Teodoro León Gross-ABC
- Desde la moción, falsamente promovida para convocar elecciones, se han aferrado al poder a golpe de mentiras
A saber si la portavoz del PSOE se sentiría capaz de mantenerle un pulso a un o una portavoz del PP espetándose mutuamente sus escándalos de corrupción. Apuesten a que no. Y no sólo por la dificultad evidente de la señora Peña para leer de corrido, siquiera como una chavala de cuarto de la ESO. Basta la teoría de la disuasión formulada en la carrera nuclear: por no destruirse mutuamente. Mientras ella leyese Gürtel, Púnica, Erial, novio de Ayuso, Neverland, Kitchen, Tándem, Correa, Lezo, Novo Cartago, Eólicas… desde el otro lado del ring le irían replicando Filesa, ERE, Roldán, Flick, Uniformes, Mariano Rubio, Ibercorp, Eivissa Crea, Faffe, Pokemon, Asesores, Marismas, Mercasevilla, Delcy, Tito Berni, Mascarillas, y así hasta la trama Koldo, con la línea de los hidrocarburos, y además Begoña Gómez y David, el hermánísimo Sánchez. La mera hipótesis de que el PSOE pueda dar lecciones de honestidad pública es una broma de trazo grueso, pero en realidad hace ya tiempo que no pretenden ser ejemplo de nada. Se conforman con el «y tú más»a sabiendas de que su clientela tampoco necesita más para mantener la ficción de representar el lado correcto de la Historia frente a la derecha caricaturizada como ángeles negros. Creerse mejores les basta, y lo último sería prestarse a comprobaciones.
El Caso Ábalos, figura clave del sanchismo desde las primarias contra Susana Díaz –ella sostiene que le hizo juego sucio, y a estas alturas nadie lo dudará demasiado– hasta la moción de censura que lo aupó al poder con socios hasta entonces innombrables que Rubalcaba bautizó como Frankenstein, ya hubiera merecido algunas explicaciones rigurosas de cualquier otro gobierno con más hechuras democráticas. Pero nada; sólo silencio o mentiras. Moncloa suma ocho versiones distintas del caso Delcy, con falsedades groseras del propio presidente, su entonces nº 2 (Ábalos) y su actual nº 2 (Marisú Montero), y suma y sigue, hasta las dos portavoces ignaras del PSOE a las que dan a leer cada semana nuevos argumentarios delirantes. Considerando que la mentira es corrupción para la Ciencia Política –como toda violación de las reglas del juego para obtener un beneficio– el sanchismo es básicamente un sistema corrupto. Desde la moción, falsamente promovida para convocar elecciones, se han aferrado al poder a golpe de mentiras. Todas las promesas de Sánchez de no pactar con Bildu o Podemos, de no ceder a medidas de gracia y perseguir el golpe del 1-O, de proteger la Corona y el orden constitucional, se han incumplido. Último capítulo: mercadear con la solidaridad de la caja única por unos votos. Lo que algunos autores denominan ‘clima ético’, como la propia Applebaum, se fue derrumbando desde el primer asalto de su tesis plagiada que le valió el apodo certero de Dr. Fraude. Los escándalos sólo ensanchan el agujero negro, pero la clave de bóveda de la corrupción del sanchismo es la mentira. Y no se le ve el final.