Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Le confieso que estoy bastante despistado. Por un lado, los resultados empresariales que se están conociendo son más que excelentes. Unos, como los de la banca, eran de esperar ya que se apoyan en el ensanchamiento de márgenes que habilita la subida de los tipos de interés que, por cierto, continúan su carrera al alza. Ayer, días después del movimiento en idéntico sentido realizado por la Fed americana, el Banco Central Europeo los situó en el 4,25%, que es su mayor nivel en quince años.
Otros tampoco son extraños, como los de las empresas dependientes del consumo de gas que, así como el pasado ejercicio las pasaron canutas, en éste han visto muy aliviadas sus cuentas de resultados al haber retornado los precios a una senda de normalidad. Las instituciones, como el Gobierno vasco, dan por concluida la desaceleración y ven crecimiento en otoño. A partir de ahí, vemos al empleo batiendo récords gracias a que la contratación indefinida y las ganas de vacaciones compensan el efecto retroactivo que ejercen la inflación y los tipos sobre el consumo.
Sin embargo, y aunque no es una muestra científica, observo una extraña unanimidad entre las empresas industriales con las que hablo: una gran mayoría espera una contención apreciable de sus ventas en los próximos meses. Quizás debido a que las enfrentadas a la exportación deben lidiar con un frenazo severo de nuestros principales mercados. Algunos en seco, como Alemania y gran parte de la UE; y, otros, más difíciles de analizar por su complejidad, como China.
¿Entonces? Pues no sé si estamos ya olvidando la crisis que abrió la pandemia y agravó la guerra de Ucrania o entrando en la sala de espera de una nueva fase negativa debido en gran parte al encarecimiento del dinero y el castigo que supone para todo aquello que comporte riesgo y necesite financiación. Sinceramente, no sé cómo se pueden compaginar una fase expansiva en la economía real con una restrictiva de la política monetaria. Hasta ahora hemos vivido muy cómodos en medio del océano de dinero que proveía el BCE y que permitía alejar los fantasmas de la primas de riesgo descontroladas. Ahí tienen para demostrarlo las largas colas a las puertas del Banco de España para comprar Letras del Tesoro que financian una deuda hipopotámica e impagable. Pero ¿a dónde irá la inflación si añadimos más presión a la caldera? ¿A dónde irán los tipos si la inflación no ceja? ¿De verdad que vamos a crecer con el precio del dinero en esos niveles, con la reducción de poder adquisitivo que induce, y con el coste añadido que implican para cada inversión y cada decisión de gasto financiado? Perdone, pero ya le había advertido que estaba despistado. A ver si hay suerte y las vacaciones me espabilan. Le contaré en octubre.