Ignacio Camacho-ABC
- Biden le ha repetido a Sánchez la escena del pasillo por vía telemática. De la displicencia ha pasado a la desconfianza
Estuvo en la videoconferencia hasta Boris Johnson, acaso conectado desde el jardín de las botellonas de Downing Street. El británico tiene el cargo en el aire por su afición a las fiestas que prohíbe a los demás, pero a día de hoy gobierna una potencia nuclear de enorme peso específico en la OTAN. Estuvieron los mandatarios de Alemania, Italia y Francia, doña Úrsula y el belga Michel en representación de las instituciones de Europa, el secretario general de la Alianza y el primer ministro de Polonia. Pero la llamada no sonó en el despacho de La Moncloa donde esperaba el hombre de la foto con camisa rosa. El presidente del país que va a organizar en junio la cumbre del Tratado Atlántico se quedó fuera de la reunión por la razón obvia de que una parte de su propio Gobierno se opone a las decisiones que adopta, simpatiza con Putin y mantiene ante Estados Unidos una clara posición inamistosa. En crisis como la de Ucrania se necesitan dirigentes capaces de generar una relación sólida.
Biden le ha vuelto a hacer a Sánchez la escena del pasillo, esta vez por vía telemática. En Bruselas ridiculizó sus afanes de protagonismo y el lunes simplemente lo dejó en la estacada. Pasó de la displicencia a la ignorancia desdeñando su gesto obsequioso de enviar una fragata. Hay pocas cosas de España que interesen a la dirigencia americana, pero una de ellas es su disposición a colaborar frente a una amenaza. Y Washington está al tanto de lo que aquí pasa a través de los cables informativos de su embajada. El veredicto ha sido diáfano: la división interna del Ejecutivo lo descarta como aliado de confianza. En las conversaciones de alto nivel hay protocolos de confidencialidad muy severos; la información está clasificada en grados progresivos de estanqueidad y no se puede correr el riesgo de que se produzcan fugas de secretos. La exclusión del líder español le envía el mensaje directo de que su buena voluntad no basta para entrar en el círculo más hermético. No mientras tenga troyanos sentados en la mesa del Consejo.
Llueve, además, sobre un terreno mojado. El que regó Zapatero con su desplante a la bandera y el abandono de Irak a la primera de cambio. El que permanece embarrado por la sintonía de Podemos con el régimen bolivariano. La foto de Alberto Garzón con un chándal de la RDA tampoco es el mejor pasaporte diplomático para circular por el escenario de un conflicto ultrapolarizado. Toda esa clase de detalles parecen triviales hasta que una situación inesperada los vuelve inopinadamente importantes. Un Gabinete con comunistas como compañeros de viaje quizá no provoque grandes problemas en circunstancias normales, pero cuando crece la tensión geoestratégica se convierte en un factor inestable. Y llega un momento en que se apaga la alegre música del baile. Que la vida iba en serio, escribió Gil de Biedma, uno lo empieza a comprender más tarde.