Santiago González, EL MUNDO, 21/7/12
Una de las locuciones más propias de estas fechas es el vaticinio del otoño caliente que se nos viene encima. Más, incluso, que la de cerrado por vacaciones. Antes, el anuncio del otoño caliente era una cosa estacional, como el hallazgo de la serpiente de verano para las páginas de Laboral de los periódicos. Estábamos en verano y había noticias, claro que las había, la gente se muere y se mata sin fijarse mucho en el calendario, pero el personal se aflojaba la faja pensando en las vacaciones y ese solía ser un momento idóneo para que los gobiernos dieran sus malas noticias, cuando la gente estaba en la playa.
Ahora, basta con ver en el telediario la instantánea, fulminante reacción en las calles de toda España a los recortes que el PP había aprobado ario esa mañana en el Congreso. Es llamativo el repentino éxito de las convocatorias de CCOO y UGT. La prolongada falta de entrenamiento está sobradamente compensada por un cabreo que crece y se extiende a medida que se van imponiendo los recortes sin que se sepa muy bien para qué. Ese no es el caso de Euskadi, donde la máquina de la convocatoria, siempre bien engrasada, no ha dejado de funcionar, ELA y LAB ya han convocado su huelga general de la rentrée: será el 26 de septiembre. Volvemos a ser pioneros. Y van seis en los últimos cuatro años. La convocatoria coincide en el tiempo con el rechazo casi general, y muy particularmente del PNV, al llamamiento del lehendakari a la unidad institucional frente a los recortes.
Se queja López de que Urkullu no quiere colaborar en un ejercicio de alteridad impecable, y eso que aún no conocía la última propuesta del burukide máximo: eliminar las subdelegaciones del Gobierno (Arzalluz ya había impuesto a Aznar la desaparición de los Gobiernos civiles) y del Senado (otra pena para Anasagasti): «no es hora de utilizar las instituciones para provocar desplantes o zancadillas (…) porque son desplantes o zancadillas al conjunto del país». Ahora imagínense a Rajoy haciéndole a López exactamente la misma reflexión. En la misma comparecencia refutó la weberiana crítica de Urkullu de defender sólo principios: «Estoy en política para defender principios, no cuotas de poder», afirmó con mucha entereza. «No como los demás», podía haber añadido, pero en su lugar empleó un argumento más sutil: no prolongará la legislatura si no es capaz de mantener sus políticas sociales.
Convocar elecciones era la medida después de que el lehendakari perdiera el apoyo de su socio de gobierno. También habría valido solicitar un voto de confianza de la cámara. No me atrevería a poner en duda el absoluto desinterés del lehendakari por los intereses partidarios y no me arriesgaré a suponer que la posibilidad que admite de convocar en otoño, que era lo lógico desde el principio, se deba a que es buen momento para medirse electoral- mente con el PP.
Es de suponer que el lehendakari no ve con buenos ojos la huelga, aunque en un cálculo optimista creyera que favorece su causa. ELA y LAB recibieron su presidencia a portagayola, con una huelga general quince días después de su investidura y no hay razones para suponer que ésta no vaya también contra su gobierno. Una huelga general marca el inicio y el fin de la legislatura, alfa y omega, el origen de la política y su apocalipsis. Amén.
Santiago González, EL MUNDO, 21/7/12