Carlos Martínez Gorriarán-Vozpópuli
Pensemos ahora en cómo recoger la basura y reparar los enormes destrozos que nos deja
En Davos, Sánchez ha dejado una imagen para la pequeña historia de las notas a pie de página: la absoluta indiferencia mundial a su presencia, delatada por 704 asientos vacíos de la gran sala donde mentía. En el eficaz barómetro de interés público que son esos eventos, Sánchez sale sentenciado: ya es casi un ex, un don nadie amortizado fuera de su feudo, un charlatán tan digno de atención como Greta Thunberg versando sobre física cuántica. Traspiés definitivo pues el propósito del Narciso Amortizado era, precisamente, presentarse como líder de la izquierda mundial contra el trumpismo y mentir un poco más al respecto.
Los palmeros o crédulos que daban casi por hecho el trato con India son los mismos que hace unos años daban por seguro que Sánchez acabaría al frente de la Comisión Europea, la OTAN o la ONU
Los foros internacionales son especialmente despiadados cuando no te deben nada ni nada esperan salvo que molestes lo menos posible, como ese pariente solitario, gorrón e insufrible invitado a la Nochebuena. Soy de los que piensan que el supuesto lapsus de Trump cuando incluyó a España en los Brics no fue tal, sino una advertencia: que seremos tratados como uno de ellos si el gobierno y las élites españolas se empeñan en ser y hacer como las de México, Colombia o Venezuela; ustedes verán, tengo aranceles para todo.
Otro dato independiente abona esa perspectiva: el fracaso en la venta de submarinos de Navantia a India. Amarrarla era la excusa de Sánchez cuando, en compañía de la Número Una, huyó en el Falcon a visitar a Modi para darse el doble regalo de despreciarnos ignorando el diluvio de la Dana y, en modo líder mundial, recibir el trato asiático de fábula reservado a los sátrapas de primera (también le gustaba a Justin Trudeau con mejores razones, y en fin).
La venta tenía que fracasar por sentido común: ningún país serio, e India lo es (el segundo Bric en importancia tras China), va a comprometer su defensa estratégica comprando un proyecto, el sistema AIS de los submarinos S80 que acumula retrasos y que, en el mejor de los casos, se probará dentro de varios años. Algo ha habido de bajada de humos y correctivo a la marroquí a quien fue de míster Marshall siendo el alcalde de Villar del Río y trató a India como la Casa del Pueblo de Gijón.
Los palmeros o crédulos que daban casi por hecho el trato con India son los mismos que hace unos años daban por seguro que Sánchez acabaría al frente de la Comisión Europea, la OTAN o la ONU. Sus posibilidades, que nunca han pasado de propaganda y sueño narcisista, han quedado sentenciadas por las 704 butacas vacías de Davos. Y el portazo de India confirma a Trump: estamos a punto de descender a la categoría de los Brics, y España habrá descendido de jugar en la Champions League de los superricos, según proclamó Zapatero en su infausta presidencia mientras se le hundían las Cajas de Ahorros, a jugar en esa Liga de los Brics, y en concreto en la división del Grupo de Puebla y sus entrenadores del narco.
Tiempo de descuento
Tantas humillaciones nacionales también prueban que estamos en tiempo de descuento: Sánchez ya se va, aunque como algunos en el trance nunca acaba de marcharse. Y tarda en irse por tres factores: una oposición que no sabe ser protagonista ni alternativa; por pánico al cerco judicial que le rodea y se va estrechando, y gracias a la coalición parasitaria Frankenstein que aún le mantiene para robar palacetes, extraer a los más pobres conciertos económicos para los ricos, y deshacer un poco más la desvencijada estructura del Estado constitucional. Cuando ya no le quede nada que regalar y solo ofrezca amnistías averiadas, fiscales imputados e instituciones muertas, será el fin. Por desgracia lento, pero merecido como país. Porque España eligió dejar el control a una coalición de ineptos, corruptos y lunáticos, y la irresponsabilidad, la frivolidad y la estupidez tienen un precio muy caro. Aún no sabemos cuánto, pero no tardaremos en verlo.
El cobro de la factura vendrá de dentro y de fuera. El espantoso provincianismo que se ha adueñado de España -y no ayuda a superarlo el nacionalismo voxista– lleva a olvidar que el mundo fuera de nuestras fronteras importa, y cada día más. Que no basta con ver Bruselas como un zoco del que llevarse ayudas a cambio de ayudar a los von der Leyden de turno a mantener un sistema paralizado y decadente, cada vez más irrelevante en el mundo y factoría de euroescepticismo interno.
El bloqueo político de Europa
El Davos vacío de Europa ha sido la irrupción arrolladora de la Inteligencia Artificial sin que el continente donde nació la computación cuente para nada, excepto como cliente y consumidor de la inteligencia que quieran vendernos. Que Bruselas no tenga nada mejor que aportar a la batalla por la hegemonía empresarial en IA que sus copiosas regulaciones sin futuro (menos que la descarbonización que iba a salvar el planeta), es la manifestación de impotencia más grave desde que los últimos emperadores prisioneros en Roma nombraban a los reyes bárbaros generales de un ejército imaginario. Las ironías de la historia han querido que la irrupción disruptiva de la IA china, DeepSeek, haya ocurrido poco después de que Sánchez mintiera sobre la creación de una IA oficial española que, naturalmente, será si llega a ser algo solo otra oficina de colocación de paniaguados, nepotes y saqueo de recursos públicos para enriquecimiento privado.
Todo va unido: la ineptocracia española, el bloqueo político y económico de Europa y el fin del sistema donde estábamos protegidos por el paraguas militar norteamericano a cambio de algunas bases militares y de creer en la Coca Cola, Harvard, Hollywood y el dólar. Pintan bastos: en un mundo mucho más inestable, impredecible y peligroso, donde las autocracias han declarado una guerra gris a occidente sin que sepamos qué hará Trump al respecto, el gasto militar aumentará y lo hará a costa de subvenciones, ayudas y pensiones. Y si Europa quiere volver a contar deberá repensar qué quiere ser de mayor y qué va a pagar por serlo.
Pero Sánchez ya se va, pensemos ahora en cómo recoger la basura y reparar los enormes destrozos que nos deja en casa, y en sacar fuera al elefante en la habitación del que no se quiere hablar: reforma a fondo de la Constitución para, por lo menos, ponérselo difícil al próximo aspirante a déspota y sus socios saqueadores.