Pablo Martínez Zarracina-El Correo

  •  No hay acuerdo entre PSOE y Junts mientras aumenta la tensión en los juzgados y las calles

La semana pasada se nos dijo que la investidura de Pedro Sánchez era inminente, pero todo se ha complicado. Ayer los negociadores se reconocían incapaces de «dar un horizonte temporal», que imagino es como se dice ‘fecha’ si eres negociador. Me preocupa esa gente. Santos Cerdán, sobre todo. Es que le veo allá en Bruselas, saliendo del hotel y cruzando calles, entrando en edificios, recorriendo pasillos, saliendo de edificios y asegurando que todo va bien y que se queda a dormir otra noche en la capital belga… Es como si no estuviese negociando con Puigdemont, sino buscándole. Confirmando que su verdadero talento es el del recochineo -que no viene del cochino sino de la recocción-, ayer el expresident no se reunió con Cerdán, pero sí lo hizo con el prior de Montserrat. Es que el religioso fue a Bruselas por un motivo realmente inaplazable: la celebración del milenario de la Abadía en 2025.

Mientras tanto, en España se suceden los movimientos en los juzgados y en las calles. Ambos son contra la amnistía como transacción y avanzan del peor modo posible. Tiene que ver con los jueces dedicándose a la intervención política, lo que solo garantiza una mayor corrosión del sistema, y con la protesta infectándose de extremismo y violencia, lo que solo garantiza una mayor polarización.

El panorama es como se ve inmejorable y puede que Puigdemont le preguntase ayer al prior de Montserrat si es teológicamente posible que desde el 23-J la Divina Providencia se haya hecho de Junts y esté abiertamente de su lado. Entre los milagros acaecidos en las últimas horas, que los antidisturbios aporreen ahora a quienes ondean banderas españolas. También que, ante los insultos y las amenazas frente a sus sedes, el PSOE se hinche de dignidad y reivindique su historia. Lo sobrenatural está en que lo haga mientras extiende cuidadosamente ambas, la dignidad y la historia, ante el independentismo catalán, para que baile encima una sardana.

Portugal

Dimitir obviamente

António Costa dimitió ayer como primer ministro de Portugal. Lo hizo apenas unas horas después de que la Policía detuviese a su jefe de gabinete en una investigación por corrupción relacionada con el sector del litio y el hidrógeno verde. La noticia es por supuesto que ya no nos queda ni Portugal. Además de una especie de Javier Arenas muy bronceado tras otro verano espectacular en Sotogrande, António Costa era el presidente de un Gobierno socialdemócrata que parecía llevar al país hermano por una senda estable, pacífica y próspera. Cuántas veces se propuso desde este rincón la solución ibérica, pero la de verdad, la de la unificación entre España y Portugal bajo un Gobierno luso y necesariamente pessoano. Pues hay que seguir esperando al buen rey Don Sebastián. No queda otra. Un caso de corrupción relacionado con hidrógeno verde saca de la pista a António Costa, que les aseguró ayer a sus ciudadanos que nada tiene que ver con la investigación en curso. Pero también les dijo que la dignidad de su cargo es incompatible con la más mínima sospecha. Así que presentó «obviamente» su dimisión. Al otro lado de la frontera, sorprendió la velocidad, pero mucho más el adverbio.