ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Ahora se descubre solo, impotente y abocado a la derrota, acorralado por las pesadillas con las que decidió encamarse

LO malo de crear un monstruo por el procedimiento de torcer la naturaleza es que resulta imposible prever el rumbo que tomará el experimento. Y lo más normal es que acabe como el rosario de la aurora. Pedro Sánchez, muñidor de un Frankenstein político sin más flujo vital común que su odio a España y a la libertad, está asistiendo a la descomposición del engendro surgido de su desmesurada ambición. Lógico. Nunca estuvo en su mente el interés de los españoles, ni un programa consensuado susceptible de unir, ni mucho menos un proyecto de futuro compartido. De haber sido así, tras conseguir en las urnas una exigua mayoría necesitada de pactos, habría entablado conversciones con el PP o con Ciudadanos, partidos nacionales con sentido de Estado. No lo hizo. Rechazó cualquier posible entendimiento con esas fuerzas, defensoras de la Constitución que él había jurado cumplir y hacer cumplir, para echarse en brazos de comunistas, golpistas y representantes de los terroristas que asesinaron a Miguel Ángel Blanco y a novecientos inocentes más. Pudo escoger entre compartir el timón de mando con socios demócratas o encabezar una coalición escorada a la extrema izquierda, sujeta al chantaje permanente del independentismo, y optó por la segunda opción. Ahora que su Gobierno se enfrenta a desafíos sin precedentes, tanto en el escenario internacional como en el de la crisis económica que nos ahoga, la realidad pone al descubierto la fragmentación, inoperancia y debilidad de esa criatura monstruosa, engendrada sin otra motivación que un profundo sectarismo ni otro afán que el de alcanzar el poder a toda costa. Ahora se descubre solo, impotente y abocado a la derrota. Acorralado por las pesadillas con las que decidió encamarse, huye hacia adelante en una carrera loca que no le impide vislumbrar el hundimiento que se avecina.

Podemos afronta un horizonte similar y solo piensa en hacer caja mientras dure la bicoca. Trinca a manos llenas del presupuesto público, sin por ello renunciar a la demagogia invendible fuera de nuestras fronteras con la que intenta enardecer a los últimos de su mermada hueste: papeles para todos los que asaltan la valla de Melilla, OTAN no, bases tampoco, incremento del presupuesto de Defensa menos aún, impuestos cada vez más gravosos destinados a repartir subsidios entre su clientela, hasta matar a las clases medias, y demás monsergas fracasadas. Bildu aprovecha la coacción mansamente aceptada por su rehén socialista para atacar a la Guardia Civil y elevar al rango de ley un relato blanqueador del historial asesino de su brazo armado. ¡Cuánto oprobio! El separatismo catalán incrementa el importe de la factura a pagar, a la vez que acorta los plazos, y el PP, como es natural, se niega a dar cheques en blanco al náufrago que pide auxilio. La tragedia es que en su caída nos arrastra a todos.