EL CONFIDENCIAL 20/06/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Acusar de racismo a Pedro Sánchez responde no a un mero juego sucio, sino a una intención simbólica de linchamiento político e ideológico
No ha sido una anécdota. Ha sido una categoría. Acusar de racismo a Pedro Sánchez por un gesto banal –frotarse las manos– tras saludar a dos ciudadanos negros (un niño y una mujer) responde no a un mero juego sucio, sino a una intención simbólica de linchamiento político e ideológico. La debilidad del PSOE en las encuestas y de su secretario general –que ha cometido algunos errores de principiante- no autoriza a quebrar las reglas más elementales del fair play político y poner en tela de juicio la honradez democrática e ideológica de Sánchez. Esta animosidad contra él y contra el PSOE responde a una estrategia del PP y de Podemos que buscan incansablemente la polarización para estrechar al máximo el margen de maniobra de los socialistas y de Ciudadanos.
Es especialmente preocupante que haya sido Cristina Cifuentes, presidenta del gobierno de la Comunidad de Madrid, la que haya disparado desde Twitter con una expresión hipócrita (“¡qué horror!”) contra Sánchez. Como una buena subordinada, Cifuentes pretende hacer méritos con un mero gesto del candidato del PSOE, casi mecánico, que carece de cualquier significado negativo, despectivo o discriminador. Ni él ni su partido tienen que acreditar a estas alturas cómo piensan y cómo actúan respecto de la diversidad étnica y de qué modo se han mostrado de seguido contra todo tipo de discriminación.
Produce desazón y malestar moral que la política repte por estos fangos de animadversión y enfrentamiento. Que no respete la dignidad de los que la protagonizan ni tampoco la capacidad de discernimiento de los ciudadanos. Que, a falta de argumentos, se manipulen burdamente detalles irrelevantes y, sobre todo, carentes de la más mínima intencionalidad negativa. Agotadas las razones se acude a las visceralidades excitando, además, las redes sociales en las que el anonimato, la hostilidad y los peores sentimientos se plasman con frecuencia en ciento cuarenta caracteres.
Cifuentes y quienes la secundaron lo saben. Como los francotiradores de Podemos que se unieron al linchamiento virtual del líder socialista. Cabe la esperanza de que este hostigamiento injustificado y prepotente contra Sánchez sea un bumerang para quienes lo han urdido tan toscamente. Es imprescindible ya que la inteligencia ciudadana sitúe más allá de sectarismos la conducta de unos y de otros y restablezca, en silencio o mediante gestos inequívocos, que se debieran promover en la red, un juego limpio que no añada a la mediocridad de la política española la obscenidad inmoral de la puñalada trapera.
Agotadas las razones se acude a las visceralidades excitando, además, las redes sociales en las que la hostilidad se plasma en 140 caracteres
Quizás haya gente en el PP –y a ese rencor se hayan alistado algunos de Podemos- que quieran hacer pagar a Sánchez cuentas viejas y apuntadas. Pero el sentido de la medida, de la proporcionalidad, de la autoestima, urgiría a que se distinguiese entre lo legítimo de un argumento, de una diatriba, de una discusión y lo ilegítimo y torticero de una emboscada a la buena fe del adversario. Me permito confiar en la caballerosidad de Rajoy. Algo se espera de él a lo largo del día de hoy; también de Cifuentes, que ha cometido el peor error político que se le recuerda en su carrera y, desde luego, algo también de quienes han secundado su bajeza. Lo grave del día de ayer no fue la imagen de Sánchez –nada hubo de reprochable- después de saludar a esos dos ciudadanos negros. Lo peor fue el buitreo de sus adversarios que se convirtieron en navajeros.