- En las últimas elecciones generales Vox ha cometido un error: pensar que todo error tenía su origen fuera de la organización.
Me piden que escriba en el periódico de Pedro J. Ramírez para que hable de Vox, pero yo sólo puedo escribir con esperanza.
Escribir este texto causa doble dolor. Primero, debido a dónde lo hago. Segundo, por el público al que va dirigido.
Respecto al «dónde». Este medio que me brinda esta tribuna ha mantenido una línea editorial en hostilidad con el partido político Vox. Específicamente, esta postura hostil ha resultado en publicaciones que me han afectado personalmente.
Entonces, uno podría preguntarse por qué escribo aquí. La respuesta es que creo en ir incluso a los lugares menos afines para difundir lo que considero valioso.
En cuanto al «para quién», segundo motivo de dolor. Vox ha sido un compromiso de una década. Muchos lo han hecho con mayor intensidad que quien firma. Mayor entrega, más horas, más viajes, más kilómetros, más desembolsos personales para comprar una mesa, una carpa, o cien banderas para llenar un evento.
Miles de personas han dedicado tiempo y esfuerzo a este proyecto durante diez años. Si hay una característica que une a todos y cada uno de ellos, es la entrega a algo que ninguno de ellos puede decir que le pertenece. Siempre por una causa mayor, nunca personal.
Recordemos, precisamente en este momento, esa causa mayor que no debería estar reducida en su foco, en su proyección y en su esperanza.
Hay esperanza en lo que Vox nació para defender. Creo que hay futuro. Vox puede volver a ser la fuerza clave para reformar España de verdad.
La gran diferencia de Vox con otros partidos aparecidos recientemente en España, y cuyo recorrido dicen que tiene que seguir Vox (en una especie de determinismo fatalista) es que Vox nació de la nada.
Nunca tuvo nada, y por tanto tuvo que inventarlo todo. Vox sólo ha tenido una cosa, muy modesta y grande, desde su origen. Una caja preciosa llena de valores esenciales (variados, pero selectos) que quedaban recogidos en el que fue su manifiesto fundacional.
Logró que personas de muy diversos orígenes, y mayoritariamente de fuera de la política, decidieran colaborar con un partido, de forma altruista, y por primera vez. Ha sido la primera vez en política para millones de españoles desencantados, atraídos por aquel manifiesto fundacional y sus claros objetivos para transformar España. Mirando a sus problemas a la cara y decidiendo hacer las cosas de forma distinta.
«Los partidos, por imitación, pueden importar culturas que no logran buenos resultados»
Como toda organización, ha creado ritos, y también ha importado otros por imitación. Los que venimos de la consultoría lo hemos visto a menudo. Las compañías crecen y pasan fiebres del estirón, como los adolescentes.
Así se instauran culturas que, teniendo su explicación en cosas que se hacían o en organizaciones de las que proceden las personas, se han ido incorporando como forma de actuar. Convirtiéndose en formas que no necesariamente están orientadas a los resultados. Que, de hecho, no logran buenos resultados.
Este es uno de los mayores problemas, haber caído en los lugares comunes. En «las cosas que funcionan son para siempre», o «cosas que hacen partidos serios». Perder ese modelo de «Start-up política» (como acuñamos Iván y yo en inglés para horror de nuestros compañeros más puristas) que trata de experimentar continuamente. Vivir en la irónica felicidad del fallo, del «no pasa nada, porque hemos aprendido y mejorado».
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Por ello lanzo una serie de recomendaciones personales, válidas para cualquiera que se ve sometido a un crecimiento espectacular, que llega a su primera crisis de crecimiento.
1. Tu misión y tus valores son la única cosa que no deben cambiar. Esa estabilidad a largo plazo es la que va a definir qué eres y para qué. Debes cuidarlo, honrarlo, aplicarlo. No se cambian los valores.
2. Hay que romper cosas. Experimentando, pero siempre en procedimientos y formas, y nunca en la misión y los valores. Romper cosas, continuamente, implica una mentalidad abierta, exploradora. Romper cosas significa estar en permanente búsqueda de aquello que sí ha funcionado, repito, a nivel táctico, para aplicarlo rápidamente de forma repetitiva. Romper cosas significa también ser capaz de volver a romper las cosas que hemos convertido en fijas, cuando veamos que no funcionan.
3. Datos, datos, datos, datos. Recopilar datos, manejar datos, gestionar datos y lograr que esos datos se conviertan en pequeñas oportunidades. Las cosas que no están basadas en datos son opiniones. Los análisis basados en datos, aunque nos pinten en la cara, aunque sean desagradables, siempre deben ser escuchados.
«Hay que seleccionar a los mejores, no a los más fieles ni a los más dóciles»
4. Aplicar la «ley del décimo hombre». Tener siempre abierta la puerta a que un Pepito Grillo hable con total libertad y pueda decir las cosas dentro de la organización. Para mejorar, aunque puedan suponer un riesgo grave.
5. Crecer implica gestionar equipos de alto rendimiento. Hay que seleccionar a los mejores, no a los más fieles ni a los más dóciles. Hay que gestionar esas habilidades extraordinarias, con generosidad y con orgullo. ¿Se imaginan ustedes un entrenador de baloncesto que eligiera jugadores más bajitos o parecidos a él para que no le hicieran sombra? ¿Se imaginan ustedes a ese entrenador sentando continuamente en el banquillo a sus mejores jugadores cuando hacen cosas creativas que deslumbran al rival y atraen más espectadores?
6. Sonrían, por favor. No se puede ser el antipático, estar siempre amargado y ponerse «tieso y digno» en todo. Esto es tan importante, tan transcendente, que merece una sonrisa en la cara.
Y hablo de Vox. Hablo de crecimiento. Hablo de volver a tener claro cuál es su misión, cuál es su visión, y cuáles son sus valores. Y gestionar la inmensa y variada calidad humana que hay, o había.
Algunos han dicho que en Vox no hay diversas almas. Que no se pueden tener ideas u opiniones propias. No sólo las hay. Es que hay millones de almas que tienen su deseo de pensar y trascender. Y más que debería haber, no menos.
Estamos en una fase en la que hemos intentado hacer cosas como siempre, o importado otras que no nos eran propias, y se han roto cosas.
«Si cientos de miles de votantes fieles se han ido a la abstención, más que a los medios o a los competidores debemos revisar qué hemos roto»
No pasa nada. De hecho, hay que hacerlo. Pero hay que romper formas y procedimientos, no la misión, y los valores. Y aún menos a las personas por ser diferentes o mejores. En las últimas elecciones generales sólo hemos cometido un error: pensar que todo error tenía su origen fuera de la organización.
Cientos de miles de votantes, fieles de Vox, se han ido a la abstención. Y no es sólo culpa de los medios como este que nunca dejaron de ser hostiles y que lo van a seguir siendo. Aún recuerdo el periódico que lideraba quien dirige este, con su artículo del día siguiente de la presentación de Vox, ya en 2014, apelando al voto útil.
No es sólo culpa de los competidores, que como es lógico van a tratar de rascar todo lo que puedan, incluso destruir al rival. Si cientos de miles de votantes fieles se han ido a la abstención, más que a los competidores, debemos revisar qué hemos roto para mal.
Porque no sólo podemos recuperarlos, sino que sigue habiendo cerca de un 10% de españoles adicional que también se quedaron en casa. Y que, en un corto plazo de tiempo, si ven ilusión, sonrisa, objetivos de altas miras y soluciones, estarán deseando votar a un partido lleno de buena gente, de grandes capacidades y con aspecto de ganar.
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Aunque sólo sea para que medios como el que acoge esta tribuna libre tenga un día que publicar: «Vox alguna vez cometió un error, pero logró superarlo para llegar al éxito».
Seguro que los herederos de Pedro J. sacarán pecho diciendo que fue gracias a este espacio. No importa darles esa «alegría», porque supondrá haber logrado superar una crisis que sólo es de estirón.
Por eso, desde la tranquilidad del Cincinato que ya ha vuelto a sus bueyes para intentar arar para siempre su propio campo, alejado de las conspiraciones senatoriales y consulares, puedo decir esto. Porque ya nada gano, nada espero y nada quiero. sólo el bien de España. Nada más y nada menos.
*** Víctor Sánchez del Real es exdiputado de Vox por Badajoz en las XIII y XIV legislaturas.