José María Carrascal, ABC 21/11/12
Si los catalanes, amplia y decididamente, quieren separarse de España, no podrá evitarse. Pero tendrá que ser sin medias tintas.
SI la inmensa mayoría de los catalanes quieren separarse de España va a ser muy difícil impedírselo, por muchos obstáculos jurídicos que haya. En el siglo XXI, la voluntad constatada y persistente de las personas prevalece por encima de todas las demás consideraciones.
Ahora bien, ha de hacerse de verdad, sin trampa ni cartón. Una separación en toda la regla, tras la que los españoles tendremos que acostumbrarnos a vivir sin Cataluña, y los catalanes tendrán que acostumbrarse a vivir sin España. No vale eso que nos dicen algunos independentistas «No, si nosotros queremos seguir teniendo buenas relaciones con España», porque lo que han demostrado es no querer saber nada de ella, acusándonos, además, de toda clase de villanías, como robarles y subyugarles continuada y deliberadamente. Sería uno de esos divorcios buscado con ansia por una de las partes, mientras la otra, no sólo en los últimos años sino siempre, no ha pedido ni querido la separación. Y si Cataluña ha sufrido privación de libertades, desgracias, miserias durante los siglos de vida en común, es porque las ha sufrido también el resto de España.
Uno de esos divorcios, por tanto, desagradables, lleno de mutuas recriminaciones, por lo que no hay que descartar que siguiera un periodo de alejamiento e incluso animosidad. Habrá que dejar también claro qué pertenece a cada uno. Pues hay cosas en Cataluña que pertenecen a España, como las hay en España que pertenecen a Cataluña. Puede que, como en todos los divorcios, surjan discrepancias. Pero un tribunal de arbitraje podría dilucidarlo. Y, al final, cada uno en su casa y Dios en la de todos, como se decía antes. Más difícil será reparar los lazos familiares, culturales, afectivos forjados en todo este tiempo de vida en común, aunque no muchos, al menos aparentemente, por parte catalana en los últimos años, en los que sólo hemos oído quejas y agravios. Pero esa desgarraduras ocurren en todos los divorcios, perteneciendo a los azares de la vida.
Queda por resolver, por último, la permanencia de Cataluña en la Unión Europea. Eso es algo que tendrá que decidir la propia Comunidad. La Unión Europea es un club, que, como todos, tiene sus normas, su reglamento, que debe cumplirse. Y eso que han venido diciendo los independentistas sottovoce, que la permanencia en ella de Cataluña será automática o cuestión de poco tiempo, es falso. Saldrá de ella y los trámites de ingreso no son cortos ni fáciles, como le han dicho tanto los portavoces de la Comunidad como sus principales dirigentes. La Unión Europea no es un paraguas, ni una coartada, ni un valedor para la desintegración de sus Estados miembros. Bien al contrario: es un vehículo para unirlos.
José María Carrascal, ABC 21/11/12