Conviene prevenir a los antisanchistas de que, según señalaba Chesterton en La taberna errante, “uno se termina pareciendo a aquellos a quienes combate” y, por eso, la primera recomendación a los combatientes es que adopten como meta la de Milan Kundera y se propongan “combatir la injusticia sin incurrir en ella”. Recordemos que cuando se acercaba el momento de que vinieran a cumplirse las previsiones sucesorias, cuando se iba haciendo patente la condición mortal de Franco y se transparentaba la caducidad de su régimen y la imposibilidad de su prórroga más allá de la vida de su fundador, algunos jóvenes espabilaran para alardear de un pretendido pasado socialista porque, para ellos, la única alternativa a haber sido socialista hubiera sido no serlo y no ser socialista estaba pasando a ser estimado como algo absolutamente espantoso, al extinguirse los fuegos de campamento de la revolución pendiente y cumplirse la hora de comparecer ante otro público. Además de que los socialistas aspiraban a comparecer en lo que luego llamaríamos La Transición como incapaces de concebir una utopía que les privase de la libertad más estimada: la de obligarse, convencidos como estaban de que “la liberté c’est se soumettre a ce qui en nous nous depasse nous mêmes”.
El candidato del PSC que sale de ganador, Salvador Illa, tiene garantizado que carecerá de mayoría y confirmará, sin duda alguna, las sospechas que infunde de terminar aportando sus escaños a los nacionalistas
Vengamos ahora a examinar los resultados de las elecciones vascas, que han seguido a las gallegas y precedido a las catalanas de mayo y a las europeas de junio. En Galicia el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) ha dejado bajo mínimos al Partido Socialista mientras el PP conserva una mayoría indiscutida. En el País Vasco los nacionalistas del PNV y de EH Bildu ocupan ex aequo muy destacados la primera posición y dejan al PSOE reducido a una función de compañero de viaje siempre dispuesto para acudir en socorro de cualquiera de los dos vencedores. Los coaligados de Sumar y Podemos se evaporan y el gran triunfo del pedrismo se resume en el avance de los de Bildu, herederos de los etarras y activos organizadores de los recibimientos que se tributan a los etarras como si fueran héroes cuando salen de las prisiones y vuelven a casa.
Claro que tras cinco años de blanqueamiento a manos del PSOE venir con objeciones a Bildu intentando invalidar a su cabeza de cartel por negarse a denominar a la banda como grupo terrorista, dejándolo en grupo armado, al responder en una entrevista radiofónica, apenas pasa de ser un intento de elevar categoría una anécdota menor. Y ahora entramos en la campaña de las catalanas donde el candidato del PSC que sale de ganador, Salvador Illa, tiene garantizado que carecerá de mayoría y confirmará, sin duda alguna, las sospechas que infunde de terminar aportando sus escaños a los nacionalistas, ya de ERC ya de Junts, que se disputan el segundo y tercer puesto en la carrera de las urnas.
Como bien se precisa en el manifiesto encabezado por Teresa Freixas, Nicolás Redondo, Miriam Tey, Sergio Fidalgo y Joaquín Villamueva “los independentistas nunca han tenido fuerza ni capacidad para lograr la quiebra de la nación española, pero en determinados momentos de la historia han sido capaces de cercenar las experiencias democráticas de los españoles”. De ahí que lleguen a vaticinar que “el próximo 12 de mayo estaremos en uno de esos momentos: no podrán conseguir sus objetivos, pero tendrán capacidad para truncar nuestra voluntad de ser ciudadanos de una democracia asentada y equiparable a las de nuestro entorno”. Veremos.