Comienza a las 3.07 del 9 de octubre de 2024 cuando EL ESPAÑOL publica una noticia titulada «Santos Cerdán negoció con Koldo tras la auditoría de Puente a Ábalos para llegar a un pacto de no agresión».
La literalidad del título es muy importante. En la reunión de portada de la tarde anterior aquilatamos cada palabra para decir exactamente lo que podíamos demostrar.
Otro tanto hizo el autor —Jorge Calabrés, firmante de las principales exclusivas sobre el caso Koldo-Ábalos— cuando redactó el texto. En la primera línea aseguraba que el actual número tres del PSOE y el hombre para todo del exministro «mantuvieron contactos», cuando trascendió la auditoría que tanto enfureció a Abalos.
Era la evocación del chiste del dentista: «¿Verdad que no vamos a hacernos daño, doctor?». Solo que de cabo furriel a sargento chusquero. ¿Qué había sido Santos Cerdán sino el mando a distancia de Ábalos para controlar Ferraz?
El párrafo tercero de la noticia hacía una importante revelación: «Santos Cerdán llamó al exasesor y hombre de confianza de Ábalos el pasado 28 de agosto sobre las 22 horas».
No había sido una llamada cualquiera. En otro tiempo le hubiera costado un ‘congo’ porque la hizo desde Ciudad de México, donde acababa de firmar un acuerdo de colaboración con el partido de López Obrador y Claudia Sheinbaum. Quizá en reconocimiento del trato que sus líderes vienen prestando a nuestro Jefe del Estado.
Pero además del día, la hora y la procedencia de la llamada, Calabrés invocaba «testimonios presenciales». Lo que significa que su fuente era alguien que estaba junto a Santos Cerdán en México o junto a Koldo en Madrid cuando ambos hablaron. Y que por tanto pudo escuchar la mitad de la conversación. O quién sabe si la conversación completa, en caso de que usaran la función de manos libres.
La segunda revelación estaba incluida en el párrafo séptimo: «Ambos interlocutores ‘se tomaron un café’ en la segunda semana de septiembre en Madrid». Lo relevante en este caso es que hubiera una concreción entrecomillada —la del café— y que la noticia se atribuyera a «fuentes próximas» a los implicados.
Seguía el relato de lo hablado entre el exportero de discoteca y el exchófer de Sánchez. Estos dos hombres de Estado no sólo «restablecieron la confianza», sino que Cerdán le dio a Koldo una serie de detalles sobre cosas que iban a suceder y terminaron sucediendo. Como la crisis con Tudanca o el lugar y fecha del encuentro fijado con Puigdemont en Suiza.
¿Cómo no va a ser «cuestión de versiones» si esa es la sustancia del periodismo, del proceso judicial y de la propia democracia?
Cuatro párrafos más abajo, Calabrés, escrupuloso como siempre a la hora de contrastar la información con las partes, incluía también el desmentido de Santos Cerdán: «EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con el dirigente socialista, que niega cualquier contacto con Koldo García, personal o telefónico. Cerdán afirma que no ha vuelto a tener contacto con Koldo desde finales de 2023 y repite lo que dijo, respecto a este punto, en la comisión del Senado«.
Para que no quedara ninguna duda de cuál era la posición de Santos Cerdán, decidimos destacar en ‘negritas’ las palabras «niega cualquier contacto con Koldo García«. Cualquier lector avisado entendía el mensaje: EL ESPAÑOL había cumplido con su diligencia informativa dando voz al afectado, pero daba más credibilidad a sus fuentes y mantenía su versión de los hechos.
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Pero esto no iba a quedar así. Claro que no. Ferraz no lo iba a consentir.
A las 7.53 de ese mismo 9 de octubre el director de comunicación del PSOE, Ion Antolín, me envió un educado whatsapp con un enlace a la noticia: «Buenos días, director. Vamos a pediros la rectificación de esta información».
A las 8.00 le contesté cordial: «Veo que ya incluye la versión de Santos. Pero muy bien, mandadnos lo que os parezca. Abrazo».
A las 8.04 Antolín cambió de tono y levantó la voz: «No es cuestión de versiones. Es que no hay una verdad en toda la noticia, y cualquiera que piense que Santos Cerdán ha estado a menos de 10 km de Koldo sencillamente ha perdido el juicio».
Ni que le hubiéramos acusado de mantener reuniones clandestinas con prófugos de la justicia en el extranjero para amañar leyes en perjuicio del conjunto de los españoles
Caray. ¿Qué concepto de la libertad de expresión y del debate público tiene el hombre que ejerce de portavoz del partido del Gobierno? ¿Cómo no va a ser «cuestión de versiones» si esa es la sustancia del periodismo, del parlamentarismo, del proceso judicial y de la propia democracia?
También me llamó la atención cómo ponía la mano en el fuego por su jefe y lo sobrado que iba con lo de los «10 kilómetros» y lo de haber «perdido el juicio». Bueno, mientras sólo nos llamara chalados…
Se me ocurrieron varias formas de contestarle, pero decidí no entrar al trapo y plantarme en ese enclítico y expectante «mandadnos lo que os parezca».
Tardaron seis días en hacerlo, siendo el plazo legal de siete. Con fecha 15 de octubre, cuando el episodio ya había quedado sepultado bajo el alud de novedades derivadas del informe de la UCO sobre Ábalos, recibí un burofax en papel timbrado del PSOE. Llevaba la firma del abogado Alberto Cachinero Capitán, avalada por un poder para pleitos extendido a su nombre por Santos Cerdán.
En el escrito se invoca el «honor vulnerado» del secretario de Organización del PSOE y se me anuncia «el ejercicio del derecho de rectificación en defensa de su honor». El honor por aquí, el honor por allá. Ni que le hubiéramos acusado de mantener reuniones clandestinas con prófugos de la Justicia en el extranjero para amañar leyes en perjuicio del conjunto de los españoles.
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La comunicación de su apoderado incluye, por otra parte, dos elementos sorprendentes. El primero, el argumento de que «pese a que ciertamente se recoge que don Santos Cerdán ha negado el contenido de dicho artículo periodístico, su periódico ha publicado el mismo, sin contrastar los comentarios y contenidos que en este artículo se vierten, por lo que en su nombre ejercitamos su derecho de rectificación».
A luz de la legalidad y la jurisprudencia, estaríamos ante un doble oxímoron. ¿Cómo íbamos a «recoger» el desmentido de Santos Cerdán si no hubiéramos «contrastado» con él su contenido? ¿Y no es acaso la publicación de tal desmentido el propio objeto de ese derecho de rectificación que de forma redundante se pretende ejercer de nuevo?
El Metternich de Milagro pretende que nos «retractemos» de nuestro relato, con ceniza sobre las sienes y sayal de penitentes, asumiendo que su versión es veraz y la nuestra mendaz
La respuesta a ambas contradicciones aparece en una frase tan inaudita como reveladora en la que el propio Santos Cerdán me conmina a «rectificar la información que se hizo pública, retractándose de la misma e informando verazmente». Aún sigo frotándome los ojos.
Porque lo que pretende el Metternich de Milagro no es que difundamos su relato, sino que nos «retractemos» del nuestro, con ceniza sobre las sienes y sayal de penitentes, asumiendo que su versión es veraz y la nuestra mendaz.
¿Qué infusión de ‘ordeno y mando’ habrían inhalado los cerebros de esta estrategia en Ferraz? Supongo que las sobras de las que bebieron quienes desde Moncloa encargaron a la Abogacía del Estado la querella contra el juez Peinado.
Es muy grave que sea el número tres del PSOE quien se haya equivocado tan patosamente de ventanilla. Para conseguir su propósito se recurría in illo tempore a la Santa Inquisición y, durante el franquismo, a la censura.
En democracia, a falta de uno, tiene dos caminos para taparnos la boca o hacernos pagar por ello: puede presentar una demanda civil al amparo de la Ley del Derecho al Honor o una querella por injurias o calumnias. Lo que no está en sus manos es convertir la Ley reguladora del Derecho de Rectificación en lo que no es y esperemos que no sea nunca, por mucho que la modifique Bolaños.
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Sin necesidad de que recurriera a ninguna ley, ya dimos voz a Santos Cerdán. Ahora vuelvo a hacerlo para dar cuenta a los lectores que el texto que pretende hacernos publicar en el ejercicio de su derecho de rectificación como «añadido a lo ya negado y recogido» es el siguiente:
«Don Santos Cerdán, Secretario de Organización del PSOE, no se ha reunido con Koldo García en septiembre de 2024 ni, en consecuencia, ha tenido conversación alguna con el mismo con el contenido especulativo que se señala en el artículo».
Al tratarse tan sólo de una reiteración parcial de su anterior desmentido omnicomprensivo ya publicado —«niega cualquier contacto, personal o telefónico»— nuestros servicios jurídicos han dictaminado enseguida que no tiene derecho a acogerse al precepto que invoca y por lo tanto que no estamos obligados a acceder a sus exigencias en cuanto a plazos, presentación o formato.
Cualquier atisbo de crédito que pudiéramos dar a Cerdán queda estrangulado por la cuerda con la que su mandatario lleva camino de ahorcarle
Acataremos, por supuesto, cualquier decisión de los tribunales si recurre a ellos y le amparan frente a esta negativa. Y además lo haremos sin otra contrariedad que la hermenéutica, pues entendemos que cuanto más se airee la literalidad de este segundo desmentido, mayor credibilidad obtendrá la noticia original, en cuyo contenido nos ratificamos punto por punto.
Santos Cerdán debería contratar mandatarios o amanuenses más cualificados. Porque en tiempos de Google Meets, Skype, WhatsApp, Twitter o Tinder, negar un encuentro presencial no implica «en consecuencia» desmentir que haya tenido lugar «conversación alguna».
Pero más allá de este detalle, seguro que quien siga enganchado a este vodevil revelador de la cualificación de Cerdán y su equipo, habrá reparado que, así como esta nueva rectificación niega enfáticamente la «reunión» de «septiembre» con Koldo, nada expresa sobre la llamada telefónica que le hizo desde Ciudad de México el 28 de agosto sobre las 22 horas. Este es el segundo elemento sorprendente.
Seguro que no es que se le olvidara. ¿A qué se debe esta omisión? ¿Quizás a que Calabrés atribuyó el conocimiento de ese primer contacto a «testimonios presenciales» y el del «café» de septiembre tan sólo a «fuentes próximas»? ¿Quizás a que las llamadas telefónicas quedan registradas y las reuniones clandestinas no?
Por el contrario, he aquí una nueva «ratificación» como la sugerida por el TC: «Santos Cerdán negoció con Koldo, tras la auditoría de Puente a Ábalos para llegar a un pacto de no agresión».
Lo que es evidente es que, en función del principio de que quien calla otorga, el resumen periodístico de este burofax bien podría dar pie a una nueva noticia titulada así: «Santos Cerdán vuelve a desmentir que tomara café con Koldo en septiembre, pero no niega que le llamara por teléfono desde México en agosto».
Comprenderán ustedes que cualquier atisbo de crédito que aun pudiéramos dar a Santos Cerdán haya quedado de esta manera estrangulado por la propia cuerda con la que su mandatario lleva camino de ahorcarle.
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Porque, vamos a ver, esto de requerir el ejercicio del derecho de rectificación queda muy pinturero, sobre todo una vez que ya ha sido satisfecho motu proprio por EL ESPAÑOL. Pero, poniéndonos en el supuesto de que un juez disienta de la interpretación de nuestros servicios jurídicos y nos obligue a publicar de forma exenta, visible y sin apostillas, este escueto segundo desmentido —lo que, como digo, haríamos con alegre diligencia—, ¿qué significado tendría eso?
Hace ya casi cuarenta años que el Tribunal Constitucional contestó a esa pregunta, sentando la doctrina que una y otra vez ha reiterado. Lean, por favor, señores Cerdán, Antolín y Cachinero Capitán:
«La resolución judicial que estima una demanda de rectificación no garantiza en absoluto la autenticidad de la versión de los hechos presentada por el demandante». O sea que resulta que sí es «cuestión de versiones».
Pero sigan leyendo con especial atención porque deben saber a qué atenerse:
«El simple disentimiento por el rectificante de los hechos divulgados no impide al medio de comunicación social afectado difundir libremente la información veraz, ni le obliga a declarar que la información aparecida es incierta o a modificar su contenido, ni puede considerarse tampoco la inserción obligatoria de la réplica como una sanción jurídica derivada de la inexactitud de lo publicado. Por el contrario, la simple inserción de una versión de los hechos distinta y contradictoria (vaya por Dios, con las «versiones») ni siquiera limita la facultad del medio de ratificarse en la información inicialmente suministrada o, en su caso aportar y divulgar todos aquellos datos que la confirmen o la avalen» (TC, Sala Segunda. 168/1986 de 22 Dic.)
Brrr… ¿Quién sería el juez afín a los pseudomedios de la fachosfera que redactó esta sentencia como ponente? Si la memoria democrática de Santos Cerdán y su equipo no alcanza, pueden preguntar a Google por Jesús Leguina Villa, miembro del Consejo del Poder Judicial a propuesta del Grupo Parlamentario Socialista y elegido magistrado del Tribunal Constitucional a propuesta del Grupo Parlamentario Socialista.
Conclusión: si Santos Cerdán espera una «retractación» de EL ESPAÑOL por la vía que ha elegido, antes rebrotará el pelo en mi tonsura, el flequillo del señor Tellado o el tupé de la estatua de Indalecio Prieto.
Por el contrario, he aquí una nueva «ratificación» como la sugerida por el TC: «Santos Cerdán negoció con Koldo, tras la auditoría de Puente a Ábalos para llegar a un pacto de no agresión». ¿Cuántas veces quiere que lo repitamos?
Cerdán podría aconsejar a Sánchez que responda a Feijóo: «¿Cuántas veces, dónde y sobre qué hablaron usted o su mujer con el señor Victor de Aldama, actualmente en prisión?»
Comprendo que las revelaciones incluidas en este artículo, que invito a los lectores a seguir consultando, contradicen o más bien quiebran el discurso del PSOE y del propio Sánchez sobre la reacción inmediata y fulminante contra la corrupción en su seno.
Como además él invoca la «vulneración de su honor», lo recomendable sería que, al margen de cómo le salga este brindis al sol de su tartamuda re-rectificación, Santos Cerdán actuara contra nosotros por la vía civil o la penal —la militar ya no está disponible— e intentara hacer prevalecer su «versión» mediante el correspondiente procedimiento de contradicción y prueba.
En caso de que no se sienta con ánimo para ello, siempre le quedaría la alternativa, ayudado por su competente equipo, de elaborar una «versión» verosímil del propósito y contenido de sus contactos con Koldo.
Podría empezar diciendo que un compañero de fatigas de tantos años, un copartícipe de tanta información reservada, un testigo de tantas situaciones singulares, tampoco puede convertirse de la noche a la mañana en un leproso apestado.
De paso, desde Ferraz podría aconsejar a Moncloa que el presidente tuviera a bien contestar la pregunta que Feijóo le dirigió al inicio de la sesión de control del miércoles: «¿Podría decir a los españoles cuántas veces, dónde y sobre qué hablaron usted o su mujer con el señor Víctor de Aldama, actualmente en prisión?».
Porque, aunque él fingiera no haberla escuchado, millones de ciudadanos —y el Diario de Sesiones— sí lo hicieron.