Jorge Martínez Reverte-El País
¿Mandela y Gandhi actuarían contra el Estado de Derecho español si vivieran en Cataluña? Yo creo que no
Lo de los políticos indepes en Cataluña amenaza con romper cualquier sistema de medidas de los comúnmente aceptados para medir cualidades en los foros mundiales.
Empezó Artur Mas, con su inolvidable sonrisa del día en que miles de catalanes silbaron al himno de España delante del rey Felipe VI, que tuvo el descaro de compararse con Martin Luther King y su sueño. Su discurso tenía un grave problema estructural, porque King soñaba con hacer iguales en derechos a los afroamericanos y los blancos en Estados Unidos, mientras Mas y los suyos quieren hacer distintos a los catalanes nacionalistas de los que no lo son. Un camino muy diverso.
Pero Joan Tardà, que es un tipo afable pese a su discurso a veces destemplado, ha llegado aún más lejos: los políticos independentistas son como Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, según él, y el Estado español, como el Imperio Británico, repartiendo condenas a cadena perpetua a cándidos y sencillos presuntos practicantes de la rebelión y la traición, como son los Jordis. Tardà ha sido vigorosamente aplaudido por su compañero de banco, el sutil Gabriel Rufián. Eso, supongo yo, debe de dar un montón de ánimos.
Ahora bien, convendría al discurso de Tardà y Mas algún análisis tranquilo de las magnitudes. Su cháchara comparativa se parece a la de los periodistas que se entusiasman y cambian hectáreas por campos de fútbol, por ejemplo.
¿Mandela y Gandhi actuarían contra el Estado de derecho español si vivieran en Cataluña? Yo creo que no. Yo creo que habrían puesto sus energías al servicio de que el voto de más de la mitad de los catalanes sirviera para algo. Yo creo que habrían estado en contra del golpe contra el Estatut y la Constitución que dieron los indepes a principios de septiembre. Igual que pienso que Ghandi se oponía a las matanzas entre comunidades hinduistas y musulmanas, en India y Pakistán. Nelson Mandela también dedicó su vida a luchar por que en su país, en la República Sudafricana, los ciudadanos fueran iguales al margen del color de su piel. A mí, por lo menos, me suena eso.
Se les va acabando el santoral político a los indepes. Les queda la traca final, que dejan seguramente para que la dispare el diputado charnego reconvertido en tabernario profeta de la independencia: Carme Forcadell es como Teresa de Calcuta. No le faltan cualidades, aunque se haya desdicho de su credo en alguna ocasión. Pero ya ha actuado con contundencia contra las minorías, que parece ser la esencia de los indepes cuando son la mayoría.