EL MUNDO – 11/02/16 – VICTORIA PREGO
· El último ha sido el gallego Riobóo, que tiene su propia idea de cómo han de hacerse las cosas en su tierra y no sólo quiere ir de la mano de los de Beiras a las próximas elecciones autonómicas, sino que tampoco quiere que le den las instrucciones desde Madrid. Lo que quiere es que las bases, sus bases, decidan todo en cada caso. Y lo ha dicho con toda claridad: si hay derecho a decidir, que sea para todos, no sólo para los que señalen los jefes como sujetos exclusivos de ese derecho.
Una protesta parecida encabezaron hace meses los dirigentes Ubasart en Cataluña y Uriarte en el País Vasco. Y este es un problema que se le va a plantear muchas veces a los de Podemos, porque sus bases no se han dado cuenta todavía de que la milonga esa del derecho a decidir no está pensada para ser aplicada a la población en general, sino que es el disfraz diseñado por los independentistas catalanes para vestir de un modo un poco más presentable ante el mundo el derecho de autodeterminación, que saben muy bien que de acuerdo con el derecho internacional no es en modo alguno aplicable en Cataluña.
Pero Pablo Iglesias les ha comprado la mercancía y la defiende como si fuera un principio definitorio de todo sistema auténticamente democrático. Y aquí tiene la respuesta: café para todos, pide Breogán Riobóo. Es decir, que los podemitas de Galicia ejerzan su derecho a decidir cómo se organizan entre sí y con quién van a asociarse para las elecciones autonómicas. Y que lo decidan las bases, no las jerarquías.
La respuesta de la jefatura central ha sido por el momento no expulsar al disidente, que sigue en su puesto de mando dispuesto a no abandonarlo bajo ningún concepto, sino provocar la dimisión de la corriente oficial y dejar un vacío en torno al líder gallego. El final es previsible: la gestora acabará cargándose a Breogán, a pesar de llevar ese nombre de padre mitológico del pueblo gallego, e intentará explicar a las bases que eso del derecho a decidir no es exactamente lo que parece. Que quien decide es el mando y que los demás se limitan a ejecutar lo decidido.
El problema es que el aprendizaje de esa lección va a llevar algún tiempo a Pablo Iglesias, tiempo que no tendrá si finalmente se consuma su sueño de entrar en el Gobierno de la mano de Pedro Sánchez. Los demás sólo tenemos que imaginar lo que serían ese Gobierno y esos ministros aplicando unas políticas que pudieran no ser del agrado de todas sus bases. Asistiríamos a la apoteosis del derecho a decidir, pero sería sobre nuestras costillas y, aún peor, sobre nuestros bolsillos. Que piense muy bien Pedro Sánchez con quién quiere compartir la merienda.