Secuestrados

Muchos ciudadanos que están en sus casas son menos libres que Ortega Lara en su zulo. Viven secuestrados por el miedo y quieren políticas para calmarlo. Muchos políticos que les hablan de paz y seguridad son, en realidad, los líderes de su miedo. El debate sobre el terrorismo quizá sea en el fondo sobre emociones y no sobre ideologías o políticas antiterroristas.

El heroísmo de Ortega Lara es excepcional. Aceptó que el Estado no cediera para salvarle. Y aun pensó en dejar pistas para la detención de sus secuestradores, cuando, al límite de su resistencia, pensó en el suicidio. En otros muchos casos, los familiares de los secuestrados ruegan al Estado que negocie. Es el drama diario de Colombia. Lo hemos escuchado nuevamente en la semana de otro terrible asesinato de once secuestrados por las FARC.

Es humanamente comprensible. Y políticamente endiablado para los líderes democráticos. Y no sólo porque ni siquiera en esos casos pueden negociar sin graves costes para el sistema democrático. Comprendo la indignación de Álvaro Uribe con los «mediadores» españoles, suizos y franceses que dan consejos «humanitarios» a Colombia. También porque el concepto de secuestrado tiene otra significación menos comprensible humanamente. Muchos ciudadanos que están en sus casas son menos libres que Ortega Lara en su zulo. Viven secuestrados por el miedo. Y quieren políticas para calmar su miedo. Hace tiempo que se entregaron a los secuestradores de Ortega Lara como aquél nunca lo hizo. O a las FARC, o a cualquiera que esgrima una pistola.

Y muchos de los políticos que les hablan de paz y seguridad son, en realidad, los líderes de su miedo. El debate sobre el terrorismo quizá sea en el fondo un debate sobre emociones y no sobre ideologías o políticas antiterroristas. El debate entre líderes que se ponen al frente del miedo y líderes que se ponen al frente de la rebelión. Y no siempre se imponen los segundos. El miedo, me temo, gana más batallas que la libertad.

Edurne Uriarte, ABC, 3/7/2007