Carlos Yárnoz-El País
Es obvio que la legislatura está acabada y que las urnas son la única salida
El presidente Mariano Rajoy, que al no dimitir ha perdido la oportunidad de acabar con dignidad su trayectoria política, ha asegurado que la moción de censura de Pedro Sánchez “va contra la estabilidad (de España)”. ¿Es que hay estabilidad cuando la actualidad hace temblar a diario al país, zarandeado en un tobogán de estridentes noticias, ninguna positiva?
Aunque la piel de los españoles se ha endurecido con las avalanchas informativas, el veredicto del caso Gürtel ha marcado un punto sin retorno del que únicamente Rajoy parece no percatarse. Solo así puede interpretarse que aún insista en que “la moción es la consecuencia de nada” y que son las urnas, y ni siquiera los jueces, los que reparten credibilidad. El jefe del Gobierno está acabado, inhabilitado, y la legislatura ha llegado al final pese al espejismo de unos presupuestos sacados con fórceps.
Por tanto, el jefe de la oposición estaba obligado a mover ficha. Y la moción de censura es un recurso eficaz para poner fin a tanta inmoralidad, pasividad, inestabilidad y grave deterioro de la marca España. No obstante, la clave de la iniciativa de Sánchez no es tanto si la gana o la pierde, que también, sino sobre todo para qué la presenta.
El líder socialista ha anunciado que la moción es para echar a Rajoy y para convocar elecciones…, pero después de “recuperar la normalidad política e institucional, regenerar la vida democrática y poner en marcha una agenda social”.
Para lograr esa misión, que exigiría años de trabajo, debe ganar esa moción, que solo es viable con los votos de Podemos y de todos los nacionalistas catalanes y vascos. ¿Va a pactar “la normalidad política e institucional” con el xenófobo Quim Torra? ¿Al mismo tiempo que Sánchez gobierna Cataluña con el 155?
Difícil, si no imposible. Y sin embargo, lo va a intentar. Es el momento de recordar la entrevista de Sánchez con Jordi Évole tras su fracasada investidura en 2016. Contó entonces que los barones del PSOE le habían exigido “no aceptar el apoyo de las fuerzas nacionalistas catalanas”. Y él fue disciplinado. “Ese fue uno de mis errores”.
Así que ahora no repetirá el “error” y buscará el voto de los independentistas. ¿Qué ha cambiado? ¿No ha ido todo a peor desde 2016?
¿Y si la moción no le sale pese a la foto con los independentistas? Quizás el PNV rechace sumar votos con Podemos, algo probable. En tal caso, el supuesto beneficio para Sánchez —ganar relevancia para superar el bache electoral— se convertiría en un tremendo tiro a los pies.
Es obvio que la legislatura está acabada. Que las urnas son la única salida. Pero de inmediato, porque Sánchez no tiene ni tiempo ni socios adecuados para sus grandilocuentes objetivos. Si no rectifica y promete elecciones para septiembre, serán Rivera y el PNV quienes se le adelanten. Sería el segundo tiro en los pies, el que le impediría seguir andando.