Ignacio Camacho-ABC
- Los cálculos de las fuerzas mayoritarias desdeñan la posible irrupción electoral de una alianza de la ‘España vaciada’
En el Bundestag alemán, junto a la media docena de formaciones nacionales en que se ha fragmentado el bipartidismo clásico, se coló ayer un solitario diputado de la minoría danesa de Schleswig meridional, una especie de Teruel Existe hanseático, aunque a su programa de desarrollo regional añade un componente de anexionismo escandinavo. (Uno de los jueces que excarceló a Puigdemont era simpatizante declarado). Coincide este hecho sintomático con la reciente celebración en la Alcarria de una asamblea de la Coordinadora de la España Vaciada, conjunto de plataformas ciudadanas que trata de organizarse para aspirar a una representación parlamentaria. Allí están, además de la ya célebre agrupación turolense, muchas otras como Soria Ya, Levanta Jaén, Cuenca Ahora o La Otra Guadalajara, heterogénea alianza a medio camino entre el oportunismo populista y la expresión sincera de un malestar creciente por la falta de atención oficial a ciertas provincias y comarcas. Cuidado con desdeñarla: si ese proyecto electoral cuaja puede convertirse en un fenómeno de relevancia por su capacidad de sacudir el mapa e introducir una variable inesperada en el mecanismo matemático de distribución de actas.
El impacto de un nuevo divisor en la asignación de diputados representa una amenaza en ciernes para los partidos mayoritarios. La irrupción de esas eventuales candidaturas, al margen de que obtuvieran o no escaños, es susceptible de provocar notables alteraciones en el reparto que los actuales sondeos no están contemplando. Y si llegasen a hacerse con algunos asientos en el Congreso, su influencia podría ser determinante en la política de acuerdos. El asunto es o tiene posibilidad de ser serio porque en el país ‘profundo’ se incuba un sentimiento de marginación que anda buscando una válvula de escape para su cabreo. Hay en esa proliferación de colectivos cantonales una mezcla de alarma, frustración y despecho que ofrece a los arribistas un mercado abierto a la explotación del descontento.
El desasosiego de una población excluida de las grandes prioridades estratégicas tiene un sensible potencial de progresión en las circunscripciones pequeñas, donde cualquier puñado de votos, por insignificante que parezca, basta para desequilibrar por simple efecto aritmético la correlación de fuerzas. Y es media España: las dos Castillas, Aragón, Cantabria, Rioja, Extremadura, incluso parte de Andalucía. Territorios en los que la sensación de aislamiento, desvertebración, exclusión o inferioridad comparativa se expande por ciudades y pueblos en plena agonía. Da igual que se trate de un diagnóstico real o de una percepción más o menos subjetiva: el ejemplo de Teruel constituye un estímulo, una tentación de ensayo aventurerista. En los cálculos sobre las próximas elecciones la última palabra aún no está dicha. Quizá haya que contar con el factor de la geografía.