José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 14/12/11
Las crisis estallan por simpatía y siempre en los peores momentos. Mariano Rajoy, a una semana de formar su primer Gobierno, experimenta ya los zarpazos de una yuxtaposición de gravísimos problemas.
El primero, lo ha relatado con meridiana claridad su estrecho colaborador y amigo José Manuel García Margallo. En un largo artículo el lunes en el diario El País, el eurodiputado popular y vicepresidente de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo atribuía a la cumbre del pasado viernes en Bruselas “un futuro incierto”. Todo el texto del que pasa por ser uno de los ya muchos ministrables, estaba transido de una hondísima preocupación resumida en el hecho de que la austeridad es condición necesaria pero no suficiente para salir de la crisis. García Margallo reclamaba una “actuación más decisiva” del BCE, una activación urgente de los mecanismos de rescate y unos eurobonos “con garantía mancomunada” porque éstos “parecen ser el instrumento más adecuado para nutrir los mecanismos de rescate, superar la fragmentación del mercado de deuda soberana y restaurar la condición de activos sin riesgo de los bonos públicos”.
De todo eso nada se habló en la cumbre de UE que se limitó a aplicar la receta del ajuste alemán que llevaba en su cartera la señora Merkel. Ni ésta ni Sarkozy atendieron los argumentos de Rajoy que en Marsella pidió lo que su compañero y amigo García Margallo echó en falta en la conclusión del cónclave de la Unión. Mariano Rajoy tendrá que enfrentar fortísimos reveses socio-económicos en el primer semestre de 2012, en buena medida porque sus socios del PPE siguen obsesionados -sin que por el momento se vean resultados exitosos- con un diagnóstico y una receta para la crisis que yugula el crecimiento y no mutualiza los riesgos.
De otra parte, en el terreno político, el nuevo presidente del Gobierno tendrá que manejar tres problemas que bailan en la misma pista y que son de carácter endiabladamente político. De un lado, la crisis de la Jefatura del Estado que ha estado huérfana de terapia gubernamental socialista y que maneja con enorme esfuerzo y voluntad el jefe del Casa del Rey, Rafael Sporttorno. No es nada seguro -acaso lo contrario- que la virulencia del conocido como “caso Urdangarín” haya remitido o vaya a remitir en breve. Al margen de la posible imputación del duque consorte de Palma, se observa que el marido de la Infanta Cristina, a través de su abogado barcelonés, se permite replicar al portavoz del Rey, mientras el Jefe del Estado no sabe por qué registro saldrá su hija menor, es decir, si se alineará con todas las consecuencias con su marido, ahora en la picota, o se subordinará a la institución a la que como hija del Rey pertenece.
El resultado de los esfuerzos que el nuevo Gabinete pueda hacer se verá a medio plazo, no a corto, ni mucho menos, de modo inmediato. Serán seis meses como seis años. O sea, un viacrucis político.
No estamos ante un problema privado de carácter familiar, sino ante un asunto de Estado sobre el que el nuevo Gobierno deberá actuar, seguramente, no sólo a través del consejo prudente, sino de la remisión a las Cortes Generales de un proyecto de ley orgánica que desarrolle el Título II de la Constitución sobre la Corona. La iniciativa legislativa que ni González, ni Aznar, niZapatero quisieron adoptar, habrá de impulsarla Rajoy.
Simultáneamente, se están agitando las aguas políticas vascas y catalanas. Desde Barcelona se ha despedido a Zapatero y recibido a Rajoy con una demanda judicial contra el Estado al que la Generalitat reclama casi 800 millones de euros; personalidades de calado social en aquella Comunidad -es el caso del economista Xavier Sala i Martí-proclaman públicamente que se negarán a pagar impuestos a la Administración central; ERC se conforma como más independentista y radical que nunca y el nacionalismo reclama unpacto fiscal que, en las actuales condiciones, no es manejable, ni como hipótesis, para el Gobierno. Mientras tanto, este mismo fin de semana, un desmadejado PSC debe librar una batalla congresual de enorme profundidad: habrá un pulso entre los socialistas más catalanistas y reacios a mantener el actual statu quo con el PSOE y aquellos otros que quieren un socialismo español que, en la pluralidad, mantenga la acción política unitaria y la integración orgánica.
Por fin, el País Vasco. La izquierda abertzale próxima a ETA está urdiendo una estrategia estereofónica para que por un bafle suene la reivindicación de acercamiento y beneficios penitenciarios a los presos terroristas como paso previo a su excarcelación, y por el otro se oiga la reivindicación segregacionista que se quiere ir dando forma hasta alcanzar las autonómicas de 2013 y, eventualmente, cuando el Ejecutivo de López, apoyado por el PP vasco, no soporte ya la presión conjunta del PNV y de Bildu. De fondo, la inminente sentencia del Tribunal Constitucional sobre la legalización de Sortu y el mantra carcelario de Arnaldo Otegui que, desde El Correo y desde la SER, envía recados a sus huestes y se comporta como el Moisés del abertzalismo. ¡Que acierte Rajoy con sus ministros de Interior y Justicia!
Todo este listado de asuntos mayores -hay otros importantes aunque de menor calado—se plantean con perentoriedad y urgencia, en los próximos seis meses y a todos ellos habrá de dar cara Mariano Rajoy y su Gobierno. Que, por fuerza, ha de ser de “leales” y de “bonzos”, dispuestos los ministros a abrasarse si necesario fuere en la pira de la impopularidad y las dificultades. El resultado de los esfuerzos que el nuevo Gabinete pueda hacer se verá a medio plazo, no a corto, ni mucho menos, de modo inmediato.Serán seis meses como seis años. O sea, un viacrucis político.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 14/12/11