Se le ve la oreja

Teo Uriarte, 12/7/11

Este trabajo me lo pidió Joseph Martí. Yo no sé negarme, y fue publicado, sabiamente recortado, en el digital lamentaciones.com. Espero, una vez realizado, mantener su amistad. Teo Uriarte

Oreja, hoy Orexa, es una bonita aldea sumida en un idílico valle guipuzcoano perdido en las entrañas de Euskal Herria. Marqués o conde de Oreja -reconozco que mi fuerte no son los títulos nobiliarios- le acaba de hacer el Rey a don Marcelino Oreja, cuyo apellido sin duda procederá de tan bello rincón. En tan idílico y rural paraje se inspiró un hijo del lugar, Orixe, para redactar en 1950 el más afamado de los poemas de estas tierras, “Euskaldunak”, pletórico de amor por las entrañas rústicas de nuestro país en un largo texto precedente necesario sin duda alguna del actual euskera que hoy estudian todos los niños vascos y todas las niñas vascas en todos los colegios de Euskadi, salvo algún niño, o niña, que estudia en el colegio Alemán, el Francés o algún otro extranjero. Oreja, es también el ejemplo puesto por el profesor de las Ideas Políticas de la UPV Jesús Casquete como prueba de que lo que se llama izquierda abertzale tiene poco de izquierda.

“Si el izquierdismo –escribe en El Viejo Topo de mayo de 2010- fuese el mejor descriptor del nacionalismo radical, esto es, si las sucesivas formaciones políticas que desde la transición española a la democracia han representado ese espacio político hasta su proscripción definitiva fuesen percibidas por la población en general, y por su seguidores en particular, como vanguardias comunistas empeñadas en emancipar a las “clases populares”, nos encontraríamos ante una verdadera anomalía en las leyes de la sociología electoral en las democracias liberales de los siglos pasado y presente, a saber: que habitantes de medios rurales y semirurales depositen su voto libre y de forma reiterada a formaciones con un programa revolucionario de izquierdas que, entre otras medidas, y a fuerza de ser consecuente, habría de poner los medios de producción, tierras incluidas, al servicio de las necesidades de toda la sociedad. Tomemos, por poner un ejemplo bien ilustrativo, el caso del municipio más pequeño en número de habitantes de Guipúzcoa hasta muy recientemente, Orexa, ubicado en la comarca de Tolosaldea. En esa localidad el nacionalismo radical obtiene, elección tras elección, resultados que bordean el 90 por ciento, cuando tiene oportunidad de medir sus fuerzas en el proceso electoral, claro está (de lo contrario ahí está el voto nulo o la abstención para disipar dudas). Una de esas comarcas, por cierto, de donde no hace tantas generaciones se nutrían los tercios carlistas… El reto explicativo de esta excepcionalidad sería doble: electoral, por un lado, pero también generacional. Votan al “comunismo” los nietos y biznietos de los que no hace tanto tiempo se sumaban de grado al requeté. Algún agudo analista habló de carlismo-leninismo para referirse a este trasvase de adhesiones tan sui generis…y no le faltaba razón. En fin, que se puede ser campesino propietario y votar a una opción marxista-leninista, pero se admitirá que no es del todo habitual en los tiempos que corren”.

Disculpen tan larga trascripción, es para ilustrar con cita de autoridad académica lo que no va ser más que un devaneo sobre lo que ha pasado en Euskadi ante la victoria tan fulgurante de Bildu en las últimas elecciones locales. Yo, junto al profesor Casquete, y creo que con la amplia mayoría de los académicos vascos relacionados con la ciencia política, creemos que el fenómeno del nacionalismo radical hay que inscribirlo en el seno de tal corriente, nacionalismo radical, y no llevarla a parar al revolucionarismo de izquierdas como algún profesor también de la UPV,  Iñigo Bullain, por ejemplo, y actualmente el PNV – Urkullu no deja de calificar al mundo de ETA como “izquierda socialista”- proponen. Lo desagradable es que para los viejos del lugar – “¡Jesús!, ¡Jesús!,¡las cosas que hemos visto!”, exclamaba Margaret Rutherford en “Campanadas a Media Noche”- unir a una esencia nacionalista, de origen tradicionalista y conservador, una retórica de izquierdas nos da como resultado algo que nuestros pudorosos labios se niegan a declarar: ¡fascismo!. Ya se que es duro, que en los tiempos que corren luchar contra el sistema tiene gran prestigio, como cuando la emprendimos nosotros contra el Caudillo, pero las cosas son como son. También cuando Franco me iba a fusilar recibimos una misiva de nuestro antiguo jefe que había conseguido llegar a Francia en la que se nos interpelaba sobre si mucho de nuestros posicionamientos ideológicos  no eran el origen de un movimiento fascista. Durante más de diez años no se lo perdoné, aunque le seguí estimando porque por carácter yo iba a resultar poco fascista. Y le tenía que haber hecho caso a mi padre, que el pobre se “comió” todo el campo de concentración siendo un tibio republicano viendo a muchos valientes anarquistas salir a luchar contra el comunismo, la masonería y el judaísmo. “Hijo mío -me aconsejaba inútilmente mi padre- algunos izquierdismos acaban en la División Azul”. Por lo demás únicamente una doctrina tan fanatizada como el fascismo, aunque el comunismo versión Stalin ahí le anduvo, es lo único que puede hacer entender que en Euskadi ETA haya asesinado a todo tipo de personas y que tengan tal respaldo social.

Lo de Orexa era para hablar de Igueldo y San Sebastián. Supongo que conocen que el actual alcalde de San Sebastián es de esa localidad, Igueldo. Allí me llevaba mi difunto padre de pequeñito de excursión, a ese monte coronado con una torre vigía a la izquierda de una de las bahías más bellas del mundo, pues con anterioridad a los años veinte, cuando espías de todo el mundo se reunían en los casinos de tan cosmopolita ciudad durante la Gran Guerra, se construyó en este lugar un parque de atracciones. Existen allí chalets y caseríos que da lugar a la aldea de Igeldo (en euskera Igeldo no lleva “u” pero se pronuncia igual, estas cosas las cambió Sabino Arana para distinguir el euskera aún más del castellano), de la que ha  salido el nuevo alcalde de Bildu con un programa en el que manifestaba la intención de separar su aldea de la capital. Detrás de eso iba lo normal, recogida tan selectiva de basuras que allí donde las alcaldías de ANV lo han impuesto la gente normal que trabaja en otra localidad se lleva con frecuencia a ésta su basura en el coche para evitarse equivocaciones y horarios prusianos de entrega. Y, por supuesto, no a la incineradora de basuras, no al puerto de Pasajes y no al AVE, y si a más euskera en la ciudad, si a la salida de los presos, negociación del Estado con ETA, autodeterminación, amnistía, etc.. Un panorama tan radical, y de paso tan reaccionario, a pesar de matices ecologistas y verdes sabiamente colocados, para llevarnos a una Euskadi separada dirigida férreamente por los que se han opuesto a la farsa democrática española. Porque si no echas la basura el día y a la hora indicados, y con el contenido del día, orgánica, papel o cristal, no se cómo se enteran los del comité, recibirás una carta con tono de reeducación.

Resulta increíble que salga alcalde el que principalmente es conocido porque quiere separase de la ciudad que ahora dirige, hermosa parábola del papel del nacionalismo radical, pues están dentro de la legalidad, gracias al Constitucional, para cargársela. Si yo fuera concejal de los escoltados en Andoaín, donde mataron a Lacalle , Pagaza y a otras cinco personas más, siendo éste el jefe de los municipales gobernando entonces Batasuna, iba a entrar en el ayuntamiento su padre, y le iba a dar en la cabeza con mi acta de concejal al mismísimo Sala.

La Bella Easo

El alcalde de San Sebastián, de nombre Juan Carlos, quizás por simpatías monárquicas de su familia como era habitual en esas aldehuelas, máxime de una tan cercana a la capital en la que Isabel II creara su corte de verano y que Franco siguiera manteniendo, es, en mi opinión, el acomodamiento del viejo carlismo que desde la aldea intentaba asaltar la ciudad. Por demás, comparten la fobia hacia el tren, pues el guerrillero más famosos de la zona en la última carlistada, el cura Santa Cruz, los volaba y fusilaba a los ferroviarios con singular predilección, incluso más que a los maestros. Acabaría en Argentina de misiones llamando a misa con una corneta que le pidió a Alfonso XII, pues se verá que el oficio religioso  lo seguía viendo como una batalla contra el diablo. Al tren los carlistas lo llamaban “infernuko sua”, “fuego del infierno”. Pues bien, son estos los que han ganado, lo más antisistema, metralleta incluidas, escondidas de momento en algún zulo francés, hasta que las circunstancias las desempolven.

Y han ganado con todas las de la ley, han entrado en las capitales, y si con Franco lo hicieron formando parte de  un movimiento más amplio, ahora se bastan solos. No es de extrañar, el nacionalismo moderado ha hecho un discurso para que esto pase, y el socialismo, huérfano de su propia ideología, pues va dando tumbos como alma en pena desde la caída del muro, se ha visto seducido por la ideología de los nacionalismos periféricos, hasta la considera progre, para pegarse unos sopapos electorales inmensos. Y es que hay que ser idota para votar socialismo y nacionalismo, para eso voto a los de Bildu y así me uno a la gregaria masa evitándome muchísimos problemas, incomodidades y ganando posibilidades de supervivencia.

En un contexto en el que gracias a la ideología dominante, Bilbao, cuna del liberalismo, “Invicta Villa” ante el carlismo, tiene una avenida a su sitiador, Zumalakarregi, y se la quitaron a su libertador, Espartero. En este contexto confuso y cavernario -en el que el pasado histórico es impredecible porque los vascos hacen del presente historia y es el presente el que define qué pasado fue-  un discurso republicano, culto, democrático, generador de diferente encuentros y lealtades encadenadas, brilla por su ausencia. De momento es el romanticismo nacionalista el discurso que domina, si, además, a él se le une el romántico enfoque del marxismo populista con algún retal, si es necesario, de algo tan absurdo como el nacionalismo libertario, el movimiento resulta hasta simpático, los carlistas entran en las ciudades.

La ideología dominante, la nacionalista, incuestionada, -a veces algo matizada con algún mensaje que intenta ser de nacionalismo cívico, como si esto fuera posible- por el Gobierno de Patxi López, con atisbos de su descubrimiento por algunos del PP vasco según se va acercando el momento de la vuelta a la Moncloa, goza de tal cantidad de propagandistas que no es de extrañar que Bildu nos arrolle. No sólo desde los partidos, pues desde ahí  a poca gente se le convence. No hay ente cultural, deportivo, religioso o de inmigrantes que no haga un discurso nacionalista (que fue a lo que se apuntó el socialismo vasco). La iglesia vasca confundió hace tiempo su opción de pueblo con opción nacionalista, y partes sustanciales del discurso más radical, como cierta justificación del terrorismo, la existencia de un conflicto entre Euskal Herria (por cierto, concepto del carlismo) y España, incluso una cierta empatía por los terroristas compensada por la antipatía hacia las fuerzas de policía, desconfianza (y aquí es para darles la razón) ante la judicatura, profundo sentimiento de agravio a pesar de las privilegiadas circunstancias financieras de este país, rencor por la opresión del euskera, cuando nunca ha estado tan promocionado, desconfianza aldeana ante todo lo que pueda venir de España, no de países exóticos, especialmente si enarbolan revoluciones nacionalistas…., forman parte del discurso habitual y cotidiano, y hasta los medios de comunicación conservadores se dejan sumir en él. El leguaje hace tiempo que  lo modificaron y lo ganaron. Y así, con el discurso dominante y una práctica que no excluye la violencia, arrollan.

Mientras tanto, enfrente, hay una profunda preocupación por parte de los dos grandes partidos sólo por no peder el poder uno y por ganarlo el otro -incluso en la caída uno se agarra al otro para que caiga con él y la distancia electoral no sea tan grande-. Llegan los miércoles y el momento de control al Gobierno recuerda demasiado al  corral de la Pacheca. Uno piensa que una señora tan educada, como Sáez de Santa María, abogada del Estado, cómo se puede rebajar a bronca de portería. Bueno, salvo alguna excepción, no hay discurso, y si el de los nacionalistas de aquí es demagógico, al menos dicen cuatro palabras con lógica. Y las dicen precisamente en un momento en el que el partidismo ha alcanzado, previamente a la crisis económica, un descrédito llamativo. Por el contrario, los de Bildu, que llegan banderas al viento tienen un falso aire de frescura que conmueve.

-“¿No se les habrá votado con ingenuidad?”- me preguntaba un periodista de un medio de derechas. Lo que me enfadó un poco, porque que los míos sean tontos lo consiento, a los de derechas no. -“No sólo con ingenuidad, sino con ilusión”-contesté tajante. Y seguí diciéndole que a estas formaciones no se las vota como a las demás. Bildu es épica, es sacrificio, es revolución, es sacar Euskalherria de la opresión, y de paso a los presos de la cárcel, es otro sistema, o se les vota con ingenuidad o no se les vota. Se hace con la misma ingenuidad y esperanza con la que los alemanes votaron a los nazis, que, por cierto, no pasaron del 33 por ciento del electorado, pero qué orden, qué nueva Europa, qué nuevo hombre iban a erigir, frente la amenaza bolchevique y la ruindad judía. Se les vota como a estos. No como yo a los míos, pensando que Fernando VII se estará descoyuntando de risa espetándome: “¿creías que no se podía hacer peor?”.

Acaba en Fiesta.

Si la inexistencia de republicanos hizo que naufragara la II República, la inexistencia actual de republicanos puede hacer fracasar la monarquía parlamentaria actual. Me refiero a republicanos de verdad, no a folklóricos republicanos que van poco a poco convirtiendo la tricolor en una bandera anarquista, no a anarquistas. Republicanos que crean en el imperio de la ley, en la existencia de un cuajo político común que haga posible no sólo la convivencia sino también su defensa ante la agresión. Republicanismo que se está aniquilando recordando los muertos de las cunetas de una guerra civil, rememorando precisamente el antirrepublicanismo, es decir, el enfrentamiento, que creíamos superado en la transición. Mientras Bildu nos barre un comité de expertos asesora al Gobierno sobre qué fin darle al Valle de los Caídos y cómo sacar el féretro del dictador de allí. Esta inexistencia de republicanismo favorece la generación de los enemigos de la republica, los “calígulas”, o que se le abra la puerta a los “espartacos” de fantasía con el Constitucional de portero. A este paso corremos el riesgo de dejar como el único republicano al rey.

Patxi López dijo antes de la legalización de Bildu que sería bueno que se les legalizara por el Constitucional porque con ello se demostraría que han abandonado la violencia, como si no hubieran engañado ya al personal muchas veces. Bien, les han legalizado, es cierto que ETA no ha vuelto a atentar pero es evidente que se está preparando para hacerlo si les conviene. ETA pervive, y su existencia sigue teniendo efectos tanto en los suyos como en el seno de la población, y para colmo como se ha legalizado a su gente, y han tenido un resultado electoral triunfal, no necesita pensar en disolverse, sino todo lo contrario. El golpe de ánimo recibido no sólo con la legalización, sino además con el resultado electoral, les hace abandonar la piel de cordero, que solo a los muy obtusos no les permitía descubrir lo que seguían siendo. Hoy Bildu es una plataforma importante  para reclamar al Estado que negocie con ETA no sólo para darle fin al conflicto, que es precisamente lo que siempre querrán mantener, pues son nacionalistas, sino para asumir la presencia de ETA en el futuro político vasco. Es decir, su victoria.

Lo primero que Bildu ha manifestado ha sido una puesta en práctica de su concepción sobre “la ausencia de todo tipo de violencia” y han hecho lo que algunos avisamos iban a hacer. Para ellos la violencia de verdad es la del Estado, es la estructural, la suya es de respuesta y, además, la que surge del pueblo, y por lo tanto deciden impedir la entrada a sus ayuntamientos a los escoltas del PSE y del PP. Brutal, como la vida misma en Euskadi para algunos, pero sobre todo, qué insulto más agresivo, qué demostración más palpable de que van a lo suyo, a la expulsión de los no nacionalistas. Qué escenificación tan pedagógica de lo que ese mundo conoce como ecuación del conflicto: si tu me metes a los etarras en la cárcel yo te quito a los escoltas, pues ambos son gente armada. Puede ser que alguno de la panda se de cuenta que se han pasado por precipitados –ha sido la primera medida de una alcaldesa-, pero lo que han hecho les ha salido del alma y está dentro de su lógica. Esto es pedagogía, es discurso. Como Garitano, flamante diputado general, equiparando a victimas y victimarios. O la ponencia del Parlamento, que se la volverá a jugar al PSE, a l búsqueda de equipara las vícitmas del terrorismo de ETA con las víctimas de abusos policialesa la búsqueda de la ecuación nacionalista, premisa para la negociación. Discurso de éxito, de lógica retorcida pero imparable, hasta que los fuertes, y lo son por su constancia y entereza, no sean derrotados, ellos barren. Enfrente no hay nadie que les combata, ni siquiera les rebata. En la sociedad vasca, según los sondeos, a la gente le preocupa tanto tener a un amenazado como vecino que a un terrorista de ETA, 52 y 55 por ciento respectivamente.

Pues resulta que en esta sociedad de bienintencionados uno tiene amigos que piensan, por experiencia personal, que de la misma manera que los polimilis lo dejaron éstos lo vayan hacer igual. Les contesto que éstos están vacunados y que lean lo que los pms aprobaron en el 77 para ir a las primeras elecciones democráticas, a mil años luz, por serenidad, compromiso político con la aventura democrática que se iniciaba, análisis  para la corresponsabilidad con la democracia por la que ellos también apostaban, y el discurso antidemocrático de Garitano que ninguna práctica de la gestión de lo público va a suavizar. Lo peor es que existen jóvenes cuadros del PP que creen que esa práctica de gobierno le va a llevar a Bildu a pasar por el aro (esa es la ingenuidad que no consiento en la derecha), e incluso esperan, en el colmo de la alucinación a la que tan dados son los recientes políticos, que el PNV deje escapar votos hacia el PP. Creo que el PSE, grogui ante el duro castigo recibido, ni siquiera piensa, ni en optimista ni en negativo, pero el PNV si, y empieza a atisbar el serio enemigo electoral que él ha ayudado de manera tan eficaz a crear. De todas maneras a este partido siempre le quedará la Audiencia Nacional y la Guardia Civil para que limite las posibilidades expansivas de los ambiciosos radicales del nacionalismo, aunque cínicamente proteste muy indignado y en alto por la represión del pueblo vasco en las cabezas de los de Bildu cuando llegue el día.

Luego viene en todas las fiestas patronales los días del preso. Mientras tanto la ponencia de víctimas del terrorismo del Parlamento vasco conoce todo tipo de obstáculo por parte de los grupos nacionalistas moderados para que delegados suyos vayan a explicar sus argumentos y vivencias por los colegios. Es que los colegios no están para que vayan las víctimas, pero si para charlas de ecologistas comprometidos con la cuestión nacional, de feministas con sensibilidad patriótica, de amigos de los que sufren condenas de cárcel, de los payasos como “Pirritz eta Porrotz”, de consiliarios del scout que lo primero que hacen es plantar una ikurriña venga o no al caso, y así. Lo curioso es que en un momento pasado de buena valoración del PSOE, un PP que se creía en la necesidad del cambio, un PNV a la baja tras la aventura radical de Ibarretxe y su Plan, y un abertzalismo radical sometido por la legalidad, el Gobierno de Patxi López fuera posible. Ya sabemos que va a ser flor de un día, un alquiler temporal sin derecho a cocina, gracias muy especialmente al  interés del Gobierno central de sostenerse con el apoyo del PNV desprestigiando el de Patxi. Fue una gran experiencia la del Gobierno en Euskadi del PSE apoyado por el PP, que por republicana no va a continuar (hace falta republicanismo como el que hiciera posible el Gobierno socialista de Patxi López con el apoyo del PP, y el que se pregona y se hace en Madrid es su antítesis).

Volverá el virrey a gestionar esto, el partido delegado por Madrid, el PNV, para facilitar una situación de inexistencia de Estado de derecho, como en los años ochenta y noventa. Dice Michael Ignatieff en “El Honor del Guerrero”, y acierta, que “…los odios persistentes, aparentemente inamovibles, de las zonas donde hay guerras étnicas, resultan ser, tras un análisis más detenido, expresiones de terror generado por el colapso o la ausencia de instituciones que permiten a los individuos crearse unas identidades cívicas lo suficientemente firmes como para contrarrestar sus filiaciones étnicas. Cuando los individuos viven en estados consolidados –aunque sean pobres- no necesitan acudir a la protección del grupo. La desintegración de los estados, y el miedo hobbesiano resultante, es lo que produce la fragmentación étnica y la guerra”. Aquí, en Euskadi el Estado, detentado por el nacionalismo moderado durante casi todo el tiempo desde la transición, disintiendo en muchas ocasiones de enfrentarse al nacionalismo terrorista, aplicando poco a poco un discurso coincidente con éste no sólo en su radicalidad reivindicativa sino, también, en los fundamentos ideológicos de éstas, dejó maltrecho un Estado que defendiera la legalidad y dejó desamparado a su suerte a la ciudadanía, que no tenía más remedio, en las localidades medias y pequeñas, bien por coacción directa o ambiental, bien por síndrome de Estocolmo, que acabar por unirse a la grey nacionalista. Todo ello sin mencionar la fuerte impronta nacionalista del sistema educativo bajo la excusa de la euskaldunización.

Pues bien, en Euskadi, como en las malas películas españolas, todo acaba en fiesta. El mismo día en que era investido diputado general Martín Garitano el alcalde de San Sebastián encabezaba una danza en kalejira, las manos entrecruzadas, de los concejales que desearan bailar bajo los sones del txistu en la plaza de la Constitución (la del 12). Folklórica estampa la del “baile de autoridades” para solad de los turistas franceses y al gusto de los folklóricos vecinos que henchidos de sentimiento veían el gran acto de hermandad de todos los vascos bajo un mismo son y en una única danza. Hace treinta años que la danza se suspendió pues los radicales lanzaban escupitajos y alguna pedrada a las autoridades. Ahora no, el orden y la tranquilidad imperan en Berlin, ha ganado el nuevo orden que pone a raya a los enemigos del pueblo vasco, no habrá en un tiempo asaltos a la librería Lagun, y es de esperar ningún asesinato, mandan ellos. De momento manda su paz.

Pero a los dos días, el alcalde, don Juan Carlos el alcalde, quita del salón de plenos el cuadro de su tocayo, el rey, para demostrar que el que manda es él. Mal preludio que avisa de un mandato sin respeto a la ley. Debieran los concejales del PSE y del PP dejarse de danzas y preocuparse por la osadía de su alcalde, y plantarse en serio. Sería demasiado pedírselo al fiscal general del estado. Pero hay motivos de preocupación, no por la cascada de diarias propuestas que ya se plantean, no pagar la aportación del cupo para la casa real, ni el ejército, ni la policía…, el  temor es que nadie haga nada, porque  muchos no quisieron verle las orejas al lobo cuando eran evidentes, pues lo que esperaban era que llegase caperucita para hacerse una foto con ella para la siguiente campaña electoral. Y todo estaba claro, Bildu es Batasuna, y ETA está más cerca de su victoria política. Bildu y su gente sólo están cometiendo un error, confundir la Diputación de Guipúzcoa con el Reichtag y la Chancillería, aunque para nuestra desgracia nunca llegarán aquí los rusos.

Teo Uriarte, 12/7/11