- El eje central de la campaña versó sobre el poder adquisitivo, probablemente un terreno en el que nadie esperaba de antemano que transcurrieran las cosas en campaña electoral
De la primera vuelta electoral francesa celebrada el pasado domingo, quizá la mayor sorpresa residió en que no hubo sorpresa. Pese a una campaña electoral en el último mes caracterizada por una no campaña por parte de Emmanuel Macron –únicamente un acto electoral en La Défense en París apenas una semana antes de la votación- y
una subida constante en intención de voto constante de la líder Marine Le Pen, que hacía temer incluso un empate técnico, finalmente el presidente obtuvo casi un 28% de porcentaje de voto en tanto Marine Le Pen se quedó en el 23%. En definitiva, mejor resultado para Macron que el que los sondeos de los días anteriores hacían prever.
Con ese resultado, es previsible que Macron revalide su victoria de hace cinco años en la segunda vuelta electoral a celebrar el 24 de abril. Cuenta con el explícito llamamiento a su voto por parte de la candidata socialista, del candidato comunista y del candidato ecologista. Y algo no menos importante: en Francia, la apelación a parar los pies de la extrema derecha es una conciencia política que funciona, anclada en la historia de la resistencia frente a la barbarie nazi.
Pues, en efecto, Marine Le Pen, a pesar de tantos intentos de normalización desplegados en los últimos años, sigue siendo vista como una candidata de extrema derecha. Incompatible con la Unión Europea, amiga de Trump o de Putin, su victoria en Francia sería una catástrofe no sólo para ese país sino para toda la Unión Europea; hablamos del segundo país de la Unión Europea, de una potencia nuclear con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas.
Ahora es cuando comienza una nueva campaña electoral, con motivo de la segunda vuelta. De hecho, tuvimos ocasión de verlo el mismo domingo por la noche, en que Macron pronunció su primer mitin de esta nueva campaña. Contra el extremismo, por la necesidad de agrupar a los franceses. Lo vamos a ver todos estos días, pues Macron candidato no puede permitirse estar ausente de esta campaña de segunda vuelta. Hay otros resultados electorales de la primera vuelta que concentran nuestra atención.
En primer lugar, el campo extremista ha crecido respecto del resultado de hace cinco años. A Marine Le Pen se le ha unido el candidato Eric Zemmour, rehabilitador insoportable del gobierno criminal de Vichy en la época más negra de la historia de Francia, amén de profundo antirrepublicano. Un 7% del resultado electoral lo ha conseguido aquel que, con toda lógica, pide su voto para Marine Le Pen en segunda vuelta. Ha crecido también el populismo de izquierda conducido por Jean Luc Mélenchon, que ha alcanzado casi el 22% del voto a muy escasa distancia de acceder a segunda vuelta.
A cambio, los partidos tradicionales, a derecha y a izquierda, han quedado fulminados. Valérie Pécresse, candidata de la derecha democrática ni ha alcanzado el 5% de voto electoral, carcomida por las fuerzas extremistas de la derecha, ya sea Le Pen ya sea Zemmour.
Finalmente, el partido socialista ha prácticamente desaparecido. El 6% obtenido hace cinco años, se ha convertido hoy en un escaso 2%, protagonizado por quien es la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.
Donde hace cinco años prometió Macron que nunca haría falta un voto extremista, en esta nueva campaña, los votos extremistas han crecido de forma considerable respecto del quinquenio anterior
Es así que comienza la campaña de segunda vuelta, que vendrá marcada con seguridad por el empeño de Macron de que los franceses huyan de los extremismos, y ofrezca liderar una posición deintegración y de unidad para el conjunto de la ciudadanía. En cierto modo, será una reiteración de la campaña suya de hace cinco años, al tiempo que la constatación de un fracaso; donde hace cinco años ofreció que gobernaría de tal modo que nunca hiciera falta un voto extremista, en esta nueva campaña, los votos extremistas han crecido de forma considerable respecto del quinquenio anterior.
El resultado el domingo pasado ha evidenciado los problemas que tiene Francia consigo misma, dos Francias que se entienden mal entre ellas, donde el poder adquisitivo, en definitiva las dificultades económicas de los franceses en su día a día, fue la clave de la campaña. No lo fue la inmigración, no lo fue las políticas de seguridad, tan importantes en el devenir francés. Sí, esta vez el eje central de la campaña versó sobre el poder adquisitivo, probablemente un terreno en el que nadie esperaba de antemano que transcurrieran las cosas en campaña electoral.
Polémica reforma de la jubilación
Francia, un país en el que las reformas por acometer tienen la vocación de desatar la fronda. Como la reforma prometida por el presidente Macron en cuanto a aplazar la edad de jubilación a los 65 años. Lo que es normal casi en cualquier país de nuestro entorno y desde luego en España, se convierte en Francia en una advertencia de tensiones sociales por llegar. Y eso nos lleva a otra consideración: cuál será la fórmula del presidente Macron para gobernar el próximo quinquenio, admitido que no deberá tener problemas para ganar con comodidad las legislativas previstas para el mes de junio.
Si, como hasta ahora, optará por un gobierno de la derecha democrática. Si optará por introducir personalidades de la izquierda republicana que le han apoyado en esta campaña electoral. Porque lo seguro es que el tiempo pasa rápido, que el quinquenio que comienza al día siguiente de la segunda vuelta será el último liderado por Macron; y que, con la perspectiva a cinco años, Francia no se puede permitir de nuevo una tamaña presencia de extremismo en su terreno político. Hace más débil al país, más inseguro y menos fiable. Y a fin de cuentas, recordando al general De Gaulle «siempre se hace precisa una cierta idea de Francia».