Separatas: los que se suenan y los que se sorben

LIBERTAD DIGITAL 15/12/16
PABLO PLANAS

· Más que de la cosmética operación diálogo del Gobierno, el colapso del proceso separatista pende de las contradicciones, broncas y errores de sus impulsores.

El movimiento separatista catalán se divide en dos bloques: ERC y lo que queda de Convergencia en un extremo y la CUP, en el otro. Al parecer, la diferencia es que unos se suenan los mocos con pañuelo y otros se sorben, se los comen, los expelen con los dedos, se los frotan con la manga o todo a la vez. Los primeros consideran, por ejemplo, que la Constitución es papel mojado, de mal arder. Los segundos, por contra, son más de pegar fuego a las cosas, sea una estampa del Rey, una bandera de España, el mobiliario urbano o la dicha Carta Magna. El primer grupo se subdivide en dos, republicanos y convergentes. El segundo es un conglomerado de plataformas anticapitalistas, ateneos antisistema y partidos minúsculos que van de lo bolivariano a lo coreano con el pegamento de la independencia de los países catalanes. A brochazos, los unos son partidarios de hacer la guerra y los otros, de la guerra y de la revolución, como en tiempos pretéritos.

Es difícil que se pongan de acuerdo quienes aún utilizan cubiertos con quienes han adoptado los hábitos y la dieta de los yanomamo del Amazonas, pero esta minoría, diez diputados de un total de 135, tiene en sus manos los burgueses dídimos heteropatriarcales del presidente y del vicepresidente de la Generalidad, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, la aprobación de los presupuestos y la continuidad de la legislatura de la independencia final o, por el contrario, la voladura incontrolada de los puentes que vinculan a los desconectados de americana y a veces corbata con los desobedientes de pendiente y camiseta siempre. La última colisión de ambos sectores es consecuencia de la detención de cinco incendiarios comemocos por parte de los Mossos d’Esquadra para que les tomasen declaración en la Audiencia Nacional, una actuación de la policía autonómica que ha estado a punto de causar un cisma irreparable entre las facciones del bloque.

La CUP pide la cabeza (el cap) del capo de los Mossos, a la sazón el consejero de Interior Jordi Jané, que a instancias de Puigdemont defiende como gato panza arriba que él es un inútil incapaz de dar una orden, que los Mossos actuaron por su cuenta, que es falso, mentira, incierto e injusto que le atribuyan a él, precisamente a él, al que apodan Blandiblup, una operación contra la «izquierda independentista». Se conoce que la culpa es de otro, de algún incontrolado mando de los Mossos con ganas de enmarañar el proceso. El jefe operativo del cuerpo, Josep Lluís Trapero, no sabe dónde meterse. Con lo a gusto que se le veía en la paella de Pilar Rahola en Cadaqués, mano a mano con el president, disfrazado de animador de cruceros y sin galones. Menudo marrón que le va a caer si al final la cupera Anna Gabriel, que ya se cepilló a Mas, se carga la legislatura o a Jané. O se cobra su propia cabeza operativa como pulpo por animal de compañía para limar asperezas y permitir a la CUP mantener un día más con vida política a sus rehenes.

Más que de la cosmética operación diálogo del Gobierno, el colapso del proceso separatista pende de las contradicciones, broncas y errores de sus patrocinadores, impulsores y partidarios, de sus diferencias internas, de sus intereses particulares y cálculos electorales. En el espectro soberanista, gana Junqueras. Si la CUP se carga la legislatura, el PDEcat (Convergencia tuneada) está muerto. Si se aprueban los presupuestos y se mantiene el calendario, es Puigdemont quien asoma la gaita en el parapeto, no Junqueras, por mucho que le encalomen la organización de un referéndum para septiembre del próximo año, un plazo que en política catalana es como hablar del año 3000. Y pase lo que pase, el que mande en la Generalidad siempre tendrá a mano una oferta de Gobierno de turno, el FLAtador (dinero a cascoporro para abrir embajadas) más las beatíficas intenciones del PP, el PSOE y ahora hasta de Ciudadanos de comprender y asimilar la superioridad moral y suprema esencia diferencial implícita en poner la figura de un pastor plantando un pino ante el Niño Jesús recién nacido.