Francisco Rosell-El Debate
  • Si no le importa que escupan sobre las tumbas de sus víctimas y denigra la política antiterrorista de sus mayores, ¿por qué habrían de molestarle las intifadas supremacistas de los herederos de ETA

Amedida que avanza la podredumbre económica e institucional, como caras de la misma pieza que Pedro Sánchez acuña en la Fábrica de Moneda y Timbre de La Moncloa, la corrupción se convierte en el sistema para afianzar su perennidad en la poltrona cuando la espada de la Justicia pende oscilante sobre su cabeza. A este propósito, quien alzó un muro para parapetarse tras él cual molusco dentro de su concha suple esta fortificación de hormigón por un traslúcido cristal acorazado que produce los mismos efectos aparentando lo contrario. Con ello, trasmite la idea equivoca de que no tiene nada que ocultar. Al fin y al cabo, no hay pericia mejor, como en la fábula de Allan Poe, que esconder una carta secreta depositándole sobre la mesa ante quienes optarán por hallarla en el más recóndito recoveco.

Esa aparente transparencia -«tramparecencia»- franquea una «dictadura perfecta» análoga a la del PRI mexicano -hoy restaurada por López Obrador y sus vástagos de «Morena»- que evidenció Vargas-Llosa en agosto de 1990, recién periclitado el Muro de Berlín, para pasmo de unos autóctonos tan incrédulos como los vasallos del rey desnudo. «La dictadura perfecta -argüía el Nobel- no es la Cuba de Fidel Castro: es México porque una dictadura camuflada de tal modo llega a parecer que no lo es, pero, si uno escarba, tiene todas sus características»

Así, en su respuesta este miércoles a la exterrorista Mertxe Aizpurua, portavoz de EH-Bildu, Sánchez escenificó con gran naturalidad el salto cualitativo que ha experimentado en su relación con el brazo político de ETA al que se cogió para ser presidente. Al cabo de un septenio de su disolución (3 de mayo de 2018) merced a la Policía y a la Justicia, así como la movilización cívica, pero sin asomo de contrición, los bilduetarras han pasado de ser fieles aliados de Sánchez a que éste participe de sus planes de demolición de la democracia y de la nación. Tras la derrota de quienes atentaron más contra la democracia que contra el franquismo, les regala un triunfo postrero. A cambio de atornillarse a La Moncloa, prostituye el orden democrático sirviendo con descaro a los bilduetarras.

Durante su mandato, Sánchez ha deambulado de dar el pésame por el suicidio de un preso etarra a asumir el relato de una fuerza fascista sobre la memoria democrática después de atentar con bombas, tiros en la nuca, secuestros y extorsiones, amén de empujar al éxodo a 250.000 vascos en una depuración ideológica sin cotejo en la Unión Europea. Si Churchill aventuraba que «los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas», y tenía razón viendo el alarde de la izquierda totalitaria, los etarras siempre fueron fascistas sin que su capucha encubriera otra cosa que su anonimato para ser impunes a la Justicia.

En lugar de afear que Aizpurua proclamara a Eh-Bildu guardián de «los derechos y libertades de toda la ciudadanía» frente a «los espacios del fascismo en todas sus formas» siendo los carceleros de Ortega Lara, a cuya liberación le dedicó una deleznable portada en su pasquín de Egin: «Ortega vuelve a la cárcel», el yerno del proxeneta Sabiniano Gómez secundó su escarnio para reavivar, de paso, su guerracivilismo polarizando y enfrentando a españoles. Pura náusea o asco, si se prefiere, como blandió la portavoz del PP, Ester Muñoz, repudiando el compadrazgo de Sánchez con quien, en aquellos años de plomo, volcaba su tintero de sangre sobre los demócratas.

Como rehiletera de Sánchez, la vicepresidenta Montero abundó en la defensa de los bilduetarras por haber sido «elegidos legítimamente», confundiendo legalidad con legitimidad como bien diferenciaban ella y su jefe en la oposición. Los legatarios de ETA no sólo enardecen sus crímenes y enaltecen a sus pistoleros, sino que borran la memoria de los demócratas que acribillaron y dictan el porvenir de España. Luego la hoy candidata a la Presidencia de Andalucía se hará la sorprendida como cuando le reconvinieron en la Feria de Abril por su pleitesía a ETA: «Traidora, ¿por qué? No, no». Pues que se pasee en la campaña electoral con Aizpurua vestida como ella de faralaes, si se deja.

Como las lágrimas secan tan pronto como la sangre, Montero propicia la profecía autocumplida de ETA tras el crimen del matrimonio sevillano Jiménez Becerril en aquella fría madrugada de enero de 1998 cuando ella era médico del hospital de Valme con tres huérfanos ilusionados con festejar al despertar el día de la paz en el colegio. «En la cárcel, sus lloros son nuestras sonrisas y terminaremos a carcajadas limpias», se relamía el psicópata, con 25 cadáveres a cuestas, De Juana Chaos. Si aquellos tres niños de 8, 7 y 4 años no podían comprender la salvajada, menos entienden como adultos en que ha degenerado quien hoy justifica el tributo de sangre a EH-Bildu con meliflua sonrisa y con el cinismo de Michael Corleone: «No es nada personal. Son sólo negocios». Ni yendo a la farmacia a por un antiemético.

De esta guisa, Sánchez es indistinguible de la serpiente que ha metido en la cama sin tener que besarse con Otegi como en el supuesto ósculo entre el sempiterno Andreotti y el capo Toto Riina, en un pacto del diablo entre el Estado y la Mafia para suprimir la línea divisoria entre la ley y el delito. Besuqueo al margen, pocas incógnitas se albergan de que la Piovra, el pulpo gigante de la Mafia, aprisionó al Estado con sus tentáculos. Otro tanto Sánchez que ha pasado de hacer lo que prometió que nunca haría a anudarse el cuello con la sierpe bilduetarra.

Desbordando todas las líneas rojas, se instala en las campas de Bildu avalando la ficción de un conflicto como remedo de una cuarta guerra carlista y a la que reconoce su victoria. Si no le importa que escupan sobre las tumbas de sus víctimas y denigra la política antiterrorista de sus mayores, ¿por qué habrían de molestarle las intifadas supremacistas de los herederos de ETA en su sueño cálido de una Albania comunista?

Como ponderó el gran escritor y político Benedetto Croce, con la rendición sin lucha de su país al fascismo, ni lejanamente hubiera pensado que Italia se dejara arrebatar la libertad que tanto esfuerzo había costado y que su generación daba por conquistada para siempre. Pero, tratando de salvar su poder, Sánchez quema la casa como políticos que sólo saben conspirar y mentir para imponerse.