EL MUNDO 27/04/13
ARCADI ESPADA
Querido J:
Por lo que hasta ahora sabemos, y sabemos mucho, los hermanos chechenos que mataron a tres personas en Boston e hirieron a 282 no formaban parte de ninguna organización más o menos ideologizada y estructurada y sus lazos con el islamismo, aunque evidenciados, eran superficiales.
Tampoco parece que la noción de grupo, de hermandad, al menos en el sentido formal que manejan algunos expertos en terrorismo, como Scott Atran, para explicar el empujón que convierte a alguien en un asesino fuera en este caso significativa. El grupo queda reducido a dos hermanos, entre los que el mayor ejercía el habitual ascendente.
Los asesinos de Boston eran varones jóvenes y tal vez emocionalmente desarraigados de la comunidad a la que atacaron. Hasta ahora no consta de ellos ninguna anomalía psíquica, aunque habría que mirar a fondo la cabeza del superviviente.
Un dato me ha llamado la atención: aprendieron a fabricar sus bombas en una revista. Yo había oído que una fuente de aprendizaje de los terroristas eran los manuales que circulaban por la red dedicados a este menester. Pero jamás que hubiera una revista, un Casa y jardín dedicado a la elaboración de explosivos. Bricolaje. Pero la hay y está al alcance de cualquiera en la red.
Desde 2010 figura en el inmenso quiosco digital y lleva ya 10 números formateados en PDF. Sorprende su apariencia perfectamente convencional e incluso con un punto de diseño cool. Esto enseñan algunos de sus artículos: Entrénate con un Ak o Detonación por control remoto, que pertenecen al género bricoleur. Luego hay informaciones sin mayor novedad sobre la prohibición del burka en Europa o la conmemoración del décimo aniversario del 11-S. Este último, con un laborioso grafismo que muestra las dos Torres Gemelas, una hecha con símbolos del dólar y otra de unos y ceros. Hay hasta un artículo sobre el calentamiento global, firmado por Osama bin Laden, y que se llama, extraordinariamente, Cómo salvar al planeta. Los hermanos Tsarnaev aprendieron a fabricar su bomba por el artículo: Fabrica una bomba en la cocina de tu madre, de 2010, firmado por The AQ Chef. La empresa editora se identifica como el brazo mediático de Al Qaeda, pero, en realidad, podría tratarse de cualquiera.
Obviamente la presencia de esa revista en la red es una afrenta. Difícil de liquidar. Habría que exigirle a Google una cierta diligencia a la hora de dificultar el acceso a materiales criminales, pero responderían que ellos son grandes defensores de la neutralidad en la red. Más allá de Google, y sus cinismos tan bien remunerados, el control de este tipo de informaciones en red se antoja dificilísimo, aunque no deja de ser regocijante y tranquilizador que el MI6 hackeara la web y consiguiera que todos los que querían descargarse el artículo de The AQ Chef acabaran descargándose unas recetas de cupcakes.
La persecución no debe cejar y ha de afinarse, porque la red es también territorio del Estado de Derecho. Las dificultades son obvias. Como son obvias las dificultades para cazar a todos los que conducen borrachos; pero la dificultad de la empresa no aconseja acabar con los controles de alcoholemia. Ni con el tráfico. Ahora bien, respecto a la circulación de la información criminal tal vez haríamos bien en reflexionar, asimismo, sobre la actitud que deben tomar los medios que están dentro de la ley.
· Los lazos de los asesinos de Boston con el islamismo eran superficiales
· Ahora el espectáculo es la única causa del terrorismo y los periódicos se lo dan gratis
Es absurdo que los hermanos Tsarnaev hayan recibido de los medios y de las autoridades la condición de combatientes ideológicos.
Como en Breivik, como en el asesino de Toulouse, nunca la ideología había sido tanto una adhesión: pero la del post-it. Todas las industrias pesadas van al desguace y la de la ideología también, al menos en su sentido fuerte, el que requiere de grupos, objetivos y estrategias.
Los asesinos de Boston podrían matar hoy en nombre de Alá y mañana en nombre de Aló… minister. Es indispensable que los medios sigan informando sobre sus actividades. Pero debe rebajarse el octanaje mediático de sus reivindicaciones, por más que de algún modo los asesinos se empeñen en exhibirlas. Estos chechenos, aquel Breivik, están ya integrados en el perfecto y atroz vacío de los tiroteos en las escuelas, de la actividad del sniper y hasta de los asesinos sexuales. Su violencia sigue siendo un medio. Pero sólo un medio de obtener satisfacción. I can’t get no. La prueba es que nadie, a excepción de futuros candidatos a reemplazarles cuando estén en la cárcel o en la tumba, entona la siniestra danza del yo condeno, pero… tan característica de nuestro tiempo vasco. Casi no hay nadie dispuesto a comprender que el niño de la maratón de Boston debe morir. Se trata del mismo silencio sobre las causas que recolecta Zodiac.
Hubo una época del terrorismo en que el espectáculo de la explosión era el modo de propagar la causa. Los medios debieron encararlo y asumir el riesgo de contribuir a la diseminación del terror, porque la exhibición suponía, al mismo tiempo, el más radical y absoluto desprestigio de la causa. Pero ahora el espectáculo es la única causa. Y los periódicos están dándoselo gratis a los asesinos. Hay que poner muros de pago.
Sigue con salud,
A.