Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Le propongo devolverle la parte proporcional de mi comentario en el precio del periódico. Este inusual gesto de generosidad por mi parte es consecuencia de que hoy le voy a decir casi lo mismo que le dije al respecto de los datos del empleo el mes pasado. Empiezo con lo diferente, que son los datos. El número de cotizantes subió en 71.095, lo que supone 23 meses, nada menos que 23, de subidas ininterrumpidas. Y el número de parados bajó en 46.800, con lo que enlazamos 9 meses de bajadas. Es decir, medido en números absolutos, el empleo sigue como una moto, perdón como un cohete, y debido a que el motor que lo empuja todo es el turismo que sigue desbocado y estamos en el mes de junio, cuando se preparan las plantillas y los equipos para afrontar la riada, pues la consecuencia lógica es que suban los que encuentran un trabajo y bajen quienes lo pierden, con el consiguiente reflejo de un saldo muy positivo.

A partir de ahí, la misma cantinela. En cuanto rascamos las cifras aparecen los problemas. El número de horas trabajadas no suben de forma proporcional, lo que apunta a que los nuevos empleos tienen un porcentaje mayor de jornadas reducidas. Los contratos fijos son abrumadoramente mayoritarios, pero el número de los fijos discontinuos aumenta en proporción similar y oscurecen el panorama. El porcentaje de parados mantiene un diferencial excesivo con el mostrado por nuestros socios europeos. Una situación que se agrava cuando nos fijamos en el empleo juvenil. Y, lo más preocupante, la pobreza laboral, es decir los que siguen por debajo del umbral de la pobreza a pesar de disponer de un trabajo, avanza sin desmayo y con vergüenza para todos. Hoy en día hay más trabajadores que nunca, pero también tenemos personas pobres, a pesar de trabajar, que nunca.

Claro que esta desagradable situación se apaciguaría con unos salarios mayores, pero ya le he comentado esta misma semana que esto de los salarios bajos no es consecuencia de la maldad intrínseca de unos empresarios enloquecidos de avaricia, sino el resultado final de un sistema productivo muy poco productivo que acumula empleos con muy escaso valor añadido, debido a que se concentran en sectores de baja calificación profesional. Así que si queremos salarios elevados… elevemos antes la productividad. Un mensaje que al Ministerio de Trabajo y en general al Gobierno no le atrae y por eso se desentiende de él.