Jesús Cacho-Vozpópuli
Resulta llamativo comprobar la facilidad con la que buena parte del gentío ha comprado la mercancía de que el cambio de Gobierno con el que Pedro Sánchez asombró al planeta Tierra la mañana del 9 de julio ha sido algo así como la octava maravilla del mundo, y que esa finta malvada, esa espectacular pirueta, ese golpe de genio, contiene opio bastante como para hacer olvidar la cadena de dislates con la que nos ha obsequiado desde que es presidente, además de ser anuncio promisorio de indiscutibles éxitos futuros. Es como si el bello Pedro hubiera liquidado a los tres pesos muertos que lastraban su nave a riesgo de hacerla encallar en el próximo bajío, para sustituirlos por el nieto de Einstein, la biznieta de Marie Curie, y la sobrina lista de Rockefeller. Pero no, los recién llegados, en orden de importancia, son un licenciado en Derecho por la Complu al que se atribuyen poderes taumatúrgicos al lado del presidente y varias chicas en lo mejor de la edad que han desarrollado su carrera a la sombra del partido desde su más tierna infancia. Vale decir, la nada con sifón o la alcaldesa de Puertollano.
Y qué fina poesía ha enhebrado el progre mester de juglaría patrio sobre la calidad del “Gobierno más joven del mundo” y, otro récord batido, igualmente barato, el que más mujeres contiene, que no le sobra razón a nekane Belarra cuando, sobre el papel para notas de las reuniones del Consejo de Ministros, corrige a rotulador y escribe bien gordo “Consejo de Ministras”. Por desgracia para el dueño del harén, el Constitucional se encargó de pinchar el globo de tan artificiosa felicidad apenas transcurridos unos días de los nombramientos, al declarar anticonstitucional el primer estado de alarma por él decretado en 2020. La mano maestra de Guadalupe Sánchez lo explicó aquí antes que nadie: “La elección del estado de alarma no fue casual, sino muy meditada. Porque confiere al Ejecutivo poderes extraordinarios que le permiten gobernar sustrayéndose del control del Congreso y de los tribunales ordinarios, mientras que el estado de excepción somete la actuación del Gobierno a un control parlamentario mucho más intenso”. Sánchez o la disposición permanente para hacer de la Ley un sayo. “Esta sentencia debería convertirse en la tumba del sanchismo, porque pone de relieve que había otras opciones y que Pedro escogió el estado de alarma para suspender no sólo derechos fundamentales, sino también la democracia y el Estado de Derecho”. El Gobierno se colocó fuera de la ley. Así de simple, así de grave.
Este sigue siendo un Gobierno dispuesto a pasar por encima de la ley cuantas veces sea menester para lograr su objetivo, que no es otro que el de hacer realidad el sueño autoritario del pájaro que lo preside
La reacción del Ejecutivo a la sentencia, tan dura como ahíta de resquemor, ha tenido la virtud de poner una vez más en evidencia ante los despistados del lugar la naturaleza abrasiva del tipo que nos gobierna y de su guardia de corps. Particularmente penoso ha resultado el posicionamiento de Margarita Robles, una ex magistrada dispuesta a ejercer de Magdalena, palangana en mano, y lavar los pies manchados de estiércol del amo del cotarro. Ni un alma dispuesta aquí a preservar el honor de las instituciones. Todas las lenguas y las plumas al servicio del poder. A través de su aparato de agitprop, el Ejecutivo ha llegado a señalar públicamente a los magistrados que han osado poner al jefe en tan grave aprieto, algo que constituye un pésimo augurio de lo que nos espera en materia de derechos y libertades durante el resto de legislatura. Este sigue siendo un Gobierno dispuesto a pasar por encima de la ley cuantas veces sea menester para lograr su objetivo, que no es otro que el de hacer realidad el sueño autoritario del pájaro que lo preside.
Los exegetas de este Gobierno aureolado por la alcaldesa de Puertollano vienen escribiendo estos días que Pedro Maravillas va a girar ahora hacia el centro político –vacío, o tal parece, por la supuesta derechización del PP y la defunción de Ciudadanos– como una peonza, listo para presentarse en las próximas generales, cuando lleguen, como adalid único del espectro electoral que va desde el centro hasta la extrema izquierda representada por un Podemos exangüe y al que el rufián mantiene bien trincado por el ronzal del Gobierno de coalición. Una interpretación que, por si no fuera suficiente la naturaleza social comunista –único experimento en vigor en toda Europa- del propio Ejecutivo, acaba de echar por tierra su violenta reacción a la sentencia del Constitucional.
Este es un Gobierno más débil que el anterior, presidido por un hombre que está hoy más a la intemperie que ayer, sin ningún cortafuegos que le proteja, y cuya suerte depende, como siempre ha dependido, de la voluntad de los socios que le auparon al poder en mayo de 2018. Un Gobierno rehén de los enemigos de la Constitución y de la unidad de España. A la orden de los separatistas de ERC. Es verdad que ERC y el resto de socios no deberían jugar con fuego poniéndolo entre la espada y la pared al punto de obligarle a tirar la toalla y convocar anticipadamente, entre otras cosas porque debería resultar inimaginable para ellos volver a contar en el futuro con un presidente prisionero en Moncloa, pero ese argumento peca de exceso de racionalidad con una gente que es cualquier cosa menos racional, como vienen poniendo de manifiesto desde hace tiempo y en particular desde 2012. Sánchez es el ahora o nunca del separatismo catalán. Y ahora llega la segunda parte de la historia. Concedidos los indultos que hay que interpretar como un pago aplazado por la moción de censura -lo cual explica la indiferencia, cuando no el desprecio, con el que mundo separata los ha acogido-, llega el momento de la verdad, la hora de sentarse a esa mesa de negociación, al margen del Parlamento, donde el separatismo le va a exigir pasar por el aro del referéndum de autodeterminación si quiere seguir siendo presidente. Y ya avisó Elsa Artadi: “No volveremos a aceptar pagos aplazados”.
Paradójicamente, es en el terreno de la economía donde los más avisados le ven posibilidades de seguir vivo a futuro, hasta el punto de poder ganar las próximas generales y prolongar su éxtasis, su simbiótico abrazo, con el poder. Se aproximan varios trimestres de crecimiento poderoso, posiblemente lo que queda de 2021 y todo 2022, entre otras cosas porque partimos de una base de actividad muy deteriorada por el Covid. Las estimaciones más recientes del Banco de España hablan de un crecimiento del PIB del 6,2% para este año y del 5,8% para el próximo, guarismos que BBVA Research acaba de elevar hasta el 6,5% para 2021 y el 7% en 2022, porcentajes que sumados a una inflación prevista acumulada para los dos ejercicios, cercana al 4%, someterían al ratio Deuda/PIB nominal a un reajuste porcentual que volvería a situarlo más cerca del 100% que del 125,3% alcanzado en mayo pasado (último dato disponible).
Naturalmente, para que el crecimiento se consolide y se traduzca en empleo estable es condición necesaria que el Ejecutivo acometa una serie de reformas de fondo largo tiempo aplazadas, asunto que no figura en su ADN, y sería condición deseable que los fondos Next Generation UE se utilizaran de manera limpia y no corrupta como se teme una mayoría de españoles. Por razones que sobrepasan los límites de este artículo, el mundo económico-financiero español está convencido de que los susodichos fondos no van a suponer ningún incentivo serio al crecimiento y la transformación de nuestro sistema productivo, sino más bien una nueva oportunidad perdida y una ocasión para ver florecer un buen ramillete de nuevos millonarios. Ocurre, sin embargo, que, como sucedió con el Plan E de Zapatero -creó en torno a los 100.000 empleos, de los que apenas se consolidaron unos 7.000-, esta riada de millones se traducirá en una fuerte inyección de liquidez al sistema, supondrá actividad, dinero en la calle y sensación de riqueza…
Sacar del atolladero en que se encuentra la economía española, víctima de la proverbial ausencia de reformas agravada por la crisis del covid, exigiría la presencia en el puente de mando a un equipo tan excepcionalmente competente en el plano técnico como liberal en el ideológico
Sería la ocasión idónea para que Sánchez disolviera las Cámaras y convocara elecciones generales un año antes del previsto final de la legislatura, en torno al otoño del próximo año, con el crecimiento del PIB a flor de piel, la propaganda funcionando a pleno rendimiento y la población entregada al olvido instantáneo de cualquier desafuero, víctima de la televisión basura que esa elite italiana que todos los fines de semana huye a Roma y Milán nos deja para consumo interno de nuestras masas. Para hacer posible tal desiderátum, Sánchez se verá obligado a protagonizar auténticos ejercicios en el alambre, dando esquinazo a las presiones de sus socios separatistas, aplazando cualquier pronunciamiento sobre el referéndum y ganando tiempo. Sánchez o el caso del político encadenado a la necesidad de “ganar tiempo”. Podría, el muy truhan, incluso desembarazarse de sus socios comunistas meses antes de convocar, para presentarse ante la ciudadanía envuelto en la bandera de España como el héroe que se negó a ceder ante el chantaje del separatismo delincuencial.
Sacar del atolladero en que se encuentra la economía española, víctima de la proverbial ausencia de reformas agravada por la crisis del Covid, exigiría la presencia en el puente de mando a un equipo tan excepcionalmente competente en el plano técnico como liberal en el ideológico, ambas cosas reñidas con el material de derribo que hoy nos preside. Seguimos dependiendo del BCE (330.000 millones de nuestra deuda en sus manos, de los cuales 120.000 corresponden al total de las emisiones netas realizadas en 2020, sin olvidar el billón en manos privadas, en manos, en concreto de esos grandes fondos, tipo Blackstone y Cía, a quienes este Ejecutivo desconoce y desprecia), y del momento en que la señora Lagarde empiece a reducir las compras de deuda soberana y/o a subir tipos. Un asunto en el que tendrá mucho que decir lo que ocurra en las elecciones alemanas del próximo septiembre.
Las cadenas que unen a Sánchez con sus socios comunistas y separatistas son imposibles de romper siquiera para un genio de la mentira y el regate en corto como el susodicho. Si la estabilidad política precisa de ministros cumplidores de la ley y respetuosos con las instituciones (“Lo más grave es el secuestro del PP de los órganos constitucionales”, la ministra Irene Montero), la estabilidad económica reclama rigor presupuestario y libertad para emprender (“Las empresas deberán justificar las bajadas permanentes de sueldos”, Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda). Lo acaba de decir el presidente Biden al referirse a la dictadura cubana: “Communism is a failed system, a universally failed system. And I don’t see socialism as a very useful substitute”. Además del BCE y del futuro canciller federal alemán, la suerte de España dependerá de la respuesta que sea capaz de articular un PP hoy en la oposición. De su determinación para demostrar que ha roto definitivamente con la corrupción (se empiezan a oír cosas raras en la Puerta del Sol. Ojo, Isabel, no te vaya a ocurrir lo que a Esperanza, que no se enteró de lo que ocurría en su derredor), ahora que el manantial Ábalos parece a punto de empezar a soltar material a borbotones, y de su capacidad para comenzar ya mismo a proponer soluciones revolucionarias a los problemas de España.