- La sucesión de catástrofes políticas que acumula Bolaños sería francamente divertida si no estuvieran en juego los fundamentos de nuestro sistema político
El triministro Bolaños es la versión política más depurada de aquel desastroso coyote que perseguía al correcaminos en los dibujos animados de nuestra infancia. Al coyote siempre le acababan estallando en el hocico las maldades que ideaba para pillar al inalcanzable correcaminos y lo mismo le sucede a nuestro ministro: todas las ocurrencias que se saca de la manga para vestir de legalidad una amnistía que dinamita la ley acaban con él, y su supuesta pericia jurídica, descuajeringados, humeantes y tiznados de hollín.
Primero se inventó aquella curiosa teoría según la cual el terrorismo amnistiable era el que aún no había sido condenado en sentencia firme. Los letrados del Congreso –bip, bip– advirtieron en su informe que esa peregrina idea iba en contra del Derecho Europeo y los ‘indepes’ tomaron buena nota.
Se abrió entonces una nueva negociación que parió la disparatada enmienda de esta semana según la cual existe un terrorismo respetuoso con los derechos humanos y, en consecuencia, amnistiable. La rechifla fue generalizada y obligó a Bolaños a aparecer en todos los telediarios con cara de náufrago en sus propias mentiras y pedir seriedad al personal. Su gran argumento es que lo de Cataluña no tuvo nada que ver con el terrorismo etarra. Lo que no dijo el ministro es que lo de Cataluña encaja a la perfección con la tipificación del terrorismo de nuestro código penal. Una redacción que, como explicaba Ana Martín en El Debate, es la trasposición de una directiva europea aprobada cuando ETA ya había dejado de existir.
Mientras tanto, el juez García-Castellón desmontaba con cuatro palabras todos los sofismas leguleyos de Bolaños. Los hechos que investiga en el caso Tsunami exceden con mucho el terrorismo light que se inventó nuestro coyote del Derecho y quedan fuera de la amnistía. Bip, Bip. El coyote, de nuevo achicharrado.
Por si esto no fue suficiente, la operación Cataluña que había montado para acosar políticamente al Gobierno de Rajoy y acusarle de una supuesta guerra sucia contra el independentismo, se le ha vuelto en contra como un bumerán de la marca ACME. Los papeles del CNI desclasificados por el Gobierno demuestran que fue Sánchez, y no Rajoy, quien ordenó pinchar el teléfono de Pere Aragonés. Bip, bip. Boom. El presidente de Gobierno negociaba con ellos por la mañana y les espiaba por la tarde. Sin duda, muy propio de Sánchez.
Pero hagamos caso al ministro y seamos serios. La sucesión de catástrofes políticas que acumula Bolaños sería francamente divertida si no estuvieran en juego los fundamentos de nuestro sistema político; las astracanadas que idea cada día para intentar dar esquinazo a una justicia independiente serían cómicas si no estuvieran sentando las bases de una mutación constitucional hacia un régimen despótico y arbitrario. No podemos reírnos de Bolaños por ser el Mariano Ozores del Derecho, mientras Cándido Conde Pumpido esté dispuesto a ejercer de Norman Bates de la división de poderes en el Constitucional.