Jon Juaristi-ABC

  • Ir de septuagenario por la vida está comenzando a ser visto como una provocación intolerable a la moral pública

En 2013 leí una conferencia en Tomares, invitado por su Ayuntamiento (asistió un amigo al que no veía desde mis años de estudiante, el arquitecto y urbanista José María Lerdo de Tejada). Todas las navidades recibo el christmas municipal tomareño, que suele ser un prodigio de buen gusto. Me quedó un grato recuerdo de la hermosa ciudad del Aljarafe, lo que explica que llamase mi atención, hace unos días, la noticia de la madre que se había llevado de allí a sus hijos para impedir que su exmarido los vacunara. He leído poco después que esta señora de 46 años recibió el apoyo logístico de su «compañero sentimental», al que los medios definen como un septuagenario.

¿Qué añade esta caracterización a la noticia de la ocultación y posterior entrega voluntaria de los niños por su madre en el juzgado número 10 de Sevilla? Evidentemente, una connotación perversa. Se trata, desde el principio, de una cencerrada mediática que alguien inició con tal propósito y que ha derivado en el linchamiento moral de un ciudadano al que se pinta como un «septuagenario antivacunas», del que se dice además que, tras jubilarse, se fue a Sudamérica, donde convivió varios años con poblaciones amazónicas, y que volvió a España dándoselas de «médico neurópata» (sic) que podía curar mediante la imposición de manos.

Si presumía de poseer un título oficial de medicina del que carecía, es obvio que el «compañero sentimental» de la presunta velociraptora no obraba bien. No así si alardeaba de «neurópata», cosa que somos todos en distintos grados. En cualquier caso, otros van de doctores con tesis plagiadas y llegan a donde llegan. Pero, ¡ay, amigo!, si eres septuagenario y seduces a una criaturita indefensa de 46 años, te has caído con todo el equipo. No conforme con percibir tu jubilación en un adosado jerezano, tenías que irte al Amazonas a sacar un máster en chamanismo y volver para levantarte parejas ajenas, como si fueras una ministra podemita en sus verdes años. Por si no lo sabes, los septuagenarios ya han agotado su ciclo vital. Y, mucho ojo, en su mayoría son antiguos progres que han traicionado a la clase obrera para impresionar a Cayetana Álvarez de Toledo o a Jezabel Díaz Ayuso.

Al parecer, lo más decente que pueden hacer los septuagenarios, sean o no antivacunas, es diñarla cuanto antes de Covid, como acaban de hacerlo los gemelos septuagenarios franceses Igor y Grichka Bogdanoff, despellejados ahora por sus programas de televisión de los años ochenta, que trataban de divulgación científica y ciencia ficción (y no de esoterismo, como se pregona). En España, la editorial Debate editó en 1992 sus conversaciones con el filósofo Jean Guitton -‘Dios y la ciencia. Hacia el metarrealismo’-, un libro serio sobre temas de cosmología y física cuántica, materia en la que ambos gemelos eran doctores. Legítimos. Además de monárquicos y legitimistas, por cierto.