PABLO ZAPATA LERGA-EL CORREO

Es necesaria una ley del sector consensuaday con visión de futuro, que pueda durar años

Durante muchos años quise escribir esta carta ante el asombro de ver que desde 1970 hemos sufrido siete leyes educativas, pero nunca encontraba el momento de escribirla. Cada nueva ley aplicaba remiendos sobre las anteriores según la ocurrencia del ministro de turno, alguno con escasa idoneidad para el cargo. Los cambios eran «contra» el Gobierno anterior. No se ha hecho una Ley de Educación consensuada y con visión de futuro, de durar años. Esta puede ser la ocasión, señora ministra. No hagan otro parche más.

La mejor reforma educativa que ha habido en España es la que hizo la II República en agosto de 1931. Hizo un plan para crear 27.000 escuelas -se erigieron 16.000-, dotarlas de bibliotecas -5.000 en tres años- y sacar 7.000 plazas de maestros muy bien preparados. El ministro de Educación, Marcelino Domingo, antiguo maestro, le pide a Miguel de Unamuno -presidente del Consejo de Instrucción Pública- en agosto de 1931 que elabore y prepare un plan educativo de acuerdo a las normas de una escuela única, gratuita, laica y obligatoria en enseñanza primaria, con libertad de cátedra y que supere la Ley Moyano de 1857. Igualmente le pide que renueve la formación para tener los mejores maestros, ya que serán la pieza esencial del proceso, entendiendo la educación como la principal palanca para levantar el país (60-70% de analfabetismo).

Deberán acceder los mejor preparados: bachillerato de siete años, examen-oposición para entrar a la Normal, tres años de carrera, reválida y un año de prácticas remunerado. Si la inspección y los informes eran favorables, se les proveía del puesto de titular. Se dignificó su reconocimiento social con el aumento de un salario digno de acuerdo a esa labor fundamental. Su trabajo en las aldeas cambió el panorama de los pueblos luchando contra el atraso cultural, analfabetismo, injusticias y caciquismo seculares. Fueron los famosos «maestros de la República», aquellos que tenían el mejor expediente académico, los mejores, con el orgullo de ser maestro, como sucede hoy día en Finlandia, donde acceden los más brillantes, bien pagados y con el reconocimiento social de ser maestro, que es lo que aquí implantó la Institución Libre de Enseñanza y lo aplicó la II República.

Me atrevo a proponer un humilde esbozo de las pautas que deberían seguirse para un plan nacional de acuerdo a los siguientes puntos:

1. Un Plan de Educación Nacional consensuado y para un largo periodo.

2. Los políticos deberán estar lejos (en todos los sentidos), y más viendo la poca altura intelectual y cívica que demuestran en el Parlamento demasiados de sus representantes. Lo harían los profesores, que son los que entienden del tema.

3. Elegir por cada provincia un especialista en Infantil, Primaria, Secundaria-Bachillerato y en Formación Profesional.

4. Esta elección sería por méritos (currículo completo) y en público concurso (para evitar amiguismos).

5. Estos especialistas estarían concentrados por el tiempo necesario para elaborar el Plan Nacional y serían coordinados por técnicos en Pedagogía.

6. Sobre ellos habría una especie de ‘senado’ de intelectuales, de eméritos ‘pilotos’ de educación. Pongo a uno de ellos, por ejemplo a José Antonio Marina.

7. Unos delegados irían a estudiar los planes educativos allí donde han tenido excelencia en el nivel educativo. Por ejemplo, escuela infantil y primaria en Finlandia, la mejor educación profesional en Alemania, los mejores en idiomas en X, los mejores planes de lectura en X, etc. Que fuera un equipo a estudiarlo con detalle ‘in situ’ para luego adaptar ese plan a nuestro entorno y situación.

8. Que en esa educación única, gratuita, obligatoria y laica se cursara a lo largo de todo el periodo educativo los Derechos Humanos y Educación para la Ciudadanía, que ha sido la gran ausente en los distintos planes (la Religión es algo privado; la Educación Cívica es un derecho, patrimonio y obligación de todos).

9. Hacer todo lo posible (y es posible) para que los alumnos salgan a los 12 años enamorados de la lectura placentera, como base y herramienta de toda educación.

10. A lo largo de todo el periodo educativo, potenciar la lectura y las matemáticas entendiéndolas como los pilares fundamentales de todo el proceso.

No es un sueño, sí, es el sueño de quienes durante toda su vida profesional han estado gustosamente dedicados a la labor de educar y enseñar a pensar con la idea de hacer ciudadanos para un mundo mejor.