacer el Rey? Si acepta sentimos decir que la Corona se ha hecho el harakiri, cosa que aprovechará el jefe de la banda para clavarle la puntilla, que igual que cuela una amnistía, cuela un referéndum de autodeterminación o uno sobre la forma de estado. Para eso están los amigos del Constitucional. Es decir, si el Rey traga con Puigdemont, se carga la monarquía.
Pero ¿y si Don Felipe recuerda que es, como Jefe del Estado y Capitán General de las FFAA, el máximo garante de la Constitución y que no puede aceptar que un delincuente que ha inventado destruir – sigue en ello – la unidad de la patria sea de quien dependa la silla del presidente del gobierno de España? ¿Y si dice que por ahí no pasa? Pues, por atroz que parezca, Sánchez también saldría ganando y saldría ganando la harka de delincuentes y odiadores de los que se vale para gobernar. La campaña contra “el Rey facha”, el que “no respeta el mandato del pueblo”, el que se “alinea con las fuerzas de la represión” se corearía a grito pelado en las calles con los consiguientes problemas de orden público. Y todo porque nadie en su momento dijo con firmeza que lo primero en democracia es respetar la ley. La ley, señores, la ley, y no la voluntad de cuatro chalaos. Porque si mañana se aprobase en el Congreso por mayoría la pena de muerte sería ilegal, dado que la Constitución lo prohíbe. O comerse a los niños crudos. O la ilegalización de la ley de gravitación universal. O cualquier salvajada que se le pasase por la cabeza a uno de los orates que hablan de democracia cuando lo único que pretenden es que se haga su santa voluntad.
Así pues, ¿qué debería hacer el Rey? Porque, que nadie lo dude, Sánchez va a por la Corona sin disimulo y todo lo que sea menospreciarla, debilitarla o enfangarla le parece no tan solo aceptable, sino bien. Vienen tiempos muy duros. Pero a lo que vamos, Señor, ¿qué piensa vuestra majestad hacer?