J. M. RUIZ SOROA, EL CORREO – 27/07/14
· Las ventajas de las regiones forales se fundamentan en que asumen un riesgo con el sistema común español.
La única respuesta que recibíamos hasta hace pocos años los que nos atrevíamos a denunciar la escandalosa desigualdad ciudadana que provoca en España el sistema de financiación foral era la de que las cifras no eran las que decíamos, que eran otras (aunque no se precisaba cuáles). Bueno, pues en algo hemos avanzado: ahora nuestros foralistas admiten las cifras de la desigualdad, y si defienden el injusto sistema que las provoca lo hacen con el argumento del ‘riesgo unilateral’. Las ventajas de las regiones forales se fundamentarían en el hecho de que ellas asumen un riesgo con ese sistema: el de que si les fuera peor económicamente hablando, el sistema común español no vendría en su ayuda. Ventaja y riesgo se explican mutuamente, Gatzagaetxebarria dixit.
Antes de examinar el valor de este argumento permítaseme cifrar correctamente la ventaja que el País Vasco recibe del sistema foral de financiación. Los últimos estudios de la Fundación BBVA sobre el Sector Público Español (y no creo que el sr. Erkoreka pueda llamar al BBVA «enemigo de los vascos») establecen que la comunidad autónoma recibe una aportación neta del sistema español equivalente al 4,6% de su PIB, lo cual medido en euros puede llevar a decir (como hacía el editorial de este periódico hace unos días) que cada vasco es subsidiado en unos 2.000 euros por España. Sin embargo, esta conclusión no es correcta. El subsidio es mucho mayor, por la sencilla razón de que para medir la ventaja vasca hay que sumar a lo que recibe lo que se ahorra. En concreto, si de acuerdo con el PIB per capita vasco, que es ligeramente superior al de Madrid, a la comunidad le correspondería un déficit fiscal de por lo menos el 7%, y en cambio tiene un superávit del 4,6%, la ventaja obtenida es de alrededor del 12% del PIB. El triple en euros de los 2.000 señalados. ¿O es que se nos ha olvidado el sencillo arte de sacar las cuentas?
Para valorar este 12% basta compararlo con otro caso bien conocido de transferencia de subsidios: desde 1987 hasta 2004 España recibió de la Unión Europea una transferencia neta de alrededor del 0,9% de su PIB anualmente. Lo que eso significó lo vimos palpablemente todos. Bueno, pues conviertan el 0,9% en un 12%, aplíquenlo acumulativamente desde 1980 hasta hoy, e imaginen lo que implica para la comunidad receptora. Sencillamente, que ‘los vascos nos salimos’.
Y vayamos con la luminosa idea del riesgo unilateral de que, dado que el foral es un sistema cerrado, si la economía va mal en Euskadi nadie nos ayudaría. ¿Es así? No, es una falacia sin valor alguno, el último recurso dialéctico para defender lo indefendible.
¿Por qué? Primero por una sencilla razón estadística o histórica: el sistema de concierto lleva en funcionamiento (con cambios) desde el comienzo del siglo XX con la interrupción franquista para dos de las cuatro provincias. Más de 50 años. ¿Alguna vez se ha materializado ese riesgo que se invoca? ¿Alguna vez las provincias o Euskadi han quedado atrapadas por el sistema ante un empobrecimiento súbito? Nunca. Escaso riesgo hay entonces en apostar por que no ocurra algo que nunca en la historia ha ocurrido.
Pero, segundo, el argumento ignora que España sí ha sido solidaria cuando ha hecho falta. Recuérdese la reconversión industrial de los ochenta, o la regeneración urbanística de la villa que tanto nos admira y complace. Pues, ¿con qué dineros se hizo si no con una ayuda substancial del Estado? ¿O es que Madrid dijo ante esos problemas, «lo siento, pero arréglenselas ustedes solitos que para eso tienen el Concierto»?
Pero es que, finalmente, el argumento es una falacia descomunal ante la más simple lógica. Para explicarlo, permítanme una analogía: imaginen que Messi (u otro potentado similar) propone a Hacienda el siguiente trato: mire, señor Estado, yo no voy a pagar impuestos sobre mi renta (que parece son de unos veinte millones anuales) pero, a cambio, asumo el riesgo unilateral sobre mi vida y mi futuro; es decir, pase lo que pase nunca podré pedir a este Estado ayudas sociales, paro o renta mínima de inserción alguna. Es un trato equilibrado, ¿no? Supongo que el lector habrá sonreído ante la desfachatez de la idea de que los ricos propusieran a la comunidad asumir un ‘riesgo’ que no existe realmente (¡precisamente porque son ricos!) a cambio de dejar de contribuir a lo común.
Bueno, pues lo del ‘riesgo unilateral vasco’ es similar: para una comunidad que es la más rica de España en términos relativos y que lo ha sido desde hace mucho, no existe riesgo alguno en asumir que se queda con todos sus impuestos y que a cambio, si las cosas fueran mal, no pediría ayuda a los demás. Mientras sea más rica, no hay sino ventajas, sin riesgo alguno. Y cuanto más dura el sistema, más rica se hace y menor todavía es el riesgo (si alguna vez existió). Hasta el hacendista más simple sabe que un sistema de concierto, aquí o en Malasia, favorece necesariamente a las regiones más ricas del país porque les permite apropiarse en exclusiva del exceso de recaudación provocado por la progresividad del sistema fiscal. Y así les hace más ricas aún.
Claro que, como dice Erkoreka, el sistema tiene un apoyo político y ciudadano enorme entre nosotros, casi de ‘superconsenso’. Bueno, lo raro sería que no lo tuviera, claro. Pero, ¿es que el consenso de los ricos en seguir siéndolo a costa de los demás tiene algún valor justificativo? Pues eso.
J. M. RUIZ SOROA, EL CORREO – 27/07/14