Carlos Martínez Gorriarán-Vozpópuli
- Lo nuestro parece un sino de tragedia griega escrita por Aristófanes
La transformación del PSOE en una organización criminal ha necesitado la previa conversión del partido en secta. Las sectas tienen características muy convenientes para fundamentar la organización criminal, comenzando por la sustitución de la racionalidad en fe ciega, y el de la colegialidad y relativa pluralidad de un partido en una pirámide vertical con un jefe único en la cúspide, mesiánico y carismático para la secta e identificado con ella.
Zapatero reconoció un regalo en el atentado del 11M y supo convertirlo en palanca de su inesperada victoria siguiendo la máxima que reveló a otro prodigio del oportunismo sin escrúpulos, el periodista Iñaki Gabilondo: “Nos conviene que haya tensión”
Futuras investigaciones contarán con más evidencias y perspectiva para resolver el momento en que el PSOE se convirtió en una secta. Pero ya tenemos muchas datos importantes en los libros de Rosa Díez sobre Pedro Sánchez, los análisis de Jesús Cuadrado en este mismo medio, y los de Ignacio Varela y Pablo Pombo en El Confidencial, por citar solo algunos.
Parece razonablemente seguro que la conversión en secta, y pronto a mafia, fue cosa de Rodríguez Zapatero, sujeto siniestro pero con indudable olfato para percibir las oportunidades favorables a la corrupción y vincularlas a la degeneración de partido a secta política. Zapatero reconoció un regalo en el atentado del 11M y supo convertirlo en palanca de su inesperada victoria siguiendo la máxima que reveló a otro prodigio del oportunismo sin escrúpulos, el periodista Iñaki Gabilondo: “nos conviene que haya tensión”.
Una vez pillado el hilo, Zapatero hizo lo mismo negociando con ETA la salvación de su herencia política la del nacionalismo en general, socio imprescindible para asaltar el Estado desmantelando todos los controles e instituciones democráticas. El mensaje público, tanto en el caso del 11M como de la negociación con ETA, era la “lucha por la paz”, la jaculatoria más sagrada y a menudo más tramposa de esta era, pasto favorito del simplismo y de las intenciones inconfesables.
Para las bases y votantes socialistas se añadía uno más vitriólico y típicamente sectario: “lo importante es que no gobierne la derecha”. Evidentemente, haga lo que haga la izquierda, absuelta de todo desmán con carácter preventivo. Armados de esta valiosa bula, Zapatero y compañía supieron reforzar y explotar esa bipolarización, que afecta a todo Occidente, con la simple fórmula de dividir España en ellos, la izquierda de progreso, y todo lo demás, que era el facherío. El resultado fue convertir al PSOE en un partido del Grupo de Puebla, porque el populismo izquierdista ofrece muchas más oportunidades de robo y abuso político que la vieja socialdemocracia.
En el caso del PSOE, su propia mitología –Largo Caballero, la revolución de Asturias, el Frente Popular- facilitó la conversión al sectarismo más atrabiliario. Porque, como cuando el Frente Popular, en el PSOE seguía latente la idea de que la Constitución del 78 y la monarquía parlamentaria eran en realidad una transición a otra cosa más verdaderamente de izquierda progresista, una república populista confederal, sin nación española ni molestas reglas liberales.
La conversión definitiva de la secta en mafia quedó sentenciada con la práctica erradicación de cualquier resistencia interna y la quiebra del viejo aparato tras el postrer fracaso de Rubalcaba en impedir a Sánchez y los suyos hacerse con el control absoluto
Un ilustre desconocido, Pedro Sánchez, resultó el mejor relevo de Zapatero tras el gobierno de Rajoy y su suicida inmovilismo. Su personalidad psicopática, de absoluta carencia de escrúpulos, prudencia y moralidad, potenció con toda naturalidad la deriva de secta a mafia. Sánchez recibió de Zapatero un partido convertido en una secta entregada a él. Se ganó el apoyo de las bases con el Cuarteto del Peugeot, un equipo con el perfil populista barriobajero más sintonizado con el sentir de unas bases envejecidas, dependientes del poder y resentidas contra esa derecha fuente de todos los males (y con la ayuda del pucherazo cuando hubiera menester).
La conversión definitiva de la secta en mafia quedó sentenciada con la práctica erradicación de cualquier resistencia interna y la quiebra del viejo aparato tras el postrer fracaso de Rubalcaba en impedir a Sánchez y los suyos hacerse con el control absoluto. Anulada la cualquier alternativa interna, solo había que aplicar al Estado democrático los mismos métodos de asalto empleados con éxito en el partido, eligiendo para esa tarea estratégica a los tipos más dependientes por ser los más corruptos, codiciosos y prepotentes, ese elenco berlanguiano de los Tezanos, Ortiz, Ábalos, Cerdán, Koldo, Puente, Bolaños, Armengol, Pardo de Vera y más brigada que compañía. Solo con ellos Pedro Sánchez podía ascender al fin a Don Teflón, y convertir la secta política en una genuina famiglia identificada con Estado y progreso.
La UCO, los jueces, los medios
Ha estado cerca de conseguirlo, y aún le quedan cartas que jugar en una partida desesperada, pero no acabada. Si ha fracasado es, en realidad, porque el asalto y la corrupción de todo lo que tocaban ha invadido mucho más que la esfera socialista y la de sus socios comunistas y separatistas. Y según el infalible principio de que toda acción provoca una reacción, esta acabó llegando con la UCO, jueces íntegros y periodismo independiente.
La propia embriaguez de la victoria contra todo pronóstico, superando hasta las débiles objeciones de los históricos y algún barón del partido, y sobre todo la desesperada debilidad parlamentaria del PSOE de los 85 diputados en 2008, han llevado a Sánchez al error de todos los tiranos y aspirantes a serlo en coyunturas similares: cometer demasiados errores y malgastar recursos más rápido de lo que era posible reponerlos. Por ejemplo, podía tomar al asalto el Tribunal Constitucional y la Fiscalía General del Estado, pero pagando el precio de su absoluto desprestigio, y activando de paso la rebelión del muy acosado y difamado gremio judicial.
Mentras Bolaños, casi imputado, empuja la Ley pensada para hacerle a él y sus colegas de bandidaje político inimputables, ininvestigables e impunes (en perfecto complemento de la Ley de Autoamnistía). Un esperpento tan salvaje que ni siquiera la alelada sociedad española puede ya soportarlo
Don Ramón del Valle Inclán murió sin acabar su mayor proyecto literario, la serie de novelas tituladas El Ruedo Ibérico, donde interpretaba nuestra historia contemporánea como apoteosis de la vulgaridad, la mentira y lo grotesco. El esperpento es, en efecto, una situación y figura tan española como la tortilla de patatas, pero difícil de definir: combina barbarie, burla y bodrio en los objetivos, acciones y resultados. Es muy posible que finalmente sea el esperpento llamado sanchismo quien acabe con Sánchez y su cleptocracia de ineptos esperpénticos.
En efecto, quizás la señora Armengol se vea en el trance de dirigir el trámite del suplicatorio del Supremo contra ella misma y más de medio Gobierno, mientras Bolaños, casi imputado, empuja la Ley pensada para hacerle a él y sus colegas de bandidaje político inimputables, ininvestigables e impunes (en perfecto complemento de la Ley de Autoamnistía). Un esperpento tan salvaje que ni siquiera la alelada sociedad española puede ya soportarlo. Al final resulta que para entender lo nuestro hay que releer a Valle Inclán antes que a Anne Applebaum, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Lo nuestro parece un sino de tragedia griega escrita por Aristófanes.
Y que tengan ustedes felices vacaciones, el arriba firmante se las toma hasta mediados de agosto.