Tonia Etxarri-El Correo

El fallo del ‘procés’ recoge la tesis corregida de la Abogacía del Estado, inspirada por Pedro Sánchez

La sentencia del juicio más importante de nuestra democracia, después del 23-F, no dejará satisfecho a casi nadie. De confirmarse el fallo en los términos señalados por los documentos filtrados, se concluye que nueve de los doce procesados organizaron un referéndum ilegal con dinero público. Malversación. Y promovieron incidentes para saltarse la aplicación de las leyes (alzamiento público y tumultuario) pero sin utilizar la violencia. Sedición. Y otros tres, desobedecieron. Si la sentencia no considera el delito de rebelión ni tampoco el de conspiración para la rebelión (a pesar de que una mayoría de los siete magistrados del Tribunal Supremo se inclinaba por incluir este delito) habrá que concluir que ha prevalecido la importancia de la unanimidad sobre el contenido. Si no figura el delito de rebelión, la tesis de que la Generalitat, en actitud de insubordinación e insumisión permanente a las leyes del Estado, dio un golpe a la Constitución decae por su propio peso. Aunque las autoridades insurgentes declararon la independencia de una parte del territorio nacional e incitaron a la resistencia frente a quienes defienden las leyes, con el consecuente acoso de la muchedumbre a funcionarios judiciales y destrozo de vehículos policiales, el alto tribunal considera que los hechos violentos no supusieron que la violencia fuera concebida de forma planificada. Se han librado de una buena.

La sentencia se quedará corta para quienes veían el delito de rebelión. Para los procesados, que no aceptan otro pronunciamiento que el de la absolución, será considerada como una deriva autoritaria. Las penas serán altas. Cuenta con ello Oriol Junqueras. Los secesionistas protestarán y forzarán su papel de víctimas mientras los Torra querrán incendiar las calles. Pero saben que se han minimizado los daños y que terminarán siendo beneficiados por la administración de la Generalitat de los jueces de vigilancia penitenciaria.

El fallo se conocerá en las próximas horas y agitará, sin duda, la campaña electoral. Con los incidentes planificados por los independentistas, el Gobierno en funciones deberá tomar decisiones. Pedro Sánchez sabe que si tiene que defender el Estado en Cataluña solo puede contar con los partidos constitucionalistas que no han sido sus socios habituales. Quizás por eso ayer ofreció un pacto de Estado al PP y a Ciudadanos. La controversia, a partir de ahora y en pleno temporal de campaña, transitará en modo referéndum. A favor, en contra. Entre aprendices de jueces y fans de los juicios paralelos en la calle. En los despachos del alto tribunal ya han decidido. Por la unanimidad, un Ave María. Marchena prefiere presentar una sentencia unánime, aunque sea rebajada, a un fallo más duro pero con votos particulares. Porque sabe que el veredicto será recurrido ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo.

El debate entre la rebelión y la sedición ha sido una constante entre los miembros del alto tribunal, que no han estado ajenos a las presiones de alto voltaje desde mucho antes de que se pusiera en marcha la instrucción de la causa. La sedición fue el delito que señaló la Abogacía del Estado cuando cambió de criterio al llegar Pedro Sánchez al Gobierno provisional. Descartó el de rebelión. Ese fue el motivo por el que el Ejecutivo purgó al penalista Edmundo Bal apartándolo de su cargo en la Abogacía del Estado y de su papel de ponente durante el juicio porque se negó a quitar las referencias a la violencia. Pedro Sánchez estará satisfecho. Ha prevalecido la tesis corregida de la Abogacía del Estado.

Se la juega en esta campaña. Gestionar la exhumación de Franco era tarea relativamente fácil para contentar a su electorado aunque la pelea contra los huesos del dictador no haya sido un problema que le quitara el sueño a los ciudadanos. Pero ha vuelto a situar este país en la confrontación de bandos, que parecía superada en la Transición, para movilizar el voto de los desengañados sin causa. El desafío secesionista catalán, sin embargo, tiene un tratamiento más delicado. Sobre todo porque es un problema del presente. Ahora toca España en la factoría de Sánchez. Lo ha puesto en el centro de su propaganda. Tendrá que obrar en consecuencia. ¿Los líderes secesionistas van a archivar las estructuras del Estado paralelo que habían creado? Por muy escarmentados que estén, no lo parece.