Mikel Buesa-La Razón

  • Lo que ahora está claro es que la zanahoria de las ayudas estatales ya no sirve

¿Recuerdan ustedes la idea hegeliana que evocó Marx para argumentar que la historia tiene una segunda vuelta, esta vez como farsa? Pues eso es lo que me viene inmediatamente a la memoria cuando leo la noticia de que el presidente Sánchez se ha ido a Davos –con poca fortuna y audiencia, todo hay que decirlo– para ver si captaba unas cuantas inversiones con las que rellenar, no de palabras sino de proyectos industriales, su último plan estratégico dedicado a los semiconductores. La ministra Calviño le ha acompañado en espíritu pregonando los 11.000 millones que va a poner el Gobierno a cargo de los fondos europeos –o sea, gratis– para la definitiva modernización industrial del país.

Lo malo es que llueve sobre mojado, pues hace un cuarto de siglo el gobierno socialista de entonces hizo lo mismo, incluso con más pretensión, aprobando un Plan Electrónico e Informático Nacional. Los casi 3.000 millones de inversión a que esta política dio lugar –entre ellos, los dedicados a una fábrica de chips en Madrid– se volatilizaron en poco tiempo gracias, sobre todo, a la liberalización de las telecomunicaciones y la consiguiente desaparición del mercado protegido que entonces lideraba Telefónica. A comienzos de la década de los noventa la producción del sector se había reducido a la mitad porque fueron muchas las multinacionales que deslocalizaron sus instalaciones, entre ellas las de la aludida factoría. Y en el caso concreto de la microelectrónica, nunca volvió a recuperarse. Así que ahora apenas tenemos capacidad industrial en este campo y contamos con pocas de las aptitudes de diseño e investigación que serían necesarias para rellenar las fantasiosas pretensiones del Gobierno. Por eso, a nadie puede sorprender que Pat Gelsinger, el presidente de Intel, rechazando amablemente las ofertas de Sánchez, haya anunciado que las inversiones industriales europeas de esta multinacional se van a ubicar en Alemania, Irlanda, Italia y Francia. Por el mismo camino van de momento otras empresas como Micron Technology o Qualcomm. Así que lo que ahora está claro es que la zanahoria de las ayudas estatales ya no sirve. España lo fio todo en esto a la atracción de filiales de multinacionales y ahora vuelve a hacerlo. Ya se ve que ignorar el pasado alimenta la farsa.