- Que el elenco gobernante de un Estado se superponga con un cartel narco tiene mucha miga. O sea, da para una película. Pero luego se podrían producir series de varias temporadas sobre los adláteres de la narcotiranía. Y no ha habido adlátere con el ascendiente de ZP sobre el establishment español
Empieza a haber motivos para que Zapatero se pruebe un mono naranja, a ver qué tal le queda. Gracias a las revelaciones del Pollo Carvajal, fiables en la medida en que conllevan su propia autoinculpación en el narcotráfico y el terrorismo, la Administración Trump cuenta con material suficiente para enfilar al expresidente del Gobierno español. El Pollo Carvajal tiene la ventaja como fuente, como pájaro cantor, de haber estado al frente de la Inteligencia venezolana, de los espías de Maduro. Que el elenco gobernante de un Estado se superponga con un cartel narco tiene mucha miga. O sea, da para una película. Pero luego se podrían producir series de varias temporadas sobre los adláteres de la narcotiranía. Y no ha habido adlátere con el ascendiente de ZP sobre el establishment español.
Nótese que no digo «sobre el Gobierno Sánchez», que va de suyo. A ver, ¿quién ignora que en las relaciones exteriores de España durante el sanchismo ha mandado Zapatero, siendo Albares una especie de botones Sacarino del hombre que quería contar nubes? Esto me recuerda que, en su día, lo que resultaba más irritante de ZP era su cursilería, su solemne intrascendencia. Bobo solemne lo llamó Rajoy, y acertó. En lo que acertó menos fue en dejar que el bobo fuera la máxima autoridad de hecho en las relaciones con Venezuela. No sugiero en absoluto complicidades. Solo una gran insensatez, al conferir a una pieza imprescindible del engranaje dictatorial venezolano el papel de referente español a la hora de tomar decisiones sobre Venezuela. Espero de verdad que no me obliguen a dar pruebas de esa insensatez.
Sí, son cómplices, en cambio, todos aquellos que se han beneficiado de las extraordinarias relaciones de ZP con el gorila Maduro. «Mi príncipe», lo llamaba (y supongo que lo llama aún) la vicepresidente Delcy, la Maletas. Tampoco hay que ser un lince para sumar dos más dos ante las gestiones del expresidente en descampados sin cobertura, bajo protección policial. O en su trasiego de documentos con el empresario Martínez, a punto de ser detenido por blanqueo de capitales. O el hecho de que Martínez, precisamente, sea investigado en el marco del pelotazo de Plus Ultra, la aerolínea con un avión que resultaba estratégica para España (¡tie cojó, Zapaté!).
Por no mencionar la coincidencia al ver la cartera de clientes de las hijas del tipo que torció el rumbo de España en 2004, el que llegó a la Moncloa por la onda expansiva de trágicas explosiones ferroviarias, el que salió de ella reuniéndose varias horas con el nuevo ministro del Interior del PP (la entrevista del enigma). El que reabrió las cicatrices de la Guerra Civil, el que necesitaba crispación. Mister Bean. Ríete de él, que iba a multiplicar por noventa su patrimonio inmobiliario. El problema que tiene (y como en una bola de nieve imparable, el que tiene Sánchez) es que EE.UU. puede sacar en cualquier momento otro cartel de ‘Se busca’. Con recompensa algo menor que la de Maduro, claro.