José Alejandro Vara-Vozpópuli
- «Aquí se come mejor, se viste mejor, se edita mejor, lo del catalán no es cosa del separatismo sino de superioridad»
-Presidente, que vienen los de Junqueras con la mesa petitoria debajo del brazo y algo les tendremos que dar, como es costumbre.
-Claro, Isabel, sé rumbosa, que si no Iceta se pondrá muy pesado y no habrá quien lo aguante gritando ‘pedrooooooo’ por los balcones como un alma en pena, penita, pena.
De aperitivo, 17 zendales para ampliar el aeropuerto de El Prat. Más de 1.700 millones de euros graciosamente entregados al grupo de forajidos que hace casi cuatro años propició un golpe de Estado. Un gesto generoso y dialogante, lo que los rapsodas de La Moncloa han bautizado como el ‘reencuentro’, que no es más que el sonido de los doblones al caer mansa y abundantemente en las buchacas de los impulsores de la sedición. Quienes poco encuentran en sus bolsillos son los extremeños, curiosamente, tan progresistas, que llevan siglo y medio esperando un trenecito decente y no se les logra. Eso sí, con inaudita tenacidad siguen empeñados en votar a socialista. Una superstición más que una tradición.
Isabel Rodríguez, la nueva sonrisa de Cheshire del Ejecutivo, muy conocida en su tierra manchega con el apelativo ‘miss flashflash’ por razones inimaginables, celebraba con júbilo el desarrollo de esta primera sentada, cual si se tratara de una medalla de oro de las que Sánchez se cuelga briosamente en su pechera. Los visitadores de la pandilla de la estrellada y el virolai, por contra, se mostraban muy alejados de la satisfacción. «Queremos más y lo queremos ya», habían advertido antes de su paso por Moncloa. «Esto es insuficiente, no normaliza nada», declaraban, quejosos y malhumorados, a la salida.
«Vasconia y Cataluña han ordeñado y siguen ordeñando a su placer la vaca española», decía Claudio Sánchez Albornoz, ministro que fue de la II República
Un separatista jamás ha de exhibirse satisfecho tras negociar con el Gobierno central. O sea, con el represor. Todo han de ser caras largas, reproches insolentes, ademanes hoscos, quijadas retorcidas…. Virtuosos del saqueo, también son excelentes comediantes a la hora de desplegar sus lamentos. Viven del embuste y del victimismo. «Vasconia y Cataluña han ordeñado y siguen ordeñando a su placer la vaca española», decía Claudio Sánchez Albornoz, ministro que fue de la II República así como su presidente en el exilio. Bien conocía el paño.
Del exilio volvió en 1969, solo por unos meses, Max Aub, anarquista, antifascista y valenciano, que pisó suelo español, después de tres décadas por México, para elaborar un libro sobre Luis Buñuel. Aub se mostró muy sorprendido con lo que escuchaba por las calles de Cataluña. Y así lo reflejó en La gallina ciega, lo mejor de su legado, en especial al reproducir la charleta con un viejo amigo a quien encontró en avanzado estado de exaltación nacionalista.
Lo característico del nacionalismo es que no hace falta preparación intelectual alguna para serlo, no es preciso argumentar, basta con chillar y reclamar
-¿Qué tal el resto de España? ¿Qué son a nuestro lado? Nada de nada. Aquí se come mejor, se viste mejor, se edita mejor, lo del catalán no es cosa del separatismo sino de superioridad. Mira que el régimen ha hecho todo lo posible por favorecer a Madrid y Andalucía, ¿y qué?, pues nada, no pueden con nosotros». Y añadía el buen señor: «Hasta un museo Picasso tenemos y Miró viene a pintar. Seguimos a la cabeza y dándole en la cabeza a Madrid. Somos más señoritos y si hay que reírse del casticismo y la inferioridad española, pues ten la seguridad de que será un catalán el que lo haga». Y así: «Estamos más al tanto de lo europeo que Madrid, no pueden con nosotros, y con el tiempo verás que aquí todo Cristo vuelve a hablar en catalán, ya lo verás». Eran los estertores de los sesenta, en pleno tardofranquismo.
Ensoberbecidos y fatuos, así suele ser el nacionalista. «Es cuestión de superioridad», como relataba el paisano. O de complejo de inferioridad, también. Lo decía Pla: «A veces, el catalán sufre manía persecutoria, otras, de engreimiento. Es un ser humano que se da -me doy- mucha pena». Y añadía Unamuno: «Hasta cuando parece que atacan, están a la defensiva». Supremacismo, xenofobia, arrogancia identitaria… Racismo de alpargata. «Lo característico del nacionalismo es que no hace falta preparación intelectual alguna para serlo, no es preciso argumentar, basta con gritar», decía Savater.
Pedro Sánchez apenas ha logrado aprender la primera norma que ha de dominarse cuando se uno se enfrenta a los separatistas. Siempre exigirán más, jamás estarán satisfechos
Torpemente adiestrado en la materia catalana por gentecilla del aparato con vocación frailuna como Illa y el mentado Iceta, Pedro Sánchez apenas ha logrado aprender la primera norma que ha de dominarse cuando se uno se enfrenta a los separatistas. Por más que les agasaje, por más que les obsequie, siempre exigirán más, jamás estarán satisfechos. El día que alcancen la cima de sus reivindicaciones su propia naturaleza dejará de tener sentido. Sin la épica romántica, sin la palinodia sentimental, aparecerán ante los suyos como unos masturezos de pacotilla, unos personajillos del montón.
Se convertirán entonces en una pieza más del tablero político, en un elemento más de la jugada. Todo cuanto reivindican habrá perdido sentido, cuanto predican se habrá evaporado. Deberán poner sordina a sus proclamas, enfundar sus señeras, disolver las Diadas multitudinarias, los cortes de la Diagonal y, oh maldición, habrán de centrarse en la ardua y penosa tarea del gobierno y la gestión, funciones en las que han demostrado escasa habilidad. Hasta los cernícalos de la CUP y los matoncillos de las CDRtendrán que ponerse a trabajar.
De todo esto Sánchez no quiere saber nada. Juega con los separatistas a la gallinita ciega mientras es a España a quien despluman.