EL MUNDO – 07/11/15 – ENRIC GONZÁLEZ
· Todo lo que ocurre, incluyendo lo más trágico, está cargado de ironía. A menudo en su forma más brutal, la del sarcasmo. Algunos acontecimientos la llevan incorporada. Otros se hacen irónicos con el tiempo. Fíjense, por ejemplo, en Alfonso Guerra, pidiendo que el Estado actúe contra la «rebelión catalana» como la República hizo en 1934 contra el pronunciamiento de Lluís Companys.
Guerra podría haber hecho también algún comentario sobre la rebelión contra la República que el PSOE organizó ese mismo año, 1934, y que en Asturias causó más de 2.000 muertes. Interpreto que Guerra reniega en clave irónica de la revolución asturiana y de Francisco Largo Caballero. Se trata, por supuesto, de una interpretación piadosa.
Las personas podemos mostrar piedad. La Historia, no. ¿Qué me dicen de Convergència Democràtica de Catalunya? El partido hegemónico en Cataluña desde 1980, el partido que logró encerrar a la izquierda catalana en el marco del nacionalismo, está siendo zarandeado por la CUP, un partido de izquierda independentista tan revolucionario como pujolista: en sus documentos se habla de «la identidad nacional».
La CUP inflige a CDC la misma tortura que CDC infligió al PSOE y al PP cuando estos partidos necesitaron sus votos en el Congreso español. ¿Se acuerdan? Muchos decían entonces que la Minoría Catalana no tenía derecho a imponer sus criterios sobre la mayoría parlamentaria, fuera socialista o popular. Justo lo que dicen ahora los convergentes: ¿cómo es posible, se preguntan, que los 10 diputados de la CUP impongan sus condiciones a los 62 de Junts pel Sí? Pues es posible, amigos. Fue posible que Aznar se ridiculizara a sí mismo con aquello de que hablaba catalán «en la intimidad», y ahora lo es que Artur Mas, un señor de derechas que jamás quiso la independencia catalana, haga el ridículo convertido en el Che Guevara de la calle Tuset.
CDC, carcomida por la corrupción, desprestigiada por el latrocinio de los Pujol y la gestión lamentable de Mas, hecha unos zorros por los zarpazos de ERC y CUP, ya no se atreve a concurrir a unas elecciones bajo sus propias siglas. A las generales irá como Democràcia i Llibertat, un nombre rotundamente autoirónico. En cuanto a Mas, tal vez consiga su objetivo de pasar a la Historia: como el tipo que intentó manipular una causa legítima, la de la independencia, y logró que tanto él como la causa se cubrieran de oprobio.