José Alejandro Vara-Vozpópuli
Ausente MJ Montero, el fiscal general («comisario político», le dijeron) se erigió en fantasmal protagonista de la primera sesión de control posnavideña
Cuando Merian C. Cooper presentó a la RKO su proyecto para rodar King Kong, los mandamases de la productora le respondieron: “Esto está muy bien, es buena historia, pero quiten al gorila”. En el retorno a la actividad plenaria en el Congreso, después de dos meses de vacaciones navideñas, también apartaron al gorila. Que en este caso era, dicho con todo el respeto, la vicepresidenta MJ Montero, ausente por indisposición, según el parte oficial. Era la presencia más esperada en este retorno de las sesiones de control. La foto deseada, Montero junto a Yolanda Díaz, su temible rival en el pulso por la imposición del IRPF al salario mínimo.
Las vísperas habían sido de tensión, con la escenita protagonizada por Yolanda Díaz y Pilar Alegría, un duelo de comadres nunca visto en la sala de prensa del Consejo de Ministros. “Eso no es así”, es lo único que acertó a susurrar la portavoz del Gobierno ante una ministro de Trabajo imbuida en su papel de Evita con grelos, defensora de los descamisados y prima dona de los desfavorecidos.
No hubo foto Montero-Yolanda, pero sí un detalle algo picante cuando, ante la ausencia de la vice-uno, la vice-dos aprovechó para arrimarse al ‘número 1’, que había entrado en la sala en solitario, algo inusual, y que sonreía con esa mueca de cartón escocido que exhibe en estas mañanas parlamentarias que tanto detesta. Yolanda aposentada en el escaño de MJ Montero y a la vera del presidente. La escena tenía ese algo de vendetta, un regusto a revancha con mala baba, un sonoro bofetón en la mejilla ausente. Así andan las cosas en el Gobierno, revueltas como en un vodevil desmochado, agitadas como el martini que nunca se tomaría Bond. Desbordado todo de enormes grescas y cerebros canijos.
Poco le duró a Yolanda su risueña escenita del sofá parlamentario junto al codo del presidente. Sánchez batió su récord y esta vez tan sólo resistió veinte minutos en el Hemiciclo. Lo que se tarda en cortar los huesos de un antebrazo, diría Bayle.
“Ahora lo fían todo a eliminar whatsapps y a legislar en beneficio de un hombre en concreto y una mujer en concreto. Señor Sánchez, puede borrar y borrar pero en su hemeroteca no lo podrá borrar jamás”. Luego volvió con lo de que “usted no puede salir a la calle”
Los escaños transmitían un regusto a desgana y tedio, como en esas ceremonias cansinas e interminables que se deslizan con la pereza de Patxi López al acicalarse o de los ministros Hereu y Planas al combatir los excesos navideños acumulados bajo el cinturón que aún perduran, válgame el Señor. Marlaska, tan coquetuelo y pintón, ofrecía sin embargo un aire de linyera desprolijo, como si se le hubieran pegado las sábana. Madame Armengol, sesteaba con ostensible desinterés desde su altillo, al que se encarama renqueante por su lesión de rodilla.
Cumplida una hora de la sesión, en la bancada azul tan sólo sobrevivían cinco ministros. El resto (ojo que son 22) había huido, sin excusas ni disimulos. Aquí ya nadie guarda las formas. Si se va el 1, los demás se evaporan. Tiempo hubo para algún lance, unas pequeñas trompadas, alguna novedad. Fuerte arrancó la sesión Núñez Feijóo al calificar a Sánchez de ‘títere del separatismo” y al centrarse en los guasaps borrados por el fiscal general del Estado de su móvil el propio día de ser imputado. “Ahora lo fían todo a eliminar whatsapps y a legislar en beneficio de un hombre en concreto y una mujer en concreto. Señor Sánchez, puede borrar y borrar pero en su hemeroteca no lo podrá borrar jamás”. Luego volvió con lo de que “usted no puede salir a la calle” y hasta le reprochó su ausencia de dignidad porque, de tenerla, “ya se habría marchado”.
El aludido, que no parece estar muy de acuerdo porque nos tiene prometido quedarse hasta el 27 y más allá, obvió las referencias a la corrupción que desborda su dormitorio, su familia, su despacho, la sede de su Gobierno y la de su partido y optó por su juego favorito, manipular las cifras para exhibir el grandioso devenir de nuestra economía. Para esto ha quedado el presidente en los debates, para oficiar de brioso contable, una especie de chamarilero de los Excel.
Abascal, tan pancho después de su cumbre patriótica del fin de semana, le culpó de los aranceles de Trump que están por venir y le tocó la fibra sensible: “Meloni cae bien y usted cae mal”. Rufián, de verbo resacoso y sin trabajar, árido como un sándwich de arena, se hizo un lío con lo woke y no woke, tanto que al final no acertaba a distinguir un trans de un operador de telégrafos.
Algo debería hacerse para que la Cámara no sea el escenario de una representación vacía, de una función inoperante y yerma. Así la quiere Sánchez, vaciada de su imprescindible sentido, de su respetabilidad de entonces, cuando todos éramos felices
Miguel Tellado, portavoz popular, siempre reserva algún detalle a Félix Bolaños. Lo hubo. “¿Trataba el fiscal García Ortiz de borrar algunos mensajes comprometedores del presidente? ¿O quizás mensajes suyos? Qué vergüenza ser el ministro de Justicia de este Gobierno”. El triministro atraviesa una etapa de torpe languidez en sus peroratas. Se aferra al fango y al bulo, habla de forma torturada, gasta chistes de guionista de Guayomin y da grima hata a los suyos. Tiembla cuando se enfrenta a Cayetana Álvarez de Toledo, su peor pesadilla. La diputada del PP, luego de darle un repaso a García Ortiz, que “destruyó pruebas, como un delincuente confeso”, “es un comisario político disfrazado de fiscal, un fiscal con antifaz”, se centró en Bolaños para cumplir con la liturgia. “Ultras repite, Orban señala, mientras asalta instituciones y hostiga a los jueces. Orban son ustedes”. El interpelado, “-siempre adelante, siempre en el mismo sitio”, como el rebaño de Panurgo- no se fatiga al corear la misma cantinela, idénticas pavadas sobre los bulos, tediosas chorradas sobre los ultras, sobre los tics autoritarios, sobre la supuesta ideología de Cayetana. Es un combate desigual, un pulso tan desequilibrado que incluso mueve a la lástima.
Podrían sus señorías haberse quedado en casa, haber prorrogado las fiestas navideñas en diálogo intenso con la zambomba y el mazapán. Nadie los habría echado de menos. Sánchez desprecia la vida parlamentaria como descree de la democracia. Estas reuniones del Congreso se mantienen por inercia, por tradición. Malo será si desaparecen pero algo debería hacerse para que la Cámara no sea el escenario de una representación vacía, de una función inoperante y yerma. Así la quiere Sánchez, vaciada de su imprescindible sentido, de su respetabilidad de entonces, cuando todos éramos felices y la Carrera de San Jerónimo no olía a Caracas.
A la única que se echó de menos, en efecto, fue a MJ Montero, a quien su jefe ni mencionó, ni un guiño, ni una caricia verbal siquiera de trámite. No tuvo el detalle de elogiarle su labor ni valorar su entrega. Al cabo, la ha mandado a Andalucía a que se estrelle contra el imbatible Juanma Moreno. Cayó en desgracia cuando los cinco días de retiro del narciso enamorado. Se postuló, imprudente. Ahora le ha tocado meter el rejonazo fiscal al salario mínimo. Quizás disfrute en la suerte pero más gozaría si su jefe le hiciera una caricia.
La vuelta a la actividad plenaria ha resultado desvaída. Imposible animar la sesión sin la imprescindible protagonista. Imposible hacer King Kong si quitan al gorila.