Francisco Rosell-El Debate
  • Sánchez, cuyo primer idioma es la mentira y que encabeza una manga de ladrones, resulta hoy menos creíble que el proscrito Aldama en esta España disgregada en clanes mafiosos

En Con faldas y a lo loco, la genial comedia del maestro Wilder en la que dos músicos se visten de mujer para escapar de la mafia tras presenciar la «Matanza de San Valentín», ambos huyen de la quema(rropa) enrolándose en una orquesta femenina que viaja a Miami, donde el pendenciero saxofonista y el apocado contrabajista se dan de bruces con sus perseguidores. Al arribar al hotel, se topan con una celebración de Amigos de la Ópera Italiana que encubre una tenida de gánsteres y son identificados por los sicarios de la carnicería del Día de San Valentín.

Con caracteres más trágicos, aun sin carecer de ribetes cómicos, se pueden establecer analogías entre aquellos Amigos de la Ópera Italiana y sus homólogos de la España sanchista para acabar con quienes acechan sus delitos y con sus testigos de cargo. Aunque puedan «autoindultarse» o «autoamnistiarse», como Sánchez hace con sus socios golpistas y sus conmilitones ladrones, a un país que preside el jefe de una banda no le queda más salida que la Justicia y la movilización ciudadana.

Si en la Italia de Tangentópolis, el socialista Bettino Craxi se fugó a Túnez, como el prófugo Puigdemont se esfumó a Waterloo oculto en un maletero, sería un acto de justicia poética que Sánchez y aquel al que le debe la Presidencia les aguardara parejo sino. Cobraría realidad el cuento William Wilson, de Poe: dos amigos se asemejan y hermanan de tal manera que, al fallecer uno, el otro se percata de que el muerto es él.

Al coincidir la riada de audios y vídeos que han destapado las cloacas sanchistas con el séptimo aniversario de la «moción Frankenstein», esta guerra sucia a gran escala destapa, aunque se sospechara, el negro propósito de aquella maniobra «antinatura» para formalizar el asalto forajido del Estado por facciones mafiosas que, previamente, coadyuvaron a reintegrar a Sánchez en la secretaria general del PSOE tras su defenestración por los barones territoriales. Por eso, estos otros Amigos de la Ópera italiana sujetarán en La Moncloa, aun sorprendiéndolo con las manos en la masa, a quien es uno de los suyos, pero que sin ellos es nadie. Ni que decir tiene que aquella confabulación, con la complicidad lela de cierta derecha que se durmió en el Gobierno como si lo hiciera en los brazos de Morfeo, no pretendía regenerar nada, sino monopolizar la corrupción, así como hacer un uso delictivo del Estado para que cada banda, al modo de los narcocárteles, se adueñara de parte de territorio y dictara su ley.

Sin duda, tiene un enorme valor el audio de El Confidencial en la que un sosia de la cloaca sanchista, el empresario imputado Javier Pérez Dolset revela que Sánchez y su mano derecha en el PSOE, Santos Cerdán, encabezan esta sucia trapería contra quienes nublan su horizonte penal, tras tener en el banquillo o en su camino a su «consuerte», a su «hermanito» y sus secretarios de Organización, Ábalos y Cerdán, así como al aizcolari Koldo García, guardián de sus avales. Tras el encausamiento de su cónyuge y su amago de dimisión para luego lanzar su ofensiva contra la Guardia Civil, la Justicia y la Prensa, «el gran jefe», según Pérez Dolset, ordenó que «hay que acabar con esto como sea», tras pegar «un puñetazo en la mesa que te cagas porque él sigue manteniendo, y te lo dice a gritos si es necesario, que su mujer… puede ser una pichona (…) pero que no es una corrupta».

Empero, la obsesión de Sánchez es Víctor de Aldama tras rebrincarse el comisionista/comisionado. «Aldama está contando tantas cosas que podría crear un problema sumamente grave y que se llegue a donde nadie quiere que se llegue, ni a nadie le interesa que se llegue», le confesó la fontanera Leire Díez al comandante de la Guardia Civil investigado en el «caso Koldo», Rubén Villalba, cuando se citó con él para recabar datos sensibles a cambio de amparo judicial y de rehabilitarle como asesor de la directora general, según El Mundo. Como Plutarco en sus Vidas paralelas, se aprecia que el presidente y el «nexo corruptor» son cuñas de la misma madera.

Así, con el bagaje de Sánchez, Aldama podría ejercer de primer ministro como aquel de conseguidor de no ser por el golpe de suerte que aupó a uno a La Moncloa y a Ferraz, y relegó al otro a extramuros, aunque bien conectado en ambas esferas. De no alcanzar la secretaria general tras su fallido pucherazo y de mercadear la Presidencia en un acto de corrupción máxima, quien plagió su tesis sería hoy un buscavidas como Aldama con la peana de las saunas de su suegro y Begoña Gómez oficiaría de contable doméstica sin espurias cátedras pillafondos del Ibex35.

De facto, Sánchez y Aldama ya lo escenificaron con su navajeo tras tirar de la manta ante el juez Ismael Moreno. A las puertas de las Cortes, cual grada del Mentidero de la Villa, Sánchez desacreditó «la inventada» de un «delincuente» que esa noche, al abandonar la ergástula de Soto del Real, acusó al «mitómano» de alzhéimer voluntario y le avisó de que se tentara la ropa. Desplegando la altanería de Sánchez, nadie le había soltado tales verdades del barquero a un presidente con los pies de barro y la boca de fango al que dejó en cueros. Cortados por el patrón de la falta de escrúpulos, lo que hace terroríficos en la gallera a estos bravucones de espolones afilados, Sánchez no ha hallado antes esa horma de su zapato en ningún rival político.

Siendo de su laya, el comisionista no se cree menos que el jefe de «la banda del Peugeot» y no transige con quien tan agradecido debiera estarle, al igual que su cónyuge a cuyos trapicheos cooperó este milhombres omnipresente en los embrollos sanchistas. Sánchez, cuyo primer idioma es la mentira y que encabeza una manga de ladrones, resulta hoy menos creíble que el proscrito Aldama en esta España disgregada en clanes mafiosos. Como el mañana se llena de ayer, como constataron los músicos de Con faldas y a lo loco al acudir a Miami, conviene, bajo los acordes del tango «Volver» de Carlos Gardel, tener «miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida».