JORGE BUSTOS-EL MUNDO
La legislatura comenzó con don Mariano sobreviviendo entre las ruinas del bipartidismo, y termina con Sánchez braceando bajo los ojos impasibles del separatismo. Se declara la guerra total entre cinco partidos nacionales condicionados por su posición en la ruleta del casino D’ Hondt, donde nacionalistas catalanes y vascos hacen de banca: siempre ganan.
El Resistente subió a la tribuna con su mejor traje de estadista, citó a Churchill –chupito–, se lamentó de la intransigencia que afea este valle de lágrimas y continuó mintiendo como si lo fueran a prohibir por decreto ley. Cargó contra el influjo de la ultraderecha en los partidos institucionales, en clara alusión a PP y Cs con Vox, pero olvidando estratégicamente al «Le Pen español» que le hizo presidente, le tumbó los Presupuestos y le volverá a abrir la puerta de Moncloa si salen los números y a Torra le conviene. Deploró «la simplicidad de la soluciones binarias: un sí o un no», en la esperanza de que nadie le recuerde aquel «no es no» con el que bloqueó España. Reivindicó «la labor parlamentaria»; hablaba el recordman del decretazo que, con las Cortes disueltas, planea descargar la última palada de decretos demagógicos sobre las espaldas de la Diputación Permanente para hurtar a la oposición cualquier posibilidad de debate. Presumió de diplomacia en Gibraltar, momento en que resonaron las carcajadas de May y la presidenta lituana. Se arrogó el liderazgo europeo del reconocimiento a Guaidó, cuando tardó 12 días en hacer lo que Tajani reclamaba desde la tarde del juramento. Y presumió de una regeneración que solo cumplieron el pobre Màxim y la pardilla Montón; a los sucesivos titulares de sociedades instrumentales del Gobierno se les aplicó la doctrina Pepu–Pepo, diría Celaá–, por la cual regenerar tiene un límite y el que resiste gana.
Bustinduy ejerció de hermano Grimm del cuento anticapi global. Ya saben, la alianza opresora entre el Ibex, Trump, Davos, los jueces del Supremo, las inmobiliarias, Franco y el VAR. Todos conspirando contra los demócratas desahuciados que nos arrastramos por Madrid Central cantando el Bella ciao. Calentaba el retorno del Iglesias más 2014, pero entre aquel Podemos y este se interponen demasiadas curas de realidad y un chalet en la sierra con Guardia Civil en la puerta.
A la oratoria e imagen de Casado le conviene lo que hizo ayer: incurrir en el menor número posible de tremendismos retóricos y refutar con clara memoria las trolas desorejadas de Sánchez. El líder popular apostó por el marco en que el PP resulta más creíble: gestión económica. En cambio le perjudica cargar las tintas en la regeneración, no solo por la corrupción de su partido sino porque vienen de pactar con el PSOE que ni el Doctor vaya al Senado a explicar su tesis ni él vaya a la Asamblea de Madrid a recordar su máster.
Pero nadie se odia como Sánchez y Rivera, que ha afilado definitivamente su perfil cinegético. Lo de ayer debería haberlo prohibido el Pacma. El de Cs repasó todos los dedazos, del CIS a RTVE o Correos. Emplazó a Sánchez a no indultar y a dimitir si la sentencia de los ERE es condenatoria. Preguntó cuánto cobra ZP de Maduro. Y sentenció que la involución del PSOE se resume en el cambio de Alfonso Guerra por Adriana Lastra en el número dos. La bancada socialista se revolvía de cólera. No habrá piedad. Empieza la cacería.