Francisco Rosell-El Debate
  • Sánchez auspicia una democracia plebiscitaria que le faculte concentrar todo el poder a costa de debilitar las instituciones e impedir su relevo en línea con los autócratas que arriban al poder por las urnas y luego desbaratan la democracia

Aunque haya división de opiniones al respecto, como en todo lo que atañe al toreo y a la política, donde tantas concomitancias halló el primero de los filósofos españoles, la famosa expresión «mostrar el pico de la muleta» se asoció, en un primer momento, a triquiñuelas para torear alejado del morlaco, lo que acarreaba broncas del respetable al grito de «¡Picooooooo!». Así, en la Feria de San Isidro de 1970, el espada linarense José Fuentes, picado con el tendido del 7 de Las Ventas, se fue a por su mozo de espadas y le pidió una navaja rasgando el pico de la franela a la vista del público. Desde entonces, maestros como Enrique Ponce han despachado por su cuenta y oficio este prejuicio absurdo.

Valga el exordio taurino, con la venia de Andrés Amorós, para desentrañar la última artimaña de Pedro Sánchez. No sólo juega al engaño con su invención de una consulta sobre la oferta pública de adquisición de acciones (OPA) del Banco Sabadell por el BBVA, sino que abre el portillo de la traición a una OPA contra la democracia representativa y su transformación en régimen plebiscitario, a la vez que normaliza el inconstitucional referéndum de autodeterminación que exige el soberanismo. Por eso, sería un colosal error limitarse a vocear «¡Picooooooo!».

Lo merece, desde luego, que, tras el dictamen positivo de la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) con los síes de su presidenta, Cani Fernández, y de los vocales afectos a Sánchez y a Puigdemont, el presidente del Gobierno anuncie —coincidiendo con otro lunes negro del sistema ferroviario— una «consulta pública» para avalar la rectificación que le impone el prófugo Puigdemont y que explica por qué el Sabadell notificó en enero la vuelta de su sede social a Barcelona a los siete años de su mudanza a Alicante por el golpe de Estado secesionista de 2017. Nada que ver, en suma, con el supuesto interés general argüido por Sánchez en la XL Reunión Anual del Círculo de Economía en Barcelona que encabeza, a la sazón, el exconsejero-delegado de la entidad sabadellense, Jaume Guardiola.

En consecuencia, ante esta votación-coartada, no conviene cegarse con el pico de la muleta e ir a su panza. De una tacada, mirando al tendido, Sánchez se ha cargado la libertad de empresa al interferir una OPA que, según la CNMV, no perturba la competencia y expropia de facto a los accionistas su derecho a decidir sobre su dinero. Tal atropello agrava su asalto a la empresa privada. Primero Indra, donde Sánchez colocó en la Presidencia a quien ha vendido su sociedad a la propia compañía tras sus pingues negocios con el COVID. Luego Telefónica, donde desalojó a Álvarez Pallete para aupar al socialista Murtra, tras haberlo ubicado antes en la Presidencia de Indra. Y hogaño la Fundación La Caixa, donde su presidente, Isidro Fainé, creyó blindarse ofrendando la cabeza de Pallete y ha debido cesar a toda prisa al consejero-delegado de Criteria, el holding empresarial de la caja, antes de que Ángel Simón se lo comiera por los pies. Por ahora, el pope ha abortado el plan socialista para reemplazarlo y hacerse con las llaves de las barcelonesas Torres Negras.

Esta consulta sobre la OPA del Sabadell —su enésimo pago en especie al separatismo— trasparenta las intenciones últimas de Sánchez. De un lado, normalizar un referéndum independentista no vinculante, pero que obraría efectos inmediatos caso de ser favorable al soberanismo y, de no serlo, quedaría como cita fija hasta registrar mayoría bastante. No es baladí que Sánchez hablara el lunes en Barcelona de España y Cataluña como dos realidades diferentes verbalizando que «España y Cataluña somos países extraordinarios». Los lapsus no se escriben.

Y, de otro, su ardid trasluce su pretensión indisimulable de transfigurar la democracia representativa en democracia plebiscitaria desarmando el andamiaje constitucional. A propósito de su convocatoria sobre la OPA bancaria, pudiera darse el caso de que Sánchez, como Pablo Iglesias con su espurio sufragio podemita sobre su casoplón, sometiera al pueblo el desacato de una sentencia en su contra, bien en el ámbito familiar, bien de partido, aparentando que se lava las manos como Poncio Pilatos.

Nada es descartable con un sanchismo cuya argamasa —cual «partido cártel», según la acuñación del politólogo irlandés Peter Mair— son las prebendas al cobijo de su caporal. Al anteponer el lucro personal, su ideario se cifra en «ideicas» para escamotear ser el gobierno que más daño ha infligido a las instituciones. Luego de enseñorearse de éstas prometiendo finiquitar la corrupción. Incapaz de administrar seriamente, sus fiascos no le hacen enderezar el rumbo, sino que dobla la apuesta y ahonda el hoyo.

Ante ello, Sánchez auspicia una democracia plebiscitaria que le faculte concentrar todo el poder a costa de debilitar las instituciones e impedir su relevo en línea con los autócratas que arriban al poder por las urnas y luego desbaratan la democracia para usarla a su servicio. En opinión del politólogo alemán Jan-Werner Müller en «¿Qué es el populismo?», publicado dos años antes de llegar el insomne Sánchez a la Moncloa y adueñarse del manual de Pudimos para conciliar el sueño, el prontuario es el siguiente. Primero, polarizan la sociedad; segundo, capturan el Poder Legislativo y Judicial; tercero, arrinconan o ilegalizan a la oposición; cuarto, colonizan los órganos supervisores; quinto, amordazan la Prensa; sexto, prostituyen la sociedad civil; séptimo, se apoderan de juntas electorales; y octavo, mutan la Constitución para obstruir la alternancia. Todo se opera en simultáneo para derruir la democracia con sus instrumentos.

En ello, anda Sánchez. Para este menester, enseña el pico de la muleta y esconde el estoque con el que culminar la destrucción democrática emprendida en 2018 con su ‘moción Frankenstein’. Enfundado en el populismo, Sáncheztein afrontará en 2026 —si llega— unos comicios plebiscitarios para dirimir —no en igualdad— si España transita a una tiranía constitucional o pervive su democracia representativa. Ahí estriba el peligro que anida en el vientre de esa falsa convocatoria sobre esa OPA bancaria con la que Sánchez ensaya su otra OPA a la democracia española.