José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El presidente no enviará armamento letal a Ucrania, no aumentará los gastos de defensa en el presupuesto y se retranquea en la UE
El líder europeo de la socialdemocracia, el canciller alemán, Olaf Scholz, protagonizó un salto histórico en la política de defensa y seguridad a propósito de la invasión rusa de Ucrania. El domingo pasado anunció cuatro medidas: 1) creación de un fondo de 100.000 millones de euros para dotar y modernizar las Fuerzas Armadas de su país, 2) constitucionalización del gasto presupuestario en defensa en el 2% del PIB, 3) envío de armas ofensivas a Ucrania para que pueda contener la agresión de Moscú y 4) construcción de dos nuevas terminales para el almacenamiento de gas licuado y su regasificación en dos puertos del norte del país.
Estos compromisos los realizó ante el Parlamento de la República Federal, al tiempo que más de 100.000 ciudadanos alemanes se manifestaban contra la invasión rusa en la Puerta de Brandeburgo en Berlín. Giro copernicano de un país de perfil bajo en lo militar, consciente de su historia reciente y que ha superado, con una democracia fuerte, los hándicaps de su trágico pasado.
Scholz ha atendido así las peticiones de sus aliados europeos y de EEUU desoyendo las tesis de los Verdes, coaligados en su Gobierno con los liberales y que preferían instalarse en una posición menos protagonista en esta crisis que el canciller germano ha considerado, con plena conciencia de la gravedad del momento, como el inicio de una “nueva era” en la historia de Europa.
Pedro Sánchez, que se reclama miembro de la familia socialdemócrata, ha perdido la oportunidad de que España —en un momento crucial de Europa— deje de pertenecer a la tercera división de los países continentales para recuperar el lugar que le corresponde por su PIB, su extensión, demografía y su posición geoestratégica a tenor de sus declaraciones la noche pasada en TVE en una entrevista en la que Carlos Franganillo le hizo todas las preguntas precisas sin eludir las más incómodas. No enviará armamento letal a Ucrania sino solo asistencial, no aumentará los gastos de defensa en el presupuesto y se limitará a secundar los acuerdos de los aliados tras incrementar los efectivos militares de vigilancia en los países bálticos y Bulgaria. Pura retaguardia. De la que han salido incluso los países neutrales como Finlandia y Suecia, que aprovisionarán de armas a Kiev.
La política de seguridad y defensa española actual es propia de la “rutina histórica” y de una “pretendida corrección política”, de modo que nuestras “Fuerzas Armadas están infradotadas” y la “magnitud disuasoria de España es insuficiente”, según dicen los autores y acreditan los datos estadísticos recopilados por el Foro de la Sociedad Civil que acaba de publicar ‘España en perspectiva‘ (noviembre de 2021), un completo retrato en cifras de la realidad de nuestro país.
Nuestro gasto en defensa, como porcentaje del PIB (1,17%), es el más bajo de la OTAN con el de Bélgica. Nos preceden desde Grecia a Portugal. Y en gasto de defensa per cápita (287 $) nos superan incluso los belgas (424), portugueses (313) y los italianos (401). Además, la mayor parte de estas partidas la dedicamos a personal, con lo cual las inversiones en tecnología y actividades industriales avanzadas están retrasadas en el ‘ranking’ internacional.
En las actuales condiciones mundiales, España —que no estuvo en los hitos fundamentales de la historia de Europa— tenía la ocasión de dar el gran salto y rescatarse de la inanidad internacional en la que estamos sumidos desde el Gobierno de Zapatero —miembro del Grupo de Puebla, lo mismo que Adriana Lastra— y que no reparó Rajoy. Pero con una diferencia: la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin ha cambiado el interregno entre la Guerra Fría (1945-1989) y el presente, y se va a producir una reformulación radical de las dinámicas políticas y de seguridad y defensa internacionales.
A España, este giro crucial le alcanza con el Gobierno menos idóneo para enfrentarlo (la coalición del PSOE con las fuerzas antiatlantistas y antinorteamericanas) y una emergencia de la derecha extrema que tiene posibilidades de sombrear la hegemonía del PP en ese espectro, a la espera de que el nuevo liderazgo popular altere la posición de los actores nacionales en el escenario político.
Sánchez ha agudizado su retórica, pero sus decisiones estratégicas siguen siendo las de un líder sin visión global y condicionado cuando Kiev está a tres horas y media de vuelo de Madrid. A mayor abundamiento, Rabat, aliado fiel de Estados Unidos y de Francia, podría comportarse agresivamente con Ceuta y Melilla de no fortalecer nuestro país su capacidad disuasoria y de no enfatizar las relaciones de complicidad con Washington y los países más poderosos de la OTAN y la Unión Europea.
O bien Sánchez no ha interpretado correctamente el nuevo momento histórico mundial sin calcular la gran oportunidad para España, o bien está compelido a esta actitud por la mediatización de sus socios de gobierno, hostiles a la OTAN, a USA y reticentes con la UE. Mañana, el presidente comparecerá en el Congreso para reiterar este suma y sigue en la escuálida política exterior española.
Sánchez quizá no está convencido de esa gran verdad según la cual “el destino de España está fuera de España”, en palabras de Lamo de Espinosa, antes pronunciadas por Ortega y Gasset de otra forma: “España es el problema y Europa la solución”. El mundo ha cambiado en poco más de un año: asalto al Capitolio (enero de 2021) e invasión de Ucrania por Rusia (febrero de 2022). Seguir como si esos hechos no justificaran salir de la ‘rutina’ española es de una ceguera política escalofriante. Porque son las peores expresiones del populismo de distinta laya que amenaza nuestro modo de vida en libertad.