EL MUNDO 27/06/17
ARCADI ESPADA
· Una de las bases del independentismo es la repulsión que a los nacionalistas les inspiran los españoles.
HE APURADO la hora de cierre de esta columna por si se había producido alguna novedad respecto al estado de salud de Miguel Lupiáñez, alcalde de Blanes, que había sido entrevistado a primera hora de la mañana donde Alsina. El alcalde, que milita en el partido socialista y gestiona una ciudad de 40 mil habitantes y 46 millones anuales, había sido invitado a que explicara su postura favorable al referéndum de autodeterminación. Nada más saberse en antena, el alcalde Lupiáñez se lanzó a un desconcertante intento de explicación de su punto de vista. No solo yo pensé que algo iba mal. Con irónica elegancia el conductor del programa aludió a la tópica torpeza de una mañana de lunes, aunque atribuyéndose a sí mismo los efectos. Pero Lupiáñez no se arredró. Luego de su incomprensible balbuceo, que tan llamativamente chocaba con su autodeterminación, empezó a explicar las diferencias entre Cataluña y el resto de España, que conocía bien por alpujarreño emigrado de niño a Blanes. Hay que escuchar toda la entrevista, porque es un testimonio apopléjico de nuestra era; pero digamos que el cenit sintético se alcanzó cuando en lenguaje indirecto dijo Lupiáñez que la diferencia entre Cataluña y el resto de España era como la de Dinamarca y el Magreb. La irreflexividad propia de cualquier tertulia me hizo calificar con dureza sus palabras. Luego lo lamenté, porque temía que su intervención tuviera una seria explicación atenuadora. Pero no ha trascendido, como dicen los periodistas divinos. Ni ha habido parte médico ni ha sido expulsado de su partido. De lo que se deduce que estaba orientado y que su partido considera que las distinciones entre catalanes y alpujarreños son rigurosas técnicamente y moralmente irreprochables.