Editorial-El Correo
- La ley de amnistía desata un insólito choque institucional entre las dos cámaras con el que el PP agudiza su ofensiva opositora
La proposición de ley de amnistía aprobada por el Congreso ha iniciado su recorrido en el Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta, con un informe de los servicios jurídicos en el que se cuestiona la constitucionalidad del texto, admitido a trámite solo por la imposibilidad de bloquearlo. Los populares se han apoyado en él para dar un paso insólito: plantear un conflicto con la Cámara Baja para requerirle la retirada de la iniciativa al considerar que supone una «reforma encubierta» de la Carta Magna. Si, como es previsible, su propuesta es desoída en la Carrera de San Jerónimo, la trasladarán al Tribunal Constitucional en lo que representa una vuelta de tuerca en su ofensiva contra la medida de gracia. El choque institucional entre los dos órganos que forman las Cortes Generales no tiene precedentes, abre un nuevo frente de batalla en torno a la clave de bóveda de una incierta legislatura y encona todavía más una disputa en la que debe ser prioridad de todos el máximo respeto al Estado de Derecho y a los pilares en los que se asienta nuestra democracia.
Corresponde al TC sentenciar si una norma se atiene a la Constitución. Pero ello no puede impedir que, en el cumplimiento de sus obligaciones o en el desarrollo de sus atribuciones, servidores públicos expresen su parecer informado y razonado. Es significativo que se resistan a un contraste de opiniones al respecto los mismos responsables del PSOE que hasta hace unos meses no albergaban la más mínima duda de que la amnistía era inconstitucional y de pronto llegaron a la conclusión contraria sin encomendarse a ninguna fuente de autoridad identificada. Al inclinarse por una proposición de ley de su grupo parlamentario y no por un proyecto de ley del Gobierno, los socialistas quisieron evitar los informes preceptivos, aunque no vinculantes, del Consejo de Estado, del CGPJ y del Consejo Fiscal.
Sería muy decepcionante que la legítima defensa de la constitucionalidad sin tacha de la medida de gracia se instalara como verdad jurídica última sin contrapeso institucional alguno. El texto admitido a trámite por la Mesa del Congreso, bajo el argumento de su secretario general de que no presentaba rasgos de inconstitucionalidad «palmarios y evidentes», fue variando en su redacción hasta incluir también a quienes pudieron haber cometido delitos de terrorismo, lo que alimenta las dudas sobre su compatibilidad con la Carta Magna y el Tratado de la Unión.