Pablo Martínez Zarracina-El Correo

  •  Pedro Sánchez pasa de denunciar la persecución de los medios a salir lo más posible en ellos

Podría parecer que hay un trecho largo y enrevesado entre denunciar que los medios te son hostiles, y que en los programas de máxima audiencia se te insulta sin derecho a réplica, e irte a divertir a ‘El Hormiguero’. Qué va. Se hace de un día para otro. Es que todo es teatrillo. Solo estrategia. Eso explica que Pedro Sánchez, tras señalar con insistencia la persecución mediática, vaya a ir estos días donde Trancas y Barrancas, donde Wyoming, donde Évole… Todo programas de éxito que por supuesto están encantados de recibirle. Revisando los índices de audiencia, al presidente le faltaría ‘La Ruleta de la Fortuna’, ‘Cuarto Milenio’ y ‘Supervivientes: Conexión Honduras’, pero aún hay tiempo. Aunque no lo parezca, la campaña electoral ni ha comenzado.

Que Pedro Sánchez pase así, de un salto, de las intervenciones sin preguntas a la avalancha de entrevistas y la pasión por el debate es en cualquier caso digno de verse. Ayer estuvo en la radio con Alsina cuatro años después y demostró lo mucho que recuerda su naturaleza a la del robot de ‘Terminator 2’, que se licuaba y cambiaba de forma gracias a la tecnología del futuro. Su versión de ayer, muy moderada. Hasta le oímos rechazar el feminismo de confrontación de Irene Montero. Con un ejemplo personal: sus amigos de entre cuarenta y cincuenta años se han visto a veces incómodos con esos discursos. Puede haber pasado. La mediana edad te arruina el carácter y siendo un hombre español igual hasta te molesta que una secretaria de Estado diga en lo que parece una sede oficial, con sus banderas y todo, que los hombres españoles son bastante violadores. Ayer Pedro Sánchez censuró esas cosas y se notó que se contenía para no zanjar el asunto con un golpe en la mesa: «Me comprometo a que algo así no suceda cuando yo gobierne el país». Uniendo semejante capacidad de adaptación al medio electoral, la fotogenia y la polialeación mimética del androide T-1000, es fácil pensar que al presidente lo de ir mucho a la tele solo puede salirle bien. Apenas corre el riesgo de la quijotización. Consiste en que crea que sus propios argumentarios son verdad y, al ver al mago Jandro hacer desaparecer algo bajo los focos, piense que ahí están los poderes ocultos que le persiguen, cada vez más prodigiosos.

Titanic

Viaje al fondo

Sabíamos por Bezos, Branson y los otros que nuestra civilización había conseguido poner millonarios en órbita, pero yo al menos ignoraba que también los poníamos en el fondo del Atlántico. Es como si a partir de cierta cantidad de dinero la corteza terrestre se te hiciese inadmisible. El motivo para bajar al sótano del océano no es por supuesto la biología marina, sino algo que sale en la tele, el ‘Titanic’, y el motivo de que nos enteremos de que se organizan viajes para ver el pecio del barco es por supuesto un accidente. Se ha perdido el rastro de un sumergible turístico con cinco personas a bordo. Ojalá esa gente que ha pagado un mínimo de cien mil euros sobreviva para protestar: la experiencia del naufragio era demasiado realista. Que el propio ‘Titanic’ llevase a bordo algunas de las grandes fortunas de su época invita inevitablemente a atar cabos. Es como si a los dioses de la aventura no les hiciese gracia el desembolso.

Dylan

Desmovilizados

Los conciertos de Bob Dylan proscriben el móvil. El público debe meter el chisme en una funda especial que solo puede desbloquearse en ciertas zonas. Durante el concierto, no hay por tanto fotos, vídeos o mensajes. La gente disfruta de Dylan. Y Dylan se concentra en cantar, tocar e ignorar por completo a la gente. Hay quien se cuestiona la legalidad de que te secuestren así el teléfono. Pues soy el Tribunal Supremo: no hay caso. Ilegal debería ser que algunos cantantes se saquen ellos desde el escenario un selfi con el público. Legíslese al respecto.