Nuestro querido Fernando Navarro me envió ayer estas consideraciones sobre qué haría Pedro Sánchez si se sintiera protegido por un manto de invisibilidad. La respuesta es que haría exactamente lo que está haciendo. Él convocó las últimas elecciones legislativas un 23 de julio. No fue porque creyera que los votantes de derechas se iban a la playa más que los de izquierdas. Fue para que votaran más por correo. Mucho más.
Fernando Navarro
Un terremoto abrió la tierra y Giges, pastor del reino de Lidia, se asomó a la grieta. En ella encontró un caballo de bronce que, a su vez, escondía en su interior un cadáver provisto únicamente de un anillo. Giges se lo quedó (el anillo) y jugando con él descubrió que le permitía volverse invisible, así que lo empleó para espiar a la reina en pelotas, asesinar al rey, y quedarse con el reino. Lo normal, dijo Glaucón, que usó este ejemplo para defender ante Sócrates que el hombre es malo por naturaleza, y que si no obra siempre mal es meramente por temor a que lo pillen. No, hombre, contestó Sócrates. El hombre es bueno, Giges en realidad se auto-esclavizó con el anillo (como haría más tarde Gollum), y el hombre justo, que controla esos apetitos, es el que consigue ser feliz. Ahora sabemos que quien tenía razón era Glaucón, que nuestros instintos morales no evolucionaron para alcanzar la justicia sino para mantener nuestra reputación ante la tribu (y por eso abundan tanto los hipócritas). Y también sabemos que el propio Sócrates, con toda su justicia, fue obligado a ingerir cicuta por su propia tribu.
En todo caso no hay que ser muy glauconiano a estas alturas para entender que Sánchez hará todo el mal que pueda si no lo pillan. En realidad sigue haciéndolo incluso cuando lo pillan, porque ha ascendido (o más bien descendido) un escalón más con respecto a Glaucón: si Sócrates afirmaba que hay que evitar ser malo, y Glaucón que hay que evitar que te pillen cuando eres malo, Sánchez cree que lo importante es crear una realidad alternativa (el «relato») en la que no eres malo. Aunque realmente lo seas. En fin, la pregunta concreta que quería hacer es ésta: ¿creen ustedes que, si a Sánchez le garantizasen que no va a ser pillado, tendría alguna restricción moral para modificar a su favor unos resultados electorales adversos? De momento sabemos que ya lo intentó en su partido, pero como en vez de anillo sólo tenía una cortina lo pillaron. Pero si dispusiera del anillo de la invisibilidad de Giges ¿creen que Sánchez tendría reparos en intervenir en, digamos, el voto por correo?
La cuestión no es menor, porque en las últimas elecciones generales algunas cosas despertaron recelos. Recordemos que en 2023 votaron por correo casi dos millones y medio de electores, lo que supuso un record absoluto con respecto a las precedentes elecciones generales (en noviembre de 2019 fueron 900.000, en abril 2019 1,2 millones, y en 2016 1,3). Por eso El País publicó que «la participación sube cuatro puntos impulsada por el voto por correo». También fue un record la diferencia entre voto solicitado y voto finalmente depositado en urna. Sólo 153.000 de los solicitantes dejaron el voto sin emitir, a pesar de que (esto es llamativo) el jueves anterior a las elecciones aún había 400.000 solicitantes sin votar (la mitad ni siquiera había recogido aun los impresos). ¿Fueron todos a votar el viernes o el sábado, a pesar de estar de vacaciones? Pues a lo mejor.
Hay otro episodio menos conocido. El voto por correo se introduce al final, cuando el presencial ha finalizado. Son los últimos votos que entran y los primeros que se cuentan, y un interventor atento podría hacer observaciones y cálculos. Pues bien, la Delegación del Gobierno en Madrid pidió autorización (y le fue denegada) para, en vez de introducir el voto por correo al final, se fuera introduciendo gradualmente a lo largo de la jornada. ¿A puñados? ¿Y con qué objeto? ¿Para eludir al interventor atento? En fin todo esto, aunque llamativo, puede tener una explicación. Pero hoy nos hemos enterado de algo más.
Hoy sabemos que la persona que estuvo a cargo del voto por correo fue… Leire Díez. Sí, la fontanera del PSOE que ofrece fiscales y abogados del estado a cambio de basura contra la Guardia Civil. La misma fontanera que, en las elecciones de un pequeño ayuntamiento de Cantabria, consiguió ser concejal gracias a que el voto por correo se disparó del 1% al 20%. Tener a Leire Díez controlando el voto por correo es como tener al Dioni dirigiendo el Banco de España (es decir, aún peor que descubrir que tienes a Escrivá). Recordemos, por cierto, que las sacas con los votos por correo no son custodiadas por las Fuerzas de Seguridad del Estado, sino por Correos. ¿Y quién era entonces el presidente de Correos? Juan Manuel Serrano, cuyo mérito principal (y prácticamente único) del currículo es su amistad con Sánchez.
Antes de las elecciones de 2023 el propio Sánchez, de manera inopinada, profetizó que las derechas le iban a acusar de robar las elecciones. Esta venda antes de la herida fue entonces bastante sorprendente, pero ahora que lo conocemos mejor es sencillamente alarmante. En fin, no es especialmente descabellado ni paranoico plantear dudas, y es razonable sugerir prevenciones para el futuro. Y la solución sería sencilla: impedir la convocatoria de elecciones en julio y agosto (por el calentamiento global, y eso). Y endurecer la normativa del voto por correo, que debe ser tomado mucho más en serio.