Santiago González-El Mundo
El segundo aniversario del golpe ha pasado sin pena ni gloria por Cataluña, pese a lo entregado que estaba el representante ordinario del Estado en la Comunidad. El procés es un asunto que huele a fracaso desde hace tiempo, así lo pareció en la Diada y lo volvió a ratificar ayer desde la muy magra asistencia que registró la primera convocatoria de los CDR que tuvo lugar en Gerona, la plaza fuerte de los insurrectos. Según sondeo de Metroscopia, el 79% de los catalanes cree que la cosa no anda bien. Ni siquiera los separatistas lo ven bien. El porcentaje del pesimismo llega al 70% en ERC, al 64% en la CUP y al 59% en JxCat. El 85% de los catalanaes piensan, como Sánchez, que los nacionalistas han cometido errores graves.
Podríamos decir que el porvenir del independentismo se presenta oscuro y tormentoso, como el reinado de Witiza (homenaje a Gª Pavón) pero con esto no está todo dicho. Frente a la empecinada voluntad de perder del golpismo en su conjunto el procés tiene a su favor la emperrada voluntad de no ganar delos partidos constitucionalistas.
Sánchez ha adoptado como argumento de campaña el artículo 155 de la Constitución. No que lo vaya aplicar, entendámonos, sino que puede aplicarlo, aun estando en funciones. Sería difícil negarle tal posibilidad desde la lógica constitucional. Hasta Martín Pallín que es el consultor de Ferreras para estas emergencias lo daba por bueno en Al Rojo Vivo, no digo más. El miente siempre, incluso si no lo necesita, o sea que no hay manera de saber si lo va a aplicar o no.
Luego todo se complica. Ciudadanos no ha querido pactar listas conjuntas para el Senado con el PP, lo que facilitaría considerablemente la puesta en marcha del artículo. Rivera había venido expresándose en los últimos meses como si el 155 fuera una ocurrencia suya, cuando a 28 días del referéndum ilegal de 2017, tanto él como Sánchez se negaban a aplicarlo en la portada de EL MUNDO. Ahora, que sabemos que Sánchez puede, aunque no sepamos si quiere, Albert Rivera aboga por una moción de censura contra Torra. A mí no es que me parezca mal, pero me habría parecido mejor que Inés Arrimadas se hubiera postulado para la investidura frente a Torra con sus 36 escaños. Hubiera sido el momento idóneo, aparte de que Inés es una parlamentaria mucho más adecuada que Lorena Roldán para zurrarle la badana al menguado que ocupa la Presidencia de la Generalidad. Los argumentos que empleó Rivera entonces para cortarle el paso a Inés valdrían tanto o más para desaconsejar ahora la moción. Pero el gran objetivo político de Albert no está en la improbable moción de censura contra Torra sino en afirmarse como líder de la oposición frente al PP que estaría obligado a secundarle.
Pablo Casado no está tampoco muy empeñado en aplicar el 155, quizá para centrar la imagen del PP, quizá porque sería más rápido aplicar la Ley de Seguridad Nacional para controlar a los Mossos. Es razonable, no se puede tener a 17.000 hombre armados a las órdenes de un demente. La Ley de Acción Exterior podría cerrar el Diplocat y las Ley de Estabilidad Financiera, controlar las cuentas públicas y evitar la malversación en la que tan virtuosos se han mostrado los dirigentes secesionistas.