José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Ayer el Rey le ganó por la mano y usted acudió enrabietado, con un pie tras del otro, a Tarragona, a un acto bajo la presidencia del Jefe del Estado
Señor presidente de la Generalitat:
Pretende usted y sus dos predecesores en el cargo —el condenado Mas y el procesado y fugado Puigdemont— que el Rey de España, Jefe del Estado, se “disculpe” por su discurso del 3 de octubre del pasado año en el que les calificaba de «desleales» e instaba a que los «poderes del Estado» restableciesen el orden constitucional en Cataluña. Los tres son tres faroleros, es decir, tramposos, no porque lo diga yo, sino porque así los ha definido la exconsejera de Educación de la Generalitat, también huida de la justicia, Clara Ponsatí: «El ‘procés’ era una partida de póker en la que íbamos de farol». Siguen en esas tretas intentado confrontar con Felipe VI ahora que no les conviene hacerlo con Sánchez y no tienen a mano a Rajoy.
El Rey no tiene nada de que disculparse y es usted el que acumula razones para hacerlo a la mayor brevedad. Porque mientras no lo haga usted será exactamente lo que dijo el actual presidente del Gobierno que era: un «racista» y el «Le Pen español» (en un acto en Mérida el pasado día 18 de mayo). Y con un tipo como usted resulta imposible, no solo buscar una solución a la crisis de Cataluña, sino siquiera sentarse a dialogar sobre ella.
Y si ese diálogo se produce será, exclusivamente, porque frente a su radicalismo, el Estado español es inmensamente superior —democrática y cívicamente hablando— al unilateralismo «trabucarie» que a un gran sector del independentismo le caracteriza. La mayoría de los españoles —catalanes incluidos— queremos rescatar al secesionismo de las garras del populismo xenófobo europeo que sus escritos reflejan y que no mejorarían sus afines ideológicos en el Viejo Continente.
Debe pedirnos perdón señor Torra porque ha escrito usted que somos «carroñeros, víboras, hienas, bestias con forma humana» y que destilamos «odio»; ha dicho mendazmente que nos «repugna cualquier expresión de catalanidad» lo que constituye una «fobia enfermiza» porque tenemos «un pequeño bache en nuestro ADN». Ha afirmado que nos rebota «todo lo que no sea español y en castellano». Estas expresiones son pura xenofobia, racismo y, al cabo, fascismo. Y exigen que se nos pida perdón por haberlas escrito.
La mayoría de los españoles —catalanes incluidos— queremos rescatar al secesionismo de las garras del populismo xenófobo europeo
Debe pedir perdón a los socialistas, de Cataluña y de fuera de ella. Usted escribió que «la última vez que se vio a un ejemplar de socialista catalán (fue) hace ya muchos años» porque «había entrado en un proceso de decadencia ineluctable con la mezcla con la raza del socialista español”. Antes de sentarse el día 9 en la Moncloa con el presidente Sánchez, estas palabras deben ser retiradas y usted arrepentirse públicamente de haberlas escrito, lo mismo que estas otras: «No es nada natural hablar castellano en Barcelona». Insta usted a una «Catalunya independiente» que no esté convertida en «una inmensa Feria de Abril» y define al buen catalán como aquel que «se ha olvidado de mirar al sur y vuelve a mirar al norte donde la gente es limpia, libre y culta. Y feliz».
Su xenofobia es «salvaje» como ha escrito Javier Cercas. Por todo esto tiene que pedir perdón. Usted es el ofensor y en ningún caso el ofendido. Lo son, además de los ciudadanos, el Rey de España abucheado y pitado por las huestes que usted dirige y azuza como los CDR demostraron ayer. Y no solo eso: Felipe VI fue emboscado el 26 de agosto del pasado año cuando acudió a la manifestación en protesta contra los atentados de Barcelona y Cambrils y que el independentismo prostituyó.
Usted, su predecesor, procesado y huido de la justicia, y el anterior presidente de la Generalitat, condenado por desobediencia e inhabilitado, deben pedir perdón a todos los catalanes y al resto de los españoles por haber provocado una crisis constitucional «de farol», por haber fracturado la convivencia en Cataluña, por haber hecho inevitable la huida de las mayores empresas catalanas, por haber manchado la reputación de España y de Cataluña, por traicionar al Estado de Derecho que los catalanes asumieron con una adhesión multitudinaria a la Constitución de 1978 y por afectar al bienestar de todos los ciudadanos.
El Rey estuvo ayer en Tarragona a despecho de la orquestación de protestas dirigida por usted y los suyos y le ganó por la mano. Allí acudió con un pie tras el otro, enrabietado, a un acto presidido por don Felipe. Que rompa usted la relación con la Corona (¿acaso la tenía?) es un problema para Cataluña y, como dijo Isabel Celaá, portavoz del Gobierno, al Rey «no le menoscaba» tras haber cumplido con sus obligaciones constitucionales. Como escribió ayer Enric Hernández, director de ‘El Periódico’, «destronado Rajoy, el ‘procés’ corona al Rey Felipe VI como nuevo chivo expiatorio de las frustraciones del independentismo». Esa es la clave: su frustración, señor Torra, y la de todos los que piensan como usted. Ofensores que, en su esquizofrenia radical, piden a los ofendidos que pidan perdón.