ABC-JON JUARISTI

La función de la semblanza es levantar acta de las continuidades entre generaciones

EL martes 19, en la Real Academia de la Historia, intervine en un ciclo sobre Alfonso XIII y la Gran Guerra que ha dirigido Juan Pablo Fusi. Pocas veces he tenido la oportunidad de visitar la RAH y en todas me asaltó el recuerdo vivísimo de don Julio Caro Baroja, que se sintió siempre a gusto en el caserón del Nuevo Rezado, con sus amigos Jesús Pabón, Luis García de Valdeavellano o Valentín Vázquez de Parga. Esta vez, venía yo con la memoria estimulada por la lectura muy reciente de la edición que la Universidad de Salamanca publicó, el pasado año, de las entrevistas que Caro Baroja concediera en 1988 a Antonio Morales Moya y a Joaquín Puig de la Bellacasa para un documental dirigido por Francisco Avizanda (Don Julio Caro Baroja. El espejo del tiempo). Joaquín me envió el libro hace un par de semanas y lo leí sumido en la añoranza de dos de los maestros inolvidables que mi época me deparó: don Julio y Antonio Morales Moya, catedrático de Historia Contemporánea en las universidades de Salamanca y Carlos III de Madrid, que, poco antes de morir en 2015, dejó preparado el texto de las entrevistas para esta impecable edición universitaria presentada por otro catedrático de Salamanca, Mariano Esteban de Vega (discípulo y amigo de Antonio), en la que se incluye un CD con el documental emitido por TV2 el 4 de enero de 1989 y nunca repuesto desde entonces en la programación de dicha cadena.

Al tratar de los orígenes del documental, su director menciona una visita que hicieron Antonio Morales y Joaquín Puig de la Bellacasa a don Julio, en Vera de Bidasoa, en el verano de 1987. Recuerdo haber visto en casa de Antonio unas fotografías, tomadas frente a Itzea, en las que aparece también el antropólogo Rogelio Rubio, otro leal carobarojiano. No dan quizás para atestiguar un relevo generacional, pero merecerían servir de justificación a una serie de «semblanzas ideales», como las que don Julio dedicó a sus maestros de juventud. Sé que Juan Pablo Fusi, decidido partidario de este género nacido en nuestro siglo XV con Fernán Pérez de Guzmán, no vería con desconfianza un proyecto semejante.

Se trataría, en definitiva, de levantar acta de unas pérdidas inevitables pero también de la transmisión de enseñanzas indelebles entre generaciones sucesivas. Entre la de don Julio y Antonio Morales, por ejemplo, nacidos respectivamente en 1914 y 1933, con casi una veintena de años de diferencia, que es, más o menos, lo que separa a la de generación de Antonio de la mía. Sin embargo, tanto él como yo suscribiríamos, sin reconsiderarla ni por un instante, la siguiente defensa que don Julio hacía del liberalismo: «Algunos todavía dan [contra él] una razón, que esa es la menos racional, que es una cosa muy vieja y que por lo tanto las cosas viejas no valen, como si el cristianismo no fuera una cosa muy vieja o las matemáticas no fueran una cosa también muy vieja. Es decir, que el argumento de la vejez en las ideas y en los problemas es un argumento muy problemático, sobre todo si a la vejez se la sustituye por una estupidez nueva».

¿Y quién negaría validez intemporal a observaciones como las que hacía en el año 1981?: «Hay gente que cree, silogísticamente, que siendo de izquierdas se es por fuerza inteligente y que escribir artículos de periódico o revista esmaltados de tacos y reniegos es una prueba de libertad de libertad de espíritu y de ser avanzado. Se observan otras señales de infantilismo colectivo y una tendencia clave al resentimiento demagógico, encubierto por falsas alegrías y virtudes». Falsas virtudes que encubren el resentimiento demagógico. Qué precisión.