Isabel San Sebastián-ABC

  • Zapatero lo llamó «paz» y Sánchez «reconciliación», pero es la misma rendición. La misma traición a España

Pedro Sánchez camina ufano tras los pasos de su mentor, José Luis Rodríguez Zapatero, quien tras dejar a España en la ruina, humillada por una banda terrorista y aislada internacionalmente, sirve hoy de embajador al régimen de Maduro, a falta de otro cliente dispuesto a contratar sus servicios. El futuro de su pupilo no será más luminoso, aunque antes emulará esas hazañas no solo en lo relativo a sembrar miseria, sino sobre todo al atentar contra la dignidad de esta pobre nación escarnecida, hincándose de rodillas ante los sediciosos catalanes, regalándoles unos indultos que no han pedido y arrastrando el nombre de España en Europa, al avalar un papelucho redactado por un socialista letón simpatizante del independentismo, en el cual se cuestionan nuestro sistema judicial, la sentencia del Tribunal Supremo y hasta la democracia misma, con el fin de respaldar la causa golpista. Esa basura apoyaron ayer varios senadores del PSOE en el Consejo de Europa, para mostrar su fidelidad perruna a quien los coloca en las listas y presentar ante la Asamblea Parlamentaria de dicho organismo la reforma legal con la que Sánchez pretende rebajar las penas por los delitos de sedición y rebelión, en aras de satisfacer otra de las exigencias del separatismo que lo sostiene en La Moncloa.

Mientras el presidente del Gobierno agachaba el testuz en Barcelona anunciando que hoy mismo aprobará los indultos, en un acto de sumisión que los del lazo amarillo agradecieron abucheándole y varios de los futuros perdonados, como Cuixart, escupiéndole a la cara renovadas amenazas, en Estrasburgo tenía lugar la votación de ese ‘informe’ insultante, conocido como ‘Cilevics’ por el nombre de su autor. Un tipo que no reconoce la ocupación soviética de su propio país, que visitó a los presos de Lledoners pero rechazó entrevistarse con representantes de Ciudadanos o del PP, y que solicitó, eso sí, el dictamen de Luis López Guerra, cuya larga mano conecta directamente ese panfleto, que los sediciosos ondearán cual estandarte legitimador, con la derogación de la doctrina Parot en tiempos de Zapatero, destinada a cumplir la primera condición que le puso ETA para sentarse a hablar de alto el fuego.

La infamia se repite. Zapatero lo llamó «paz» y Sánchez «reconciliación», pero es la misma rendición ignominiosa. La misma traición. La misma vejación ante los socios europeos, por más que el Consejo de Europa nada tenga que ver con la Unión Europea ni la corte de Estrasburgo con una instancia al uso. Fue López Guerra quien intrigó entonces para que el Tribunal de Derechos Humanos diera la razón a la terrorista Inés del Río, y Fernando Grande-Marlaska, actual ministro de Interior, el juez cuyo voto resultó decisivo para que la Audiencia Nacional excarcelara, sin necesidad, a todos los etarras afectados por ese fallo. Fue también López Guerra quien logró el voto favorable a Otegui, y ahora el que susurra en los oídos del letón. De tales felones, tal correveidile.