IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
En los momentos álgidos de la pandemia, los acuerdos económicos fluyeron con rapidez. El Gobierno acordó con los agentes sociales temas muy relevantes, como el establecimiento de los ERTE, un sistema que ha conseguido contener -o quizás solo retrasar, ya lo veremos- el descalabro del mercado laboral; o los retrasos en la exigencia del cobro de algunos impuestos. La oposición no puso el menor reparo a ello. Insisto en que hablo de los acuerdos económicos, los políticos son ya otra cosa y pasadas las primeras prórrogas del confinamiento, todo volvió a sus derroteros habituales del enfrentamiento estéril y el bochorno dialéctico mutuo.

Pero da la impresión de que una vez pasado lo peor del agobio sanitario, el buen rollo se acaba y vuelven las discrepancias habituales. La prórroga de los ERTE se ha convertido en una tenaza desde la que se aprieta al Gobierno por ambos lados. Empresarios y sindicatos desean prórrogas amplias que oxigenen las plantillas mientras retorna la actividad y, por su lado, el Gobierno desea terminar con ellos en septiembre. ¿Por fastidiar? No, supongo que será por su elevado costo, cuando el dinero empieza a escasear.

Tampoco ha habido buen rollo con el Gobierno en la cumbre empresarial. Allí, los mensajes han sido suaves, pero las propuestas de fondo son duras. Los empresarios no quieren ni subidas de impuestos que debiliten sus cuentas y compliquen las necesarias inversiones; ni reformas de las reformas que han demostrado su buen funcionamiento. Es el momento, creen, de despejar incertidumbres, apoyar iniciativas y reformar estructuras de los mercados que se han quedado obsoletas. En definitiva, un mensaje muy alejado de las propuestas planteadas por el dúo gobernante, que se fija más en las entradas de caja que en sus efectos colaterales.

Y, estirando un poco más la cuestión, nos vamos a los Presupuestos. Todavía queda tiempo -las hostilidades empezarán en septiembre-, pero el Gobierno es consciente de que necesita unos apoyos difíciles o casi imposibles de mezclar. Ni Ciudadanos es miscible con Podemos y ERC, ni el PP pactará nada mientras al otro lado de la mesa se sienten cualquiera de ellos.

Un nuevo elemento importante será el desenlace final de la candidatura de Nadia Calviño al Eurogrupo. Si gana será una buena noticia…, pero no para todos. La vicepresidenta no ve con buenos ojos la despreocupación por las cuentas públicas que muestran sus compañeros de pupitre. Y desde esa elevada responsabilidad, no podría hacer concesiones.